Foto: flickr
Panorama desde la cinta andadora
Garcilaso, que al bien siempre aspiraste/ y siempre con tal fuerza le seguiste,/ que a pocos pasos que tras él corriste, /en todo enteramente le alcanzaste


27 de Noviembre.- He recuperado estos días uno de mis lujos de Madrid: el gimnasio. No lo he podido hacer antes porque me ha costado encontrar uno que se aproximase –de lejos- a las calidades y los precios que me ofrecían en mi país. Desde aquí lo digo: los servicios públicos en España, en ese aspecto, son de descubrirse la cabeza y hacer la reverencia.
Pero bueno: tras una búsqueda que me ha producido más cansancio que resultados, por fin me he apuntado a uno. Es un gimnasio normalito, lleno de gente normalita (de ahí su interés para mí) que me ha permitido comprobar que la fauna en Austria y en España viene a ser igual pero, como siempre, distinta.
Por ejemplo: mi amigo Perequé dice que en el sur tenemos fobia a lo feo, y tiene toda la razón. Esto explica dos cosas: a) que en España haya una uténtica fiebre por la proteína, el aminoácido y la pesa y b) que en los reinos de la proteina, el aminoácido y la pesa la gente procure desnudarse con mucho pudor. No puedo hablar de las chicas (que, sospecho, viven angustiadas por la dictadura del modelo impuesto en la publicidad) pero en los vestuarios masculinos la cosa ha cambiado bastante de unos años a esta parte. Antes, era normal ir en pelota con bastante desenfado, porque la preocupación por el cuerpo y su apariencia era una cosa de mujeres. Pero de unos años a esta parte, o tienes un cuerpo como para salir en Gladiator o en 300, o te da cosa andar por ahí enseñando tus vergüenzas y tus vellos supérfluos.
Para esto, sin encambio, los austriacos son mucho más desenvueltos. Dónde va a parar. Principalmente porque, salvo los vestuarios, hay muchos espacios que son mixtos como los sándwiches de jamón y queso. Por ejemplo, un dos tres, responda otra vez, las saunas y las duchas. Y allí que vas tú, te sientas en tu toalla a pasar calor y, a tu lado, como en el metro, una madre de familia de pechos planetarios y trasero que desafía al sistema métrico decimal. Y tan campante (como debe ser, por otra parte, aunque uno, desde su mentalidad mediterránea y conservativa no lo llegue a ver claro del todo).
O, te estás duchando y, de pronto, observas la siguiente escena: la madre de familia de antes que no llega a frotarse la espalda y que le pide, en plan comuna, al hippy cincuentón barbudo que se ducha a su lado que, si hace el favor le haga un frotamiento (todo esto, tratándole de usted en correctísimo alemán) y el hippy cincuentón, con su cinta, para que no se le vayan las greñas a la cara, que le restriega los lomos a la dama con un champú que huele a fresitas.
Vamos, que esto, se lo cuentas a un mudo y le crecen las piernas.
La fauna que habita los gimnasios, por otra parte, no es muy distinta de la española. Ayer lo observaba yo desde la relajante monotonía de mi cinta andadora (corredora, en este caso, que uno aspira a tener la vida del hamster).
Pasen y vean:
En la zona de las pesas, los simpáticos adeptos al lado más fascist...Digo, salvaje de la vida (mira mi bíceps tatuado). Es curiosa la afición de los eskinheads por ir lo más desastrados posible al gimnasio. Esto, en España es igual. Parece que la pulcritud se les acaba en el cráneo. Al lado de los eskinetes, individuos de aspecto patibulario (en el caso austríaco procedentes de los países del este) levantan unas mancuernas gigantescas mirándose la musculatura caballar. Por delante de ellos, cruza con paso cansino la chica anoréxica, apretando contra su pecho la fotocopia sobada en donde están apuntados sus ejercicios y sus pesos liliputienses.
Un poco más allá está el cuarentón voluntarioso, que no está dispuesto a dejar escapar el último tranvía. Este, entre serie y serie, mira a los espejos, acechando cualquier crecimiento en su musculatura.
El relleno, en el caso de mi gimnasio, lo constituyen una masa de abueletes que aspiran a triunfar en los bailes de verano a orillas del Danubio y que, de reojillo, miran a la escuálida profesora de la última disciplina que combina boxeo y areobic con la danza del vientre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo Paco:
Yo estoy muy orgulloso de mis michelines, que han prosperado desde la última vez que nos vimos, allá por tierras valencianas. Y tan contento, esperando que llegue la Navidad para darles el último empujón, a ver si exploto. Y es que ya lo dice el título de esa estupenda película: "Los hombres de verdad tienen curvas" ¿O eran las mujeres...? En fin, qué más da. ¡Vivan los feos! ¡¡Viva yo!!