15 de Febrero.- En Viena, se sabe que ha llegado la primavera por dos razones a) empieza a llover y b) uno echa de menos la cercanía de un arma de fuego. La primera razón no necesita de mayores explicaciones, pero la segunda sí. Al estar Viena un poquito más al este que España (unos miles de kilómetros) las horas de luz se desplazan una hora. O sea, que amanece más o menos una hora antes de lo que amanece en Madrid y anochece también una hora antes. Esto significa que aquí viene a amanecer a las seis de la mañana un día con otro y en verano, a las cuatro. Con la amanecida (o sea, como diría el clásico, cuando la aurora se desmelena sobre los campos) empiezan a cantar los pajaritos (otro motivo no menos querido por los clásicos) y este concierto de aves canoras a las seis de la mañana pues la verdad, saca de su sueño al que lo tenga más profundo.
De los pajaritos cantores quisiera yo sacar otra reflexión: querido lector: has de saber que mi gata Sofía, el más pacífico de los bichos, duerme siempre en las inmediaciones de donde lo hago yo (a veces, incluso encima de mí si espalda, si me sorprende boca abajo). Hoy, precisamente, se daba esa situación. Sofía tendida sobre mi back y yo dormido como un ceporren. A esto que ha sonado el primer trino de un pájaro cantor y Sofía, de nuevo repito, el más pacífico de los bichos, ha sentido dentro de sí la llamada de la jungla y ha dado un salto en dirección al sonido que me ha terminado de expulsar de los agradables brazos del sueño (como si el piar no hubiera sido suficiente). Eso para los que luego digan que la naturaleza es un paraíso de concordia y aprovechamiento. Vamos, que si mi Sofía le hubiera podido poner la zarpa encima, el pájaro no hubiera trinado ni una mañana más.
En fin: a los bichos por lo menos les cabe la disculpa de que son inocentes y de que matan por razones utilitarias. El hombre, desde que conquistó la dudosa bendición del pensamiento, mata incluso por deporte (como mi amigo G. el cazador, que me deja perplejo con su afición a ser un leñador de animales).
De los pajaritos cantores quisiera yo sacar otra reflexión: querido lector: has de saber que mi gata Sofía, el más pacífico de los bichos, duerme siempre en las inmediaciones de donde lo hago yo (a veces, incluso encima de mí si espalda, si me sorprende boca abajo). Hoy, precisamente, se daba esa situación. Sofía tendida sobre mi back y yo dormido como un ceporren. A esto que ha sonado el primer trino de un pájaro cantor y Sofía, de nuevo repito, el más pacífico de los bichos, ha sentido dentro de sí la llamada de la jungla y ha dado un salto en dirección al sonido que me ha terminado de expulsar de los agradables brazos del sueño (como si el piar no hubiera sido suficiente). Eso para los que luego digan que la naturaleza es un paraíso de concordia y aprovechamiento. Vamos, que si mi Sofía le hubiera podido poner la zarpa encima, el pájaro no hubiera trinado ni una mañana más.
En fin: a los bichos por lo menos les cabe la disculpa de que son inocentes y de que matan por razones utilitarias. El hombre, desde que conquistó la dudosa bendición del pensamiento, mata incluso por deporte (como mi amigo G. el cazador, que me deja perplejo con su afición a ser un leñador de animales).
A otra cosa:
Ayer, dispuesto a liberarme un poco del cansancio del día y a distraerme del resfriado con el que no consigo parlamentar, me puse la televisión a ver lo que me echasen (me faltaba el Hagen Dazs para ser una versión masculina de Bridyet Yons). Empecé por Telemadrid. Un enlatado rancio: se llamaba “El otro lado de la realidad” y lo presentaba (en aquellos días) un fulanito con gafas y más voluntad que fuelle cultural. El tema que se ventilaba ayer era la masonería. Pero hubiera dado igual que hubiera sido la sindone o la vida de Colón. Decidí cambiar. Qué pereza.
