La larga noche
2 de Junio.- Una vez al año se celebra en Viena la larga noche de las iglesias (lange nacht der Kirchen). Consiste la cosa, como la larga noche de los museos, y otras largas noches, en que todas las iglesias de Viena se engalanan y celebran diferentes actividades como conciertos y coloquios.
En las más antiguas, sobre todo en el distrito uno, también se realizan visitas guiadas a lugares que están cerrados normalmente. Ayer, durante mi primera larga noche de las iglesias, peregriné sólo por las del primer distrito, y aún así me quedé sin ver algunas cosas como, por ejemplo, un concierto que la filarmónica de Viena y los famosos niños cantores daban en la Hoffburgkapelle, al que no pude pasar porque, a pesar de llegar una hora antes del principio, ya había una cola (fila, Concha, fila) que daba la vuelta al patio de la Schatzkammer. Aún así, vi las criptas de la Franziskaner Kirche –con luz natural- y de la Schottenkirche –a la luz de las velas- lo cual resultaba doblemente tenebroso porque las llamas vacilantes dibujaban sombras chinescas en las calaveras y en los angelotes de caras desconchadas.
La cripta de la Franziskaner Kirche, en su parte más burguesa, contiene una espléndida colección de ataúdes del siglo XVIII, de adultos y de niños, primorosamente decorados, algunos con los lienzos originales saliéndoles por entre las comisuras. Viéndola, uno se acordó de aquellas palabras de la liturgia, cuando el sacerdote pide por “aquellos hermanos nuestros que durmieron en la esperanza de la resurrección”, porque no puedes dejar de pensar que aquella fila ordenada de catafalcos está llena de larvas de unas misteriosas mariposas que están esperando a que se den las condiciones adecuadas para despertar lentamente y desplegar las alas. Aquellos humildes despojos de los burgueses del dieciocho, contemporáneos de Mozart, que experimentaban ya las tensiones que darían lugar a la revolución francesa, parecían estar esperando un ordenado turno de preguntas.
Mientras hacía piernas esperando mi turno para visitar las catacumbas de la catedral, también me entretuve en espiar las conversaciones de la gente que había a mi alrededor, con resultados curiosos. Por ejemplo, que los austríacos tienen una relación con las iglesias en tanto que edificios muy afectuosa (no parecen tenerla de otra manera con la Iglesia como institución, porque pagan “religiosamente” el impuesto que contribuye a sostenerla). Por ejemplo, una mujer se lamentaba de que no había podido, como yo, entrar en el concierto de la Hoffburgkapelle, y decía que no era tanto su lamento por la música (al fin y al cabo, te compras un cd y lo escuchas en tu casa tan ricamente) sino porque se había casado en aquella iglesia y siempre que podía, pues iba. También tengo que decir que, entre los asistentes a las actividades (particularmente en el Stephansdom) no había mucha gente de la que en España esperarías ver en una iglesia. De hecho, yo no sé si era por la música de órgano o por la especial decoración, en la catedral vi siniestros y siniestras, jóvenes y jóvenas, turistas catalanes un poco despistados (debieron fliparla, al comparar con la imagen carca que tiene la iglesia española), personas que iban con niños, todos armados con su guía (impresa a todo color gracias al dinerete de su Kirchensteuer) y disfrutando de las actividades. Aunque, también es verdad que, como en todo, siempre hay barrios. En la Minoriterkirche, en la que se celebraba un coloquio con el cardenal de Austria bajo el título “todo lo que siempre quiso preguntarle al cardenal” la concurrencia era más o menos pija –las señoras arrugaban la boca como cierres de bolso cuando les tiraba fotos- y la iglesia de los caballeros de Malta –preciosa, y precioso el uniforme de los miembros y las miembras de la orden, un punto ciencia ficción- estaba llena de cristianos digamos del ala dura del Concilio de Trento.
Como siempre, uno piensa que otro gallo le cantara a la Iglesia española (tome nota la Conferencia Episcopal) si se dejara de monsergas que a nadie le interesan y demostrase de lo que es capaz. Si de verdad la iglesia se quiere acercar a los fieles y que los fieles pongan su crucecita en la declaración de la renta, debería pensarse organizar, una vez al año, una de estas jornadas de puertas abiertas. Lo hicieron con aquello de Las Edades del Hombre, y les fue fenomenal.
No sé, siempre es una idea.
Para muestra de cómo fue la cosa, aquí dejo algunas fotos.
En las más antiguas, sobre todo en el distrito uno, también se realizan visitas guiadas a lugares que están cerrados normalmente. Ayer, durante mi primera larga noche de las iglesias, peregriné sólo por las del primer distrito, y aún así me quedé sin ver algunas cosas como, por ejemplo, un concierto que la filarmónica de Viena y los famosos niños cantores daban en la Hoffburgkapelle, al que no pude pasar porque, a pesar de llegar una hora antes del principio, ya había una cola (fila, Concha, fila) que daba la vuelta al patio de la Schatzkammer. Aún así, vi las criptas de la Franziskaner Kirche –con luz natural- y de la Schottenkirche –a la luz de las velas- lo cual resultaba doblemente tenebroso porque las llamas vacilantes dibujaban sombras chinescas en las calaveras y en los angelotes de caras desconchadas.
