5 de Agosto.- Atención, pregunta: ¿En qué ciudad de centroeuropa puede verse este letrero tan racial como hispánico? (no anuncia ningún evento taurino, tan sólo un bar).

!Premio! En Bratislava, capital de Eslovaquia.
Ayer, tras una larga lucha, conseguí ir a Bratislava por gentileza de los ferrocarriles austríacos a la ida y de los eslovacos a la vuelta. La diferencia de trenes da la medida de la diferencia entre los dos países. Los austríacos son azules, climatizados, nada ruidosos. Los eslovacos !ay! -que diría Antonio Gala- una tartana. Cruzamos las fértiles campiñas de lo que antaño fue el imperio Austro-Húngaro (entre otros) para ver la antigua ciudad de Pressburg. Si a mí me interesaba, no era, por supuesto, por las elegantes (y algo ajadas) herencias de los predecesores de Franz Joseph, sino por lo que pudiera quedar de la dictadura comunista (desde que vivo aquí, mi hobby es el totalitarismo). Y lo que queda es un país auténticamente pobre que lucha por resurgir de un período oscuro a base de echarle a la vida buen humor.
Mientras me acercaba a Bratislava (precisamente por el lado del barrio comunista), se veían al lado de las vías unas chabolas que recordaban a las que Quino dibuja en las tiras de Mafalda. Apenas cuatro cartones, un neumático y poco más. Y uno pensaba que, en contra de lo que algunos intelectuales más o menos izquierdosos han pensado siempre, la miseria no es bonita. Ni es romántica. Ni engendra ningún tipo de enriquecimiento en el ser humano. La miseria empobrece al hombre no sólo fisicamente, sino de manera espiritual. Durante mucho tiempo, en la Europa de posguerra, fue fácil para muchos intelectuales progresistas escribir sobre las bondades de los regímenes amamantados por el PCUS. Pero lo cierto es que la gente de la calle pasaba mucha necesidad a pesar (o quizá a causa de) los planes quinquenales. No hay más que ver cómo están (aún hoy) esos países.
En fin, que me pierdo. Pasemos a la siguiente diapositiva.
El centro de Bratislava es ahora un lugar restaurado con fondos de la UE, pero aún quedan, por aquí y por allá, algunos restos de ese Art-decó tieso-épico-lírico- festivo y muy pesado, que caracterizó el llamado Realismo Socialista. En Bratislava están en lo que, supongo, fue la sede del partido Comunista, en el Museo Municipal, y en la estación de ferrocarriles (que se cae a cachos, por cierto). En ella, hay un mural en el que, si uno se fija bien, puede verse, taladrando los espacios siderales en nombre del proletariado, una coqueta representación del Sputnik.

Esta es la plaza mayor de Bratislava. Muy bonita. Y llena de españoles que se dedicaban a competir con los italianos por ver quién gritaba más.

Una de las calles principales del centro. Con sus cúpulas de bulbo y sus torres y sus cosas que recuerdan a cualquier ciudad austríaca.

El teatro nacional eslovaco. Un edificio muy bonito en las cercanías del hotel Hilton.
Por cierto, y para terminar, una recomendación cinematográfica. Ayer, en un cine de verano vi "El último rey de Escocia". Fenomenal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantan las fachadas pintadas de colores. Parece algo muy tipico en las ciudades centroeuropeas. Aqui somos mas sosos, o si no las dejamos que se llenen de mierda.
¡Que faena!