Por orden, llegué a la tele vasca que, por suerte, no estaba emitiendo el programa con el que nos castiga a los que habitamos en el exterior de manera más asidua. Este programa se llama Triki traka trikitrón y es lo más decrépito, lo más pastoso y lo peor hecho que yo haya visto en muchos años (ni siquiera Alto y Claro, con Curry Valenzuela, se le puede comparar). Consiste TTT –no voy a escribir otra vez el nombre, para no darle publicidad- en que una serie de payasos con pretendida gracia se encargan de enseñar a los sufridos infantes (que se lo tragan todo) a hablar el vasco. En fin: que no se puede con la vida. El programa de ayer era más bonito. Se trataba de una cosa como “A vista de pájaro”. Un formato que también ha probado con éxito Telemadrid. Se coge un helicóptero, se enchufa la cámara y a grabar se ha dicho. Luego, eso sí, se retocan las imágenes convenientemente (todo está editado) para que los prados parezcan más verdes, las piedras más marrones y el cielo más azul. Una música evocadora y una locución lírico-épico-festiva y hale, ya tienes un programa en el que la cultura no está reñida con el espectáculo. Ahora bien: este tipo de programas también tiene sus peligros. Sobre todo viniendo de una tele, como la vasca, con un fuerte espinazo ideológico. Y es que te puedes pasar de épica, lírica y festividad y entonces las locuciones te quedan como cuando Matías Prats (padre) comentaba el gol de Zarra. Por ejemplo, frase extraida del programa de ayer: “Gracias al especial carácter del vasco (¡) muchos navegantes procedentes de nuestro territorio entraron en la historia con nombre propio”. Por supuesto, no se aclaraba en qué consistía el carácter especial del vasco, aunque se suponía (como el valor en la mili) que este debía consistir en una especial bizarría y amor por la aventura. Muchas reconstrucciones de época, muchos actores haciendo de general antañón con barba postiza y, en fin, mucho “carácter vasco” por todas partes. Carne para los chicos de “Vaya Semanita”.
Pero es que el destino me tenía guardada la perla: TV3, “No em ratllis!” (no me ralles) presentado por la simpar Julia Otero. Yo hacía mucho que no la veía (desde “Las cerezas” en TVE) y la verdad, Julia, desde aquí te lo digo: qué mal te ha tratado la vida. El programa no está mal (o sea, es como el eterno retorno del filósofo, para que nos entendamos: es una versión de Juego de Niños) pero mi Julia continúa con esos estilismos que intentan decir a gritos: Aquí está la Murphy Brown española. Y no lo consiguen. Ayer una chaqueta corta de piel de leopardo, unos pantalones ceñidos negros y unas botas de tacón (altísimo). Quedaba un pelín pilingui, las cosas como son. Fiel a su melenita rubia, fiel a sus mohínes (que ya no le funcionan tan bien como en el 3x4) fiel a su voz de chica quenotienelaculpadehabernacidotansexi, la Otero debería renovarse. Sigue siendo eficaz, no nos engañemos, sigue portándose bien (rodeada de niños o entrevistando a Ferrán Adriá), pero ¿Por cuánto tiempo? La Bella Otero debería empezar a pensárselo.
En fin, según los registros de este servidor que me cobija, esta es la entrada que hace ciento. Y parece que fue ayer cuando empezamos...
Ayer, dispuesto a liberarme un poco del cansancio del día y a distraerme del resfriado con el que no consigo parlamentar, me puse la televisión a ver lo que me echasen (me faltaba el Hagen Dazs para ser una versión masculina de Bridyet Yons). Empecé por Telemadrid. Un enlatado rancio: se llamaba “El otro lado de la realidad” y lo presentaba (en aquellos días) un fulanito con gafas y más voluntad que fuelle cultural. El tema que se ventilaba ayer era la masonería. Pero hubiera dado igual que hubiera sido la sindone o la vida de Colón. Decidí cambiar. Qué pereza.
