Donau Insel o, mejor dicho, uno de los brazos del Danubio cruzado por el puente que une la ciudad con la Isla del Danubio. Foto flickr. Usuario: weisserstierEl calendario y Dolores
23 de Abril.- Un blog como este, tan preocupado por el libro y su futuro, no podía dejar pasar una fecha como la de hoy sin felicitar a sus lectores por el día en que se celebra que a alguien, una vez, se le ocurrió juntar letras sobre un papel para dejar un recuerdo de su paso por el mundo.
Hoy se celebra el día del libro porque, según una falacia muy extendida, los dos mayores escritores del mundo occidental murieron tal día como hoy hace algunos cientos de años. Me estoy refiriendo, naturalmente, al bueno de Bill Shakespeare y a nuestro Cervantes. Ambos murieron un 23 de Abril de 1616 ¿Y en dónde radica la falacia? Pues queridos lectores: Cervantes y Shakespeare murieron, efectivamente, en la misma fecha, pero no en el mismo día. De hecho, uno sobrevivió diez días al otro. Porque 1616 fue un año importante para la historia de la humanidad. Se cambió el calendario Juliano por el Gregoriano, llamados así en recuerdo de los papas que los instituyeron. Para corregir los defectos encontrados en el primero, se tomaron dos medidas: una, corregir todas las fechas en diez días y dos, añadir un día más cada cuatro años al mes de febrero: había nacido el año bisiesto. Así, nuestro amigo Bill, que vivía en Inglaterra –en donde el cambio de calendario se realizó más tarde- vivió diez días más que nuestro buen maese Don Miguel, yendo a morir, por nuestro calendario, tal que el día 3 de Mayo de 1616.
Este jaleo con los calendarios también ha tenido otra consecuencia curiosa, muchísimo más tarde.
Para la historia ha quedado que la revolución rusa de 1917 ocurrió en el mes de octubre de ese año, cosa que se encargó de perpetuar, por ejemplo, la famosa película muda de Sergei Eisenstein. Sin embargo, en la Rusia zarista regía el calendario Juliano (no se habían unido aún a nuestro cómputo del tiempo), debido a lo cual los famosos acontecimientos de ese año, que culminaron con la caída de la monarquía y la subsiguiente guerra civil que terminó en la URSS, sucedieron, según el cómputo hoy más extendido en el hemisferio occidental, a primeros de noviembre de 1917. Esta diferencia también es responsable de que los ortodoxos celebren la navidad diez días despues que nosotros, o sea, cuando nuestros niños están recogiendo sus regalos de reyes.
Tras esto, que se proponía ser una pequeña aclaración y ha terminado como el libro gordo de petete (qué tiempos aquellos), diré que este fin de semana he estado disfrutando de unos maravillosos días de abril, durante los cuales he aprovechado para coger un poco de soltura con mi bici nueva. Mis amigos la han bautizado ya como “Dolores” debido a las varias piñas que me he dado mientras la probaba y que me han señalado las piernas con las pruebas de mi escasa pericia. No se me podía pedir más, me temo. Porque hacía quince años aproximadamente que no me subía en un trasto como mi bici, a la que ya me une la relación ambivalente de la gente que vive maltaratada por lo que más quiere. De resultas de la cantidad de kilómetros que he hecho tengo las asentaderas para los leones y las piernas, ya digo, como un Ecce Homo. Recuento: raspón en la rodilla izquierda, morado de un palmo en la cara interior del muslo de la misma pierna, que me hice al hacer un extraño con la barra de la bici (que nadie me pregunte cómo, que todavía no lo sé). Tengo doloridas todas las partes en contacto con el sillín (no entro en detalles) y el tobillo derecho también raspado debido a una maniobra sospechosa que hice con el pedal. En fin, que no sigo más.
