San Juan Valderrama, santo patrón de los emigrantes españoles
En tierra extraña

6 de Noviembre.- Una de mis compañeras en esto del bloguerío, chica estupenda (no hay más que leerla) residente en Eslovenia -ver barra lateral-, lectora habitual –que lo sé yo- ha tomado una decisión que me ha hecho pensar: parece ser que, harta de recibir mensajes y comentarios desagradables, ha decidido convertir su blog público en algo menos crítico de lo que era hasta ahora (a mí, de todas formas, no me parecía nada agresivo, pero bueno) y abrir un blog privado en el que poder decir sin temor lo que le salga de la CPU.
Digo que esta decisión suya me ha hecho pensar porque el asunto plantea una serie de cuestiones de fondo que a mí me parecen importantes y que traigo aquí porque quizá mis reflexiones sean útiles para quien tenga planeado irse a vivir fuera de su país de nacimiento.
La cuestión es peliaguda: cuando uno aterriza en un país con la intención de quedarse, ¿Cuál es la actitud más adecuada?
Naturalmente, no soy quien para dar consejos (sobre todo porque, en contra de lo que parece haberle pasado a la compañera residente en Eslovenia, yo no he tenido jamás ningún problema en Austria). Sin embargo me gustaría compartir con mis lectores la mejor indicación que he recibido a este respecto.
Me la dio mi amiga A., una mujer inteligentísima (no es porque sea amiga mía, es que es verdad). Un día, hablando del año que había pasado con su marido en Australia, se puso seria y me dijo:

-Mira Paco: yo intenté, desde el primer día, ser más australiana que los propios australianos. Comer lo que ellos comían, beber lo que ellos bebían, divertirme como ellos se divertían. Eso sí: sin perder yo mi cultura, pero tampoco sin tirársela a nadie a la cara. Cuando me presentaban a alguien, yo le daba la mano, a la australiana; pero, si veía que había buen rollo, decía: “en mi país la gente se saluda así” y le plantaba dos besos. Al principio, se sorprendían un poco, pero luego se iban encantados.

Cuando yo me vine a vivir a Austria, lo hice preparado para interiorizar este consejo tan sabio, y llevarlo a las últimas consecuencias.
Y así, sobre todo al principio (había que hacer méritos) me atiborré de salchichas y castigué mi hígado consumiendo a cascoporro licores digestivos abominables y grasas saturadas a tutiplén; saludé dando la mano hasta a personas a las que hubiera besado sin problemas, me quité los zapatos al entrar en todas las casas, me puse cosas marrones con cosas azul marino (aún cuando al hacerlo se me retorcían las tripas) y, en resumen, hice en Rome lo que hacían los Romans. Incluyendo, sobre todo, la tarea de aprender la lengua vernácula de los güeven e intentar usarla desde el principio, aunque tuviera que explicar cien veces al día (eso sí, sonriendo siempre) que yo era un pobre emigrante que llevaba un estandarte en el pecho con la alegría de España (como dixit don Juan Valderrama).
Repito que yo he contado siempre con un trato excepcional por parte aborígen cosa que, desgraciadamente, no parece ser igual en Eslovenia. Y eso que yo les he criticado lo mío–como este blog prueba-; eso sí: al criticar hay que pensar también que uno es un huésped en casa ajena. Ponerse esto por delante te ahorra recibir contestaciones desagradables, provocadas por malentendidos que se dan por fuerza entre gente de cultura (e idioma) diferentes. Hay que ponerse siempre en el lugar del otro y no perder nunca de vista que cada persona que nos trata bien podría no hacerlo. Y cuando recibes una mala contestación o una mirada rara, aplicar el consejo evangélico, poner la otra mejilla, sacar pecho, y decirse:

-Vale, venga, va: voy a ser toda la vida un extranjero, cagüenlaputa, pero, por lo menos, por mí que no quede.

