Perder para ganar
Mi querida niña:
Algunas veces, tengo la sensación de que escribo estas cartas al dictado. Sé que te parecerá una ridiculez e, incluso, a mí me da cierta vergüenza confesarlo públicamente. Pero el hecho es que, normalmente, el lunes de cada semana llega la primera frase o el tema en forma de amable sugerencia. Yo diría que con cierta puntualidad. Esta semana, estaba pasando por delante de un Libro –cadena de papelerías austríaca- que hay cerca de mi casa cuando, en la oscuridad, pude ver el perfil de una idea.
Se me representó claramente que, en lo tocante a los afectos, es muy sensato muchas veces perder para ganar.
Todos tendemos a aferrarnos a las personas que queremos. Pero muchas veces, tras este aferrarse a los sentimientos, hay otras cosas. Mucho más oscuras, menos confesables. Sobre todo, miedo.
Todos, Ainara, empezamos a recorrer el camino que nos hace únicos nada más venimos a este mundo. Crecer consiste en conquistar poco a poco parcelas de libertad. Al principio, no sabes comer. Después, tu problema máximo consiste en enfrentarte a la rebelde lazada de los cordones de los zapatos. Luego, vienen las derivadas, las integrales. Manejar el amor. Asumir como propio un estilo de vida y unas decisiones que te llevan por un camino o por otro. Al principio, el final de esta cadena de pasos que te llevan a escenarios cada vez más ricos y complejos, no es percibida por la gente que te quiere. La fascinación que provocan las pequeñas conquistas de un niño es tal, que pocos ojos perspicaces se dan cuenta de que, si ese proceso tiene éxito, culminará con la autonomía y la independencia, el viaje solitario del intrépido pájaro joven. Dejar volar solos a aquellos a los que queremos exige una enorme dosis de generosidad. Exige aprender a reconocer que el otro es una persona que tiene derecho a caer, a equivocarse, a una ayuda que no interfiera en sus propias decisiones, sino que le ayude a aprender.
Está aún muy lejano el día en que tú pidas esa clase de independencia, pero llegará. Lucharás, como todos hemos hecho, por conquistar esas parcelas de libertad. Perderás en protección. Con suerte, ganarás en sabiduría.
Puede sucederte, sin embargo, que intentes abdicar de esa responsabilidad de buscar tu propio camino. Te ampararás probablemente en los pretextos que la sociedad ha inventado para maniatar a los niños buenos. Estudiarás lo que no te guste por agradar a tus padres. Te entregarás a titánicas tareas que te servirán para rellenar un tiempo que deberías estar dedicando a otras cosas. Desoirás la canción que te diga que debes salir a la pista, a bailar. Huye de esas tentaciones como se huye de la lengua venenosa de un amigo falso. Porque, más tarde o más temprano, la vida vendrá a pedirte cuentas por lo que no hiciste en su momento, aunque no lo hayas hecho escudada en la más santa de las excusas. Si algún día estas palabras tienen un sentido para ti habrá significado que habrás dejado de hacer algo que debías, y habrás amparado tu miedo y tu pereza detrás de pretextos que, aparentemente, te habrán dejado la conciencia tranquila y habrán hecho sonreir a los demás como a gatos satisfechos.
El mensaje es: no tengas miedo de desagradar, Ainara. Lucha por lo que crees. Si es justo, si es hermoso y si es decente, merecerá la pena enfrentarse a los juicios de los que te quieren. Sus objeciones te ayudarán a perfeccionar tus planes. En ningún caso deben frenarte del todo. Sólo plantearte tus acciones de manera más realista.
Releyendo esta carta, Ainara, no sé si he cumplido bien el mandato de esa voz semanal que te contaba. Me queda el consuelo de que, cuando te surjan dudas, me escribirás. Y, como la vida es así, quizá sea a mí al que le toque poner objeciones a tus planes. Si es así, recuerdame amablemente que, para conservar lo que uno tiene, a veces, es necesario aflojar los lazos con una sonrisa elegante.
Muchos besos de tu tío.
PS: Termino esta carta el día del trigésimo cumpleaños de tu padre. Felicidades otra vez, hermano.