De todas maneras, decir que Viena es el paraíso de la bici y que está tan bien señalizada que, en comparación, Madrid está en la edad de piedra (de hecho, lo está, porque nuestro alcalde está más preocupado de horadar túneles para los coches que en favorecer medios limpios y cómodos, aunque algo peligrosos al principio, como la bici). Los ciclistas son respetados y tienen semáforos propios y carriles diferentes en las calles. Rutas para bici, alejadas de los coches (o en contacto con ellos sólo en sitios necesarios) recorren toda la ciudad para uso de los ciudadanos. O sea, que en Viena se puede no tener coche y moverse fantasticamente. Además, y como no podía ser de otra forma en esta ciudad tan dada a la cuadrícula, las normas de convivencia entre el paisanaje y los ciclistas son rigurosas. Por ejemplo: en el metro no puede haber más de dos bicis por vagón y la bici, por cierto, paga billete: uno de niño.
Todas estas cosas las he ido aprendiendo a la vez que me daba piñas contra el suelo.
Me aseguran que esto sucede durante los primeros cien años. Espero que sea así, porque si no, me voy a tener que comprar el Trombocid por kilos.
(Mamá, no te preocupes que yo soy muy exagerao, tampoco es la cosa para tanto)
Hoy se celebra el día del libro porque, según una falacia muy extendida, los dos mayores escritores del mundo occidental murieron tal día como hoy hace algunos cientos de años. Me estoy refiriendo, naturalmente, al bueno de Bill Shakespeare y a nuestro Cervantes. Ambos murieron un 23 de Abril de 1616 ¿Y en dónde radica la falacia? Pues queridos lectores: Cervantes y Shakespeare murieron, efectivamente, en la misma fecha, pero no en el mismo día. De hecho, uno sobrevivió diez días al otro. Porque 1616 fue un año importante para la historia de la humanidad. Se cambió el calendario Juliano por el Gregoriano, llamados así en recuerdo de los papas que los instituyeron. Para corregir los defectos encontrados en el primero, se tomaron dos medidas: una, corregir todas las fechas en diez días y dos, añadir un día más cada cuatro años al mes de febrero: había nacido el año bisiesto. Así, nuestro amigo Bill, que vivía en Inglaterra –en donde el cambio de calendario se realizó más tarde- vivió diez días más que nuestro buen maese Don Miguel, yendo a morir, por nuestro calendario, tal que el día 3 de Mayo de 1616.
Este jaleo con los calendarios también ha tenido otra consecuencia curiosa, muchísimo más tarde.
Para la historia ha quedado que la revolución rusa de 1917 ocurrió en el mes de octubre de ese año, cosa que se encargó de perpetuar, por ejemplo, la famosa película muda de Sergei Eisenstein. Sin embargo, en la Rusia zarista regía el calendario Juliano (no se habían unido aún a nuestro cómputo del tiempo), debido a lo cual los famosos acontecimientos de ese año, que culminaron con la caída de la monarquía y la subsiguiente guerra civil que terminó en la URSS, sucedieron, según el cómputo hoy más extendido en el hemisferio occidental, a primeros de noviembre de 1917. Esta diferencia también es responsable de que los ortodoxos celebren la navidad diez días despues que nosotros, o sea, cuando nuestros niños están recogiendo sus regalos de reyes.
Tras esto, que se proponía ser una pequeña aclaración y ha terminado como el libro gordo de petete (qué tiempos aquellos), diré que este fin de semana he estado disfrutando de unos maravillosos días de abril, durante los cuales he aprovechado para coger un poco de soltura con mi bici nueva. Mis amigos la han bautizado ya como “Dolores” debido a las varias piñas que me he dado mientras la probaba y que me han señalado las piernas con las pruebas de mi escasa pericia. No se me podía pedir más, me temo. Porque hacía quince años aproximadamente que no me subía en un trasto como mi bici, a la que ya me une la relación ambivalente de la gente que vive maltaratada por lo que más quiere. De resultas de la cantidad de kilómetros que he hecho tengo las asentaderas para los leones y las piernas, ya digo, como un Ecce Homo. Recuento: raspón en la rodilla izquierda, morado de un palmo en la cara interior del muslo de la misma pierna, que me hice al hacer un extraño con la barra de la bici (que nadie me pregunte cómo, que todavía no lo sé). Tengo doloridas todas las partes en contacto con el sillín (no entro en detalles) y el tobillo derecho también raspado debido a una maniobra sospechosa que hice con el pedal. En fin, que no sigo más.