Y sonreir.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé desde luego por qué tipo de experiencias habrá pasado, pero entiendo que a veces puede ser especialmente duro para un extranjero vivir en un país que ha sufrido tanto tiempo la lacra de vivir el aislamiento en una dictadura comunista (a pesar de no haber sido parte del Pacto de Varsovia). Creo que sé de lo que hablo por la experiencia de haber viajado por estos países (Chequia, Polonia, Eslovenia, Hungría...) y haber sufrido algunas situaciones desagradables.Los que vivimos en Austria quizás nos quejemos del excesivo trato frío que a veces los nórdicos profesan al prójimo en el día a día. Sin emargo de lo que se trata en estos países es muchas veces de desconfianza a todo lo foráneo, agravándose la cosa cuando más de lejos proviene uno.Han estado demasiado tiempo cerrados y muchos paises no han madurado lo suficiente políticamente en comparación con los occidentales de la UE, por lo que el nacionalismo lo tienen ahora a flor de piel y responden muy sensiblemente ante cualquier crítica hacia lo suyo (veáse Rusia al día de hoy, o la actitud de los serbios y croatas durante el Mundial de Austria).De hecho muchos se encuentran a la cabeza de países con actitudes más racistas y antisemitas de Europa (es un hecho, en oposición hoy en día a Austria y Alemania). Creo que las nuevas generaciones de jóvenes, que viajan más y participan en proyectos como el Erasmus, irán borrando a corto plazo esas suspicacias patológicas que ese hermético socialismo sembró durante más de 40 anyos en sus ciudadanos.Esperemos.

Anónimo dijo...

Es un tema interesante, querido amigo, y más cuando de por medio hay españoles: entonces se convierte en fascinante. Los españoles, aunque no son conscientes de ellos, demuestran un desprecio displicente hacia otros países cuando opinan; de ahí que el lema patrio español sea «como en España no se vive en ningún sitio». Ésa afirmación, temeraria y palurda donde las haya, es el punto de partida de cualquier reflexión vinculada al parecer sobre otras naciones. Gracias a Viena Directo, he leído varios blogs escritos por españoles expatriados—no intervengo en ninguno—, y en todos ellos subyace el mínimo (en algún caso «muy mínimo») común denominador: lamentos sobre el clima, los inconvenientes de la gastronomía local y la incomprensión hacia las costumbres locales. Quizá el blog de tu amiga sea un ejemplo paradigmático de lo anterior. En una de las últimas entradas calificaba un cuestionario que debía cumplimentar de «insultante». Lo releí con atención y no supe encontrar insulto alguno, ni siquiera una ofensa traslapada por el lenguaje burocrático. De todas formas, acepto que la sensibilidad, al igual que la opinión, es algo subjetivo per se. Eslovenia, Rumania, Hungría, etc. son, en mi opinión, países atrasados; tanto en lo económico como en algo mucho peor: la mentalidad de sus habitantes, que sigue rodeada por un telón de acero y provoca lo que yo denomino «el orgullo del necesitado»; de hecho yo no les considero europeos: perdieron el tren de la historia. Tan es así que la idiosincrasia de las naciones balcánicas está más próxima a Turquía que a Europa.
En el comentario de tu amiga «australiana» subyace algo de lo que he comentado: «…se iban encantados»; es decir: los australianos necesitan que una española les bese para descubrir una nueva dimensión— sin duda alguna la mejor— en las relaciones humanas. Creo que es conveniente no confundir superficialidad con espontaneidad, aunque ambos términos, cuando tratamos de españoles, forman un buen maridaje (asumo los riesgos de generalizar).
Yo no considero que integrarse en una sociedad como la vienesa suponga un reto inasequible. Sin embargo, hemos ser de ser conscientes de que asistimos a una cena a la que nadie nos invitó, y que se nos acepte o no sólo dependerá de nuestra actitud: con respeto, educación, cultura y una cierta bonhomía, el éxito está asegurado; tú eres un ejemplo de ello, Paco. Por el contrario, el que pasea por Viena con el porte indumentario de un pakistaní por Islamabah, obliga a su esposa e hijas a ir tapadas hasta los ojos y no hace más que exigir, protestar y reclamar sin dar nada a cambio siempre será visto como algo ajeno a la sociedad de acogida; es decir: carne de gueto; aunque el gueto lo edifica él mismo, no la sociedad que le soporta. A cualquier persona que tenga dudas sobre cómo integrarse en una sociedad le propongo un juego: sustituir la palabra «país» por «casa» (la propia) y el término «inmigrante» por «invitado».
Saludos.

P.D.- Enhorabuena, te deseo muchos éxitos profesionales. Cuando quieras nos vemos.


Fdo: El pobre…

JOAKO dijo...