La cripta de la Franziskaner Kirche, en su parte más burguesa, contiene una espléndida colección de ataúdes del siglo XVIII, de adultos y de niños, primorosamente decorados, algunos con los lienzos originales saliéndoles por entre las comisuras. Viéndola, uno se acordó de aquellas palabras de la liturgia, cuando el sacerdote pide por “aquellos hermanos nuestros que durmieron en la esperanza de la resurrección”, porque no puedes dejar de pensar que aquella fila ordenada de catafalcos está llena de larvas de unas misteriosas mariposas que están esperando a que se den las condiciones adecuadas para despertar lentamente y desplegar las alas. Aquellos humildes despojos de los burgueses del dieciocho, contemporáneos de Mozart, que experimentaban ya las tensiones que darían lugar a la revolución francesa, parecían estar esperando un ordenado turno de preguntas.
Mientras hacía piernas esperando mi turno para visitar las catacumbas de la catedral, también me entretuve en espiar las conversaciones de la gente que había a mi alrededor, con resultados curiosos. Por ejemplo, que los austríacos tienen una relación con las iglesias en tanto que edificios muy afectuosa (no parecen tenerla de otra manera con la Iglesia como institución, porque pagan “religiosamente” el impuesto que contribuye a sostenerla). Por ejemplo, una mujer se lamentaba de que no había podido, como yo, entrar en el concierto de la Hoffburgkapelle, y decía que no era tanto su lamento por la música (al fin y al cabo, te compras un cd y lo escuchas en tu casa tan ricamente) sino porque se había casado en aquella iglesia y siempre que podía, pues iba. También tengo que decir que, entre los asistentes a las actividades (particularmente en el Stephansdom) no había mucha gente de la que en España esperarías ver en una iglesia. De hecho, yo no sé si era por la música de órgano o por la especial decoración, en la catedral vi siniestros y siniestras, jóvenes y jóvenas, turistas catalanes un poco despistados (debieron fliparla, al comparar con la imagen carca que tiene la iglesia española), personas que iban con niños, todos armados con su guía (impresa a todo color gracias al dinerete de su Kirchensteuer) y disfrutando de las actividades. Aunque, también es verdad que, como en todo, siempre hay barrios. En la Minoriterkirche, en la que se celebraba un coloquio con el cardenal de Austria bajo el título “todo lo que siempre quiso preguntarle al cardenal” la concurrencia era más o menos pija –las señoras arrugaban la boca como cierres de bolso cuando les tiraba fotos- y la iglesia de los caballeros de Malta –preciosa, y precioso el uniforme de los miembros y las miembras de la orden, un punto ciencia ficción- estaba llena de cristianos digamos del ala dura del Concilio de Trento.
Como siempre, uno piensa que otro gallo le cantara a la Iglesia española (tome nota la Conferencia Episcopal) si se dejara de monsergas que a nadie le interesan y demostrase de lo que es capaz. Si de verdad la iglesia se quiere acercar a los fieles y que los fieles pongan su crucecita en la declaración de la renta, debería pensarse organizar, una vez al año, una de estas jornadas de puertas abiertas. Lo hicieron con aquello de Las Edades del Hombre, y les fue fenomenal.
No sé, siempre es una idea.
Para muestra de cómo fue la cosa, aquí dejo algunas fotos.
Catacumbas de la catedral.- en esta habitación en particular, se encuentran las vísceras de los cáiseres en unas latas con la forma de sombrereras. Los corazones están en otra iglesia y el resto de la casquería en la Kapuziner Kirche, como todo el mundo sabe (chico, qué despiece)
Cripta de la Franziskanerkirche con sus ataúdes ordenaditos
Cripta de la Franziskanerkirche con sus ataúdes ordenaditos
1 comentario:
La catedral de San Esteban, con esa luminaria es verdad que invita más al bailoteo que al recogimiento.
!Qué visita tan chula! De todos modos, no me seas tan negativo, Paco, que de todo hay en la viña del Señor y nunca mejor dicho, cosillas aquí también se hacen, he disfrutado en iglesias patrias tanto de visitas como de hermosos conciertos pero yo creo que parte del problema aquí es que el interés por la cultura sigue siendo algo inferior al que hay en otros paises europeos y ni sacamos partido a lo que tenemos ni cuando se saca hay bofetadas por ir a verlo, hay excepciones pero ¡ay!
Besos y felicidades por tu post nº 200. Un placer ser una de tus lectoras, siempre disfruto mucho.
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