De todas maneras, decir que Viena es el paraíso de la bici y que está tan bien señalizada que, en comparación, Madrid está en la edad de piedra (de hecho, lo está, porque nuestro alcalde está más preocupado de horadar túneles para los coches que en favorecer medios limpios y cómodos, aunque algo peligrosos al principio, como la bici). Los ciclistas son respetados y tienen semáforos propios y carriles diferentes en las calles. Rutas para bici, alejadas de los coches (o en contacto con ellos sólo en sitios necesarios) recorren toda la ciudad para uso de los ciudadanos. O sea, que en Viena se puede no tener coche y moverse fantasticamente. Además, y como no podía ser de otra forma en esta ciudad tan dada a la cuadrícula, las normas de convivencia entre el paisanaje y los ciclistas son rigurosas. Por ejemplo: en el metro no puede haber más de dos bicis por vagón y la bici, por cierto, paga billete: uno de niño.
Todas estas cosas las he ido aprendiendo a la vez que me daba piñas contra el suelo.
Me aseguran que esto sucede durante los primeros cien años. Espero que sea así, porque si no, me voy a tener que comprar el Trombocid por kilos.
(Mamá, no te preocupes que yo soy muy exagerao, tampoco es la cosa para tanto)
3 comentarios:
En efecto: hoy es la festividad por excelencia de mi tierra. Libros, libros, libros. Y rosas, rosas, rosas. Como lectora empedernida que soy, es una fiesta que disfruto mucho y en la que aprovecho para comprar reservas literarias para mi almacén de lectura particular. Los títulos que me he afincado esta vez: “Jóvenes esposas” de Olivia Goldsmith (literatura ligera, en la línea de Bridget Jones, pero que siempre entra bien), “Superstición” de Karen Robards y “Malicia” de Rachel Lee (estos dos últimos de suspense e intriga, que también me gusta mucho). Menudo post el de hoy: cultura y sabiduría en estado puro. Ya lo digo yo: eres una enciclopedia. Ains… lo de la Rusia zarista es otro de los temas que siempre he seguido con interés. A los 13 años me dio por leerme toda la vida y milagros de la última familia imperial. Lectura recomendada: “Los Romanov: capítulo final”. A ver si lo releo un día de estos.
PS: Paco: tú vecino... esto... a ver. Ya sé que no tengo ningún derecho ni ningún copyright sobre él. Pero esto ha dolido. [** Música cursi ON**] Estaban las babitas molonas campando a sus anchas ante tal despliegue de rubialidad, sintiéndose m. orgullosa cual mamá de la criatura al verlo ahí arriba recogiendo su trofeo, cuando de repente… [**Música cursi OFF**/ Sonido de “se jorobó el disco” ON**] aparece una mujer no identificada (pero vista en ocasiones anteriores) en escena que ocupa un lugar preferencial en la fila de butacas. Ah… vale. Ya. Lo entiendo. Era de esperar. Viendo a la woman en cuestión, se deduce que al molón le gustan las emociones fuertes. Míralo… angelito. ¿Quién lo diría? A saber qué aberraciones le hará esta mujer con pinta de sadomaso al pobrecito. Pero bueno: si es feliz así. Pero... ¿¿¿POR QUÉ???¡¡¡ JOOOOOOOOO !!!
Fe de errata: el "tú" del segundo párrafo va sin acento. Antes de que me condenen a morir lapidada con diccionarios de la RAE :P
Oh, cielos! Pero, ¿cómo? ¿Cervantes muerto? ¿No le habían dado hoy un premio? Debe tratarse de una conspiración...
Publicar un comentario