Apasionante tema, estoy seguro de que lo has hecho como dices, pero es que tu no eres un emigrante economico, y este matiz es importantisimo, el nivel cultural del emigrate/inmigrante es fundamental para las relaciones con el pueblo aborigen. Has puesto todo de tu parte y has utilizado armas al alcance de pocos emigrantes, y seguro que estas cosechando exitos. Piensa que si hacemos analogias con "el caso español" tenemos una muy buena, la inmigración Argentina "politica" de los años 70 y la economica de sudamerica en general de hace unos años. ¿Cómo veiamos a esos primeros Argentinos? ¿y a los que llegaron unas decadas despues?, un extrangero lo sigue siendo hasta que se muere, y lo peor a veces cuando retorna descubre que ya no es del todo de ningúna parte, pero esto a mi me parace grandioso, porque de repente si la persona es grande, puede dar la talla, como Rafael Alberti por ejemplo, y tantos otros...

Arantza dijo...

Ouf, un comentario no da para lo complejo del tema... estoy de acuerdo con "anónimo" en algunas cosas que dice, como que los guetos en parte los edificamos nosotros mismos (pero depende siempre de en qué país se vive, porque la discriminación, el racismo y la xenofobia aún existen). Creo que no hay nada como llegar a un país con los ojos bien abiertos y las orejas preparadas para escuchar, con curiosidad por conocer a sus habitantes y con ganas de aprender y probar cosas nuevas. Es un poco inevitable que en los momentos difíciles del proceso de adaptación (que los hay, en todos los países y para todos los inmigrantes, sea el que sea tu país de origen) se hagan comparaciones. Esto acaba pasando, si todo va bien. Pero lo que uno mantiene es ese ojo crítico exterior, ya que siempre mantendrá una distancia que un nativo no tiene. Yo no llamaría a esa distancia "criticar" (aunque no he leído el blog de tu amiga), para entender y asimilar su nuevo sitio de residencia uno lo analiza. Personalmente, debo de haberme adaptado, porque diría que me siento una "pizca" más canadiense que española/vasca/como quieras llamarlo (yo opté por la misma estrategia que tu amiga que vivió en Australia). Aunque siemrpe mantendré ese "je ne sais quoi" de foráneo para los canadienses que tratan conmigo. El topicazo de "extranjero en todas partes" tiene una base de verdad. Lo que está claro es que si uno acepta el reto de vivir a fondo la experiencia del desarraigo (asumiendo el miedo natural que tenemos todos a la soledad, a "no pertenecer"), es una experiencia en la que se aprende mucho, y se madura aún más.

Mrs Jones dijo...

No sé, a mí siempre me pone un poco nerviosa la actitud de crítica constante que tiene muchas veces la gente al estar en otro país (especialmente los españoles, no sé si porque es a quienes entiendo cuando voy por la calle o porque somos especialmente despectivos).
Antes de estar aquí viví en Praga y nunca tuve ningún problema, y en general cuando lo tengo echo la culpa a la persona y no a la nacionalidad. Pero mucha gente que conocía se pasaban el día diciendo que los checos eran muy agrios y cerrados ("lo dices tú, que sólo tienes amigos españoles?", me preguntaba yo).
Y no sé, me cuesta ver todas esas diferencias a nivel general. Las pocas veces que me he sentido mal tratada o discriminada o lo que fuera estando en el extranjero, mi pensamiento fue siempre el de "uy, hay algo que no estoy entendiendo".
Y ya acabo. Pensándolo bien, las veces que me sentí peor estando en un lugar "ajeno" fueron dentro de España, donde se supone que somos los más abiertos y cálidos y acogedores.

Pero sí. Es un tema complejo y depende tanto de las experiencias individuales...

Alberto dijo...

Vivo en España hace 17 años y nunca tuve la sensación que me discriminaban o que me hacian sentir que yo no era de aqui. También apliqué el "In Rome do..." Quizá nuestras culturas son muy parecidas...aunque aún aí me he encontrado alguno/a que por el hecho de ser cubano piensan que me tiene que gustar la salsa, bailar bien e ir con un par de maracas en la mano. Pero si he visto discriminar a gente aquí, pero he llegado a la conclusión que tiene que ver con el "status social" (que estupidez). Si eres africano, cubano o chino que trabaja de portero, ya sabes qué te espera.
Un abrazo (quiza eso no es muy vienés)

Alberto dijo...

Sin ponernos de acuerdo, escribi una cosa curiosa que me ocurrió en Moscú en los años 80 y tantos.
Echadle un vistazo si queréis:
http://querrehacereseviaje.blogspot.com/2008/11/desde-mosc-con-amor.html

The Intercultural Kitchen dijo...

