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Radiografía de Federico

27 de Marzo.- Leo en http://www.20minutos.es/ que Federico Jimenez Losantos ha sido condenado a pagar unas decenas de miles de euros y a publicar una rectificación, debido a una soflama (me resisto a llamarla declaración) en la que comparaba a un grupo político con una banda terrorista y en la que, además, identificaba a este grupo político con una banda terrorista.
Dicha sentencia me da pie para hablar de este locutor, al que sigo desde lejos con una curiosidad que no dudo en calificar de malsana, como fuera de la salud está cualquier curiosidad que nos lleve a interesarnos por aquello que nos aleja del justo medio.
Creo que el secreto del éxito de este locutor (los medios afines le llaman “líder de opinión”) estriba, en gran medida, en las lealtades que produce un medio como la radio. Fidelidades que están a años luz de la televisión, que es un medio chismorrero, ruidoso y de colorines; y con las que tampoco puede competir la prensa, más en un país que, como España, tiene una aversión que viene de antiguo por la lectura y las letras debido al esfuerzo de abstracción que conllevan.
Los locutores de radio son unas personas hechas de una pasta especial porque parece que le hablan a uno mismo sin intermediarios. Y yo creo que ahí está la clave de su éxito en un mundo en el que todos necesitamos sentirnos especiales, aunque sólo sea por un rato. Federico, lo mismo que, antes que él, Encarna, o Iñaki, o Luis (todo el mundo conoce los apellidos que corresponden a estos famosísimos nombres de pila) es un perfecto maestro en el arte de hacer creer a sus oyentes que les habla a ellos solos, al oído. Les hace creer que son parte de una falange de personas especiales, miembros de una academia propicia de privilegiados despiertos en un mundo de dormidos o de tontos. Domina el platónico arte de hacer que el oyente llegue a sus propias conclusiones poniendole delante un dos y otro dos, para que el resultado final sea siempre el cinco que a él le interesa.
Losantos capitaliza, además, el descontento que amplios sectores de la clase media sienten hacia una idea de la democracia que está en contínua crisis debido a los diferentes casos de corrupción y al crónico empate que existe en España entre los dos grandes partidos. Estas circunstancias motivan que la actividad política normal del país sea un contínuo sucederse de escaramuzas sin esperanza de victoria final. Así las cosas, hay muchos ciudadanos que necesitan saber de la existencia de una tercera vía para arreglar el mundo: un mensaje simple que no exija las tediosas discusiones que un sistema parlamentario conlleva necesariamente. Y ahí está Federico para suministrarles lo que ellos desean: un sistema de eslóganes que representan al mundo dividido en dos frentes contrapuestos: el de los miembros de la asamblea que Federico pastorea y los otros, a los que apedrea con epítetos como “salvajes” o “miserables” sin que le tiemble la voz.
Al igual que Chávez no sería Chávez sin el barril de petróleo al precio que está (y en ese sentido, habría que decir que Chávez y otros como él, son los hijos previsibles de la política exterior de la administración Bush), Federico Jiménez Losantos no hubiera podido existir sin unas circunstancias tan especiales como las de la última victoria del Partido Socialista en las elecciones. Con un presidente del gobierno (ya lo hemos dicho) de bajísimo perfil y una oposición sujeta a las pasiones más inconfesables, liderada por un político que no deja contenta a ninguna de las familias que componen el Partido Popular (demasiado blando para algunos, y demasiado vinculado al gobierno de Aznar para otros) y en un contexto en el que la estrategia parece ser una radicalización de los postulados de la oposición al objeto de hacer pasar al gobierno por algo que no es ni lejanamente: un gabinete izquierdista radical.
De hecho, el irresistible ascenso de Federico (que ahora se codea con el gratin gratiné de la comunicación y es objeto de toda clase de micrófonos de oro) comenzó en 2004.
Antes, era poco más que un columnista gritoncete que tenía, eso sí, sus incondicionales, pero con una retórica que le hacía invendible en el mercado de una democracia homologable con las de los países europeos, en las que la ultraderecha es sólo objeto de mofa y escarnio (véase la larga agonía del lepenismo). El nada discreto encanto de Federico Jiménez Losantos apela a una retórica preconstitucional hecha de “mártires” y de “redención”, fruto de la lectura frecuente de las ideas de los pensadores fascistas de la década de los treinta (a los que ha tratado de manera asídua en su obra literaria) y que promete una parusía para la que él denomina “gente de bien” una vez se pase necesariamente por la eliminación (implícita de momento) de aquellos elementos antisociales o “antiespañoles”. En sus últimas intervenciones, de hecho, se aprecia una intencionalidad claramente más belicosa que en los últimos tiempos. Cito de su web: a la pregunta que le hace un corresponsal sobre si es de temer que en España se repitan los incidentes violentos de 1934, Federico Jimenez Losantos contesta:
“Lo del 34 será el día en que pierdan –se refiere, obviamente, al PSOE- las elecciones”.
Quisiera terminar, sin embargo, diciendo que, dado que Federico nació para gurú, pero que lo hizo en un país como España, resulta inevitable la correspondiente nota esperpéntica. Así, sus oyentes le piden que opine sobre los temas más variados como por ejemplo, que recite de corrido “las cuatro novelas policíacas que más le han apasionado” o le piden que exprese sus complacencias sobre quién sería mejor entrenador del Real Madrid “Benítez, Mourinho o Schuster”. Preguntas a las que el simpar Federico no duda en contestar con la repelencia que le es característica.
Soy consciente de que este largo post, sin embargo, no ha contestado la pregunta que lo ha motivado:
¿Cómo es posible que ofreciendo una mercancía tan previsible, tenga Federico Jiménez Losantos tantos seguidores?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Uins... con la política hemos topado y con el Losantos nos hemos encontrado. Las primeras veces que formé parte de la audiencia de Fede fue porqué la rueda del dial fue a parar a su frecuencia como fruto de la casualidad. Otra vez fue porqué me dormí con la radio portátil y, por la mañana, me despertaron los primeros albores de la mañana con la voz de Losantos como banda sonora. Alguna que otra vez, lo he escuchado como mera curiosidad malsana. Según leí en un periódico,es precisamente la proliferación de sujetos que, como yo, lo escuchan aún siendo contrarios a él, lo que ha hecho que su audiencia se haya multiplicado de manera espectacular.

Particularmente, no me gusta lo que hace. No porqué yo sea una especie de teenybopper del objeto de sus [poco constructivas] críticas, sino porqué creo que hay maneras y formas más adecuadas de mostrar tu disconformidad hacia un tema o persona. Tendencias políticas a un lado (no quiero decir nada más aquí, que luego ya sabes lo que pasa) lo cierto es que coincido plenamente contigo en cuanto a la visión de la radio como un medio mágico que, en un mundo donde todos hablan pero pocos escuchan, consigue acercar a las personas por medio de las ondas y hacer que, aunque sea sólo por un breve periodo de tiempo, ESCUCHEN lo que alguien tiene que decir.

Anónimo dijo...

m.dijo...

Oye, no te lo tomes a mal, pero porque como cojuncion causal no lleva tilde.

http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=porque

Saludos
Pablo

Anónimo dijo...

Oye, no te lo tomes a mal; pero "porque", como conjunción causal, no lleva tilde.

Anónimo dijo...

Gracias,

Pablo