Por orden, llegué a la tele vasca que, por suerte, no estaba emitiendo el programa con el que nos castiga a los que habitamos en el exterior de manera más asidua. Este programa se llama Triki traka trikitrón y es lo más decrépito, lo más pastoso y lo peor hecho que yo haya visto en muchos años (ni siquiera Alto y Claro, con Curry Valenzuela, se le puede comparar). Consiste TTT –no voy a escribir otra vez el nombre, para no darle publicidad- en que una serie de payasos con pretendida gracia se encargan de enseñar a los sufridos infantes (que se lo tragan todo) a hablar el vasco. En fin: que no se puede con la vida. El programa de ayer era más bonito. Se trataba de una cosa como “A vista de pájaro”. Un formato que también ha probado con éxito Telemadrid. Se coge un helicóptero, se enchufa la cámara y a grabar se ha dicho. Luego, eso sí, se retocan las imágenes convenientemente (todo está editado) para que los prados parezcan más verdes, las piedras más marrones y el cielo más azul. Una música evocadora y una locución lírico-épico-festiva y hale, ya tienes un programa en el que la cultura no está reñida con el espectáculo. Ahora bien: este tipo de programas también tiene sus peligros. Sobre todo viniendo de una tele, como la vasca, con un fuerte espinazo ideológico. Y es que te puedes pasar de épica, lírica y festividad y entonces las locuciones te quedan como cuando Matías Prats (padre) comentaba el gol de Zarra. Por ejemplo, frase extraida del programa de ayer: “Gracias al especial carácter del vasco (¡) muchos navegantes procedentes de nuestro territorio entraron en la historia con nombre propio”. Por supuesto, no se aclaraba en qué consistía el carácter especial del vasco, aunque se suponía (como el valor en la mili) que este debía consistir en una especial bizarría y amor por la aventura. Muchas reconstrucciones de época, muchos actores haciendo de general antañón con barba postiza y, en fin, mucho “carácter vasco” por todas partes. Carne para los chicos de “Vaya Semanita”.
Pero es que el destino me tenía guardada la perla: TV3, “No em ratllis!” (no me ralles) presentado por la simpar Julia Otero. Yo hacía mucho que no la veía (desde “Las cerezas” en TVE) y la verdad, Julia, desde aquí te lo digo: qué mal te ha tratado la vida. El programa no está mal (o sea, es como el eterno retorno del filósofo, para que nos entendamos: es una versión de Juego de Niños) pero mi Julia continúa con esos estilismos que intentan decir a gritos: Aquí está la Murphy Brown española. Y no lo consiguen. Ayer una chaqueta corta de piel de leopardo, unos pantalones ceñidos negros y unas botas de tacón (altísimo). Quedaba un pelín pilingui, las cosas como son. Fiel a su melenita rubia, fiel a sus mohínes (que ya no le funcionan tan bien como en el 3x4) fiel a su voz de chica quenotienelaculpadehabernacidotansexi, la Otero debería renovarse. Sigue siendo eficaz, no nos engañemos, sigue portándose bien (rodeada de niños o entrevistando a Ferrán Adriá), pero ¿Por cuánto tiempo? La Bella Otero debería empezar a pensárselo.
En fin, según los registros de este servidor que me cobija, esta es la entrada que hace ciento. Y parece que fue ayer cuando empezamos...

5 comentarios:
Lo de "No em ratllis" no es santo de mi devoción. De hecho, los programas con niños que pretenden ser adultos jamás me ha gustado. Siento vergüenza ajena al ver esos programas andaluces donde salen niños supuestamente graciosos que sueltan perlas cómo "Bertíiiingggg, iho, que dise mi madre que e'tá mu bueno. ¿De ande has sacao tú tanto salero?" Es algo que puede con mis nervios. Sinceramente, creo que la Otero nunca tenía que haberse marchado de "La columna". Un saludooo (se me ha colgado el Messeñyer) GGrrrrr
A mí también se me ha colgado el messenger -igual es un ataque de alcaeda- y en cuanto a lo del programa de Juan Imedio en Canal Sur, la verdad es que a los niños los maltratan de una manera que debería estar prohibida. Les roban la infancia...En fins...
Ok, Ok. Así veo que es un problema generalizado. Cuando funcione seguimos hablando, ¿ok? Küsche
Creo que no está de mas una felicitacion. Sopla las velas y pide un deseo, que hace ilusión. Otros cien mas, por lo menos.
ESTOY DONDE EL SEBAS QUE TIENE UNA AVERIA LUEGO HABLAMOS A LA NOCHE UN BESAZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO GUAPO
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