Buff, con este tema sólo, podríamos hacer todos un blog. Da para rato. Habéis dicho ya muchas cosas interesantes. Yo creo que la actitud del emigrante no debería cambiar en el extranjero y que debería, ante todo, seguir siendo él mismo, buscar la forma en la que más cómodo se encuentre. Personalmente, creo que no hay nada peor que aquel que intenta parecer otro, o el que actúa según lo que a su entender los demás esperan de él, como ese supuesto temperamento latino que les sale a muchos de la nada. He sufrido a muchos compatriotas con esta actitud.

Como dice Paco, los malentendidos los vamos a tener sí o sí, así que nada como tener los ojos bien abiertos y a la mínima sospecha de que algo falla en la comunicación, hablar abiertamente sobre ello si la situación y el interlocutor lo permiten, metacomunicar, vamos. En la mayoría de las culturas occidentales es posible. No es necesario decir que parto de personas bienintencionadas, gilipollas los hay en todas partes y culturas, eso tampoco vamos a poder evitarlo.

Hay un punto que menciona 'anónimo' que me da un poco de miedo: la sustitución del término «inmigrante» por «invitado». Del invitado se espera que algún día se vaya, y esto hace que la forma de abordar la relación (por ambas partes, la del que llega y la del que ya estaba) sea diferente, pensada a corto plazo, el inmigrante no se preocupa por aprender el idioma (¿para qué si se va a ir?), y el lugareño tampoco se esfuerza en establecer una profunda relación (¿para qué si se va a ir?). A los inmigrantes que vinieron a Alemania en los 50 se los llamó "Gastarbeiter" (trabajadores invitados), y en Alemania están viendo ahora adonde llevó esa actitud. La "integración" no es una vía de sentido único, es comunicación y tiene que ser bidireccional ¿no?

Como ya habéis dicho, la crítica es normal, incluso necesaria, y creo que también es normal que en un principio sea totalmente etnocéntrica, a ver ¿quién no critica desde un punto de vista etnocéntrico? Hay que ser muy analítico, y casi extraterrestre, para ser capaz de hacerlo. Al menos al principio (trial & error).

En fin, seguro que esta compañera bloguera en Eslovenia también encontrará su manera personal de abordar lo que Arantza llama "el extranjero en todas partes".

Marona dijo...

Jopelines, qué tema tan interesante!
La verdad es que yo me he encontrado de todo en Salzburgo. Me he encontrado a gente amabilísima y con una paciencia increíble y a gente maleducada que me ha hecho sentir fatal. Y no creo que yo haya ido jamás con prepotencia o nada semejante, quizá con inseguridad (estoy aprendiendo que la inseguridad se considera algo muy negativo y hasta de mala educación en esta cultura, quizá fuera ese el problema)
Pero pelillos a la mar, hay gente maleducada en todas partes.
Lo que sí he notado es una tendencia clara a tratar mal a la gente que va a pedir trabajo y no habla del todo bien el idioma sobretodo si se sospecha que es turco o de algún país del este (al menos en Salzburgo, quizá en Viena sea diferente). Naturalemente el chasco te lo llevas, pero después hay que volverse a peinar y seguir adelante, nadie dijo que fuera fácil.
Lo de criticar es el deporte nacional espanol y el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Lo que no entenderé jamás es la crítica por la crítica, desde el desprecio, sin conocer, sin preocuparse por conocer y la crítica sistemática. Nadie nos obliga a permanecer en un país y si de verdad se cree que "como en Espana no se vive en ningún sitio" pues nada, se hace la maletica y en el pueblo falta gente. No me entra en la cabeza la gente que permanece una vida entera en otro país amargado y amargando al personal.
Adaptarse a una nueva cultura, idioma, país... no es fácil y hay que hacer un esfuerzo considerable. Esa es la base con la que se tiene que ir a enfrentarse a esta situación. Si no se está dispuesto a hacer ese esfuerzo o se va al otro país pensando que va a ser "como en casa", apaga y vámonos.
Un beso... y cuídate el catarro, una infusión de tomillo, limón y miel es lo mejor :)
P.D. No creo que sea un tema exclusivo de nuestros compatriotas, he sido testigo de sesiones de critiqueo masivo a Austria por parte de australianos, ingleses e incluso alemanes.