Penélope Cruz en Volver

Diálogo de Marujitas
La de sus hijos fiel prenda/ y amorosa educadora;/ la sabia administradora/ de su casa y de su hacienda.

28 de Diciembre.- Es una cosa rara volver a escribir en un teclado con la ñ en su sitio, sin tener que hacer nada para cambiar la configuración. Sí: queridos amiguitos. Estoy en Madrid, disfrutando por una semana de la maravillosa sensación de entrar en un bar y poder pedir un pincho de tortilla (o, en su defecto, la tortilla entre pan y pan, que también es una sabrosa alternativa).
Llegué ayer, tras un viaje algo accidentado en un vuelo de Iberia en el que el azafato (o aeromozo, como sugiere la Academia) encargado de comentarnos a los pasajeros lo que teníamos que hacer en el caso de que el aparato se escoñara, no tenía ni puñetera idea de lo que tenía que decir (falló la grabación). También Iberia tuvo la gentileza de machacarnos con unos cuantos villancicos de María Ostiz (y no es coña); todo españolísimo. Reliquias, supongo, de aquellos momentos en que Ana Botella era inquilina de la Moncloa y la Ostiz la madrina oficiosa de la revolución cultural.
Tras dos años en la Viena de mis amores, ahora hay cosas españolas que me parecen de un costumbrismo entrañable y que, por lo mismo, me llaman la atención. Por ejemplo, que la gente habla y habla y habla y habla (o sea, y yo les entiendo). Pero no es la comprensión lo que me llama la atención, sino que la gente no para de contarse cosas los unos a los otros, de intercambiar información, o sea. Hoy por ejemplo, he estado en el hospital acompañando a un familiar enfermo. Y en el autobús una señora, y no es exageración ninguna, ha hecho corrillo contándole a quien quisiera oirla las aventuras de sus hijos.
Me hacen mucha gracia esas frases que escucho como de peli de Almodóvar. Ejemplo sacado de la conversación de esta señora:
-Pues me llama una vecina, hija, y me dice: te llamo para decirte una cosa de tu hijo. Y yo, ¿De cual? Del alto con rastas. Y yo, chica: Mi Manolo
Y así.
Esas cosas, que me hacen ilusión porque yo soy muy marujo y fan total de la Subcultura Maruja, que me parece la última reserva de la españolidad.
También me hace mucha gracia lo que el lenguaje televisivo ha contaminado el habla normal de la gente. Por ejemplo, una de las que estaban escuchando a la de “Mi Manolo” le decía, seria, como comentando un caso de malos tratos a una famosa:
-Es que tú la suerte que has tenido es no tener hijos conflictivos.
Y la madre de las criaturas:
-No, si conflictivos no, claro. Aunque no te creas: todos tenemos nuestras cosas.
Nos hemos enterado, por supuesto, de que la señora, para obrar como Elsa Anka todos los días, desayuna por orden médica sus dos piezas de fruta y sus cereales (o galletas de cereal, ha puntualizado cargada de razón) y, asimismo, nos hemos enterado de sus hábitos de ingestión de bebidas alcohólicas durante estas fiestas.
Se me ha olvidado decir que, al fondo del autocar, un señor ha llamado a otro para explicarle que a) se encontraba en el autobús y b) que había comprado no sé qué artículo. Después se ha extendido en otras consideraciones domésticas que, los demás, nos hemos tenido que tragar sin poder hacer nada.
Entiende uno que el sistema austríaco y su obsesión por la intimidad, es un poquito un exceso. Pero de ahí a lo de las galletas de cereal, va un abismo, claro. Un abismo entrañable, pero abismo al fin y al cabo.
Por cierto, en España, una maravillosa temperatura tropical. Fantásticos cinco grados. Yo, voy casi en mangas de camisa.
Qué primor.

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