Pipas peladas

5 de Febrero.- (Cuando yo era pequeño, no existían las pipas peladas. Así pues, si querías gozar del placer de comértelas a puñados, tenías que pelarlas antes pacientemente hasta que se formaba un montoncillo que siempre te parecía demasiado pequeño. La tortura de pelar las pipas y no comérselas servía para medir tus límites, para luchar contra tu propia paciencia. Ayer, mientras paseaba en silencio a la orilla del Danubio (era una mañana soleada y fresca, una de esas mañanas en las que es delicioso pasear) me acordé de un verano de mi infancia, una casa en Murcia, y de mi hermano y de mí pelando pipas para ver quién hacía el montón más grande. Me vino enseguida a la cabeza la semejanza con esta vida que tengo y que es la mía (como cantaba Manzanita).
Siento que vivimos en una realidad declinante, en un mundo que está obligado a cambiar (la muda de los climas, la desaparición de las personas que nos hacen felices). Y siento tan vivamente la belleza de todo lo que me rodea (personas, lugares, lecturas, conversaciones...) que me da una pena enorme que se vaya a perder. Desde hace unos años soy consciente de la fugacidad de todas las cosas, de la rapidísima caducidad del mundo que me rodea, de lo rápido que todo se desgasta y huye. Esto, lejos de entristecerme (o no del todo) añade un nuevo ingrediente de placer al disfrute de todas las piezas que componen mi vida: el deseo constante de atrapar la felicidad del mundo que se va, como un Titanic que se hundiese en la noche, lentamente, para ingresar en las fosas abisales del recuerdo. Quizá este blog, en el que dejo constancia de todo lo que me rodea, no es sino eso: un deseo insensato e imposible de detener un tiempo de felicidad que, soy consciente, es tan frágil y puede terminarse en cualquier momento.)

(También soy consciente de que siempre ha sido así, de que el cristal ha estado muchas veces a punto de quebrarse, pero antes me salvaba que lo daba todo por supuesto).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Buenas! Oye, lo de las pipas peladas es algo que yo también había hecho muchas veces de peque. También lo hacía con los pistachos; cuando quería comérmelos por la calle sin tener que ir pelándolos (porqué no es lo mismo tirar cáscaras de pipa al suelo que cáscaras de pistacho), lo que hacía era pelarlos en casa y meterlos en una bolsa. Te puedes imaginar que pelaba uno y me comía 3. Jejeje.

En cuanto a lo de la fugacidad de las cosas que nos rodean, pues tienes toda la razón. Yo también lo he pensado muchas veces, pero por eso se tiene que disfrutar y pensar eso de que "life's a journey, not a destination".

Por cierto: te dejo dos links. The first one es el videoclip de una cantante totalmente desconocida en España (y supongo que también en Austria) pero que a mí, particularmente, me encanta. La canción en concreto es "Time" y creo que, de algún modo, refleja lo que has querido transmitir con tu texto sobre la fugacidad del tiempo. Supongo que el estilo musical te parecerá una ñoñería pero bueno: Ich liebe dieses Lied.

The second one is about our beloved Armin from the ORF (pero no es Assinger, sino el que yo te dije que estaba picado con una tal Ingrid por problemillas de 'quítate tú pa' ponerme yo'). By the way: mira quién hablaaaaa. I will only say that... Mein Geifer fällt ;P


http://www.youtube.com/watch?v=7Df1KqKlk0M

http://www.youtube.com/watch?v=9X0WEP3Nfmw&mode=related&search=

Anónimo dijo...

Time, Leaving on a jet plane, all i can do. Todos esos titulos me suenan un monton. Yo, que soy un poco mas mayor, recuerdo una cancion de Alan Parsons que tambien se llama Time. Es mas eterea que la de Chantal Kreviazuk, pero tampoco esta nada mal.

Anónimo dijo...

Tiempo sin dejar mi huella en tu blog. ¡Ahhhhh, las pipas! Sin embargo yo seré más guarro: me encantan las pipas pero siempre que pueda escupir las cáscaras. Ése es otro placer añadido, no lo olvides. Las conversaciones de juventud con mis amigos, sentados en un parque, siempre tenían un particular ritmo. Y éste no se debía a nuestra cadencia para expresar nuestras ideas, sino a las pausas obligadas para escupir las cáscaras. ¡Qué tiempos!, ¡qué guarros!, pero...¡qué felices! Podríamos considerar que es el metrónomo de los asilvetrados.Además, querido Paco, yo ejerzo un particular masoquismo: pipas saladas, mucho tiempo comiéndolas y después...un largo trago de Coca-Cola. ¡IMPRESIONANTE!