Algunas veces, tengo la sensación de que escribo estas cartas al dictado. Sé que te parecerá una ridiculez e, incluso, a mí me da cierta vergüenza confesarlo públicamente. Pero el hecho es que, normalmente, el lunes de cada semana llega la primera frase o el tema en forma de amable sugerencia. Yo diría que con cierta puntualidad. Esta semana, estaba pasando por delante de un Libro –cadena de papelerías austríaca- que hay cerca de mi casa cuando, en la oscuridad, pude ver el perfil de una idea.
Se me representó claramente que, en lo tocante a los afectos, es muy sensato muchas veces perder para ganar.
Todos tendemos a aferrarnos a las personas que queremos. Pero muchas veces, tras este aferrarse a los sentimientos, hay otras cosas. Mucho más oscuras, menos confesables. Sobre todo, miedo.
Todos, Ainara, empezamos a recorrer el camino que nos hace únicos nada más venimos a este mundo. Crecer consiste en conquistar poco a poco parcelas de libertad. Al principio, no sabes comer. Después, tu problema máximo consiste en enfrentarte a la rebelde lazada de los cordones de los zapatos. Luego, vienen las derivadas, las integrales. Manejar el amor. Asumir como propio un estilo de vida y unas decisiones que te llevan por un camino o por otro. Al principio, el final de esta cadena de pasos que te llevan a escenarios cada vez más ricos y complejos, no es percibida por la gente que te quiere. La fascinación que provocan las pequeñas conquistas de un niño es tal, que pocos ojos perspicaces se dan cuenta de que, si ese proceso tiene éxito, culminará con la autonomía y la independencia, el viaje solitario del intrépido pájaro joven. Dejar volar solos a aquellos a los que queremos exige una enorme dosis de generosidad. Exige aprender a reconocer que el otro es una persona que tiene derecho a caer, a equivocarse, a una ayuda que no interfiera en sus propias decisiones, sino que le ayude a aprender.
Está aún muy lejano el día en que tú pidas esa clase de independencia, pero llegará. Lucharás, como todos hemos hecho, por conquistar esas parcelas de libertad. Perderás en protección. Con suerte, ganarás en sabiduría.
Puede sucederte, sin embargo, que intentes abdicar de esa responsabilidad de buscar tu propio camino. Te ampararás probablemente en los pretextos que la sociedad ha inventado para maniatar a los niños buenos. Estudiarás lo que no te guste por agradar a tus padres. Te entregarás a titánicas tareas que te servirán para rellenar un tiempo que deberías estar dedicando a otras cosas. Desoirás la canción que te diga que debes salir a la pista, a bailar. Huye de esas tentaciones como se huye de la lengua venenosa de un amigo falso. Porque, más tarde o más temprano, la vida vendrá a pedirte cuentas por lo que no hiciste en su momento, aunque no lo hayas hecho escudada en la más santa de las excusas. Si algún día estas palabras tienen un sentido para ti habrá significado que habrás dejado de hacer algo que debías, y habrás amparado tu miedo y tu pereza detrás de pretextos que, aparentemente, te habrán dejado la conciencia tranquila y habrán hecho sonreir a los demás como a gatos satisfechos.
El mensaje es: no tengas miedo de desagradar, Ainara. Lucha por lo que crees. Si es justo, si es hermoso y si es decente, merecerá la pena enfrentarse a los juicios de los que te quieren. Sus objeciones te ayudarán a perfeccionar tus planes. En ningún caso deben frenarte del todo. Sólo plantearte tus acciones de manera más realista.
Releyendo esta carta, Ainara, no sé si he cumplido bien el mandato de esa voz semanal que te contaba. Me queda el consuelo de que, cuando te surjan dudas, me escribirás. Y, como la vida es así, quizá sea a mí al que le toque poner objeciones a tus planes. Si es así, recuerdame amablemente que, para conservar lo que uno tiene, a veces, es necesario aflojar los lazos con una sonrisa elegante.
Muchos besos de tu tío.
PS: Termino esta carta el día del trigésimo cumpleaños de tu padre. Felicidades otra vez, hermano.
1 comentario:
Otro gran consejo el que le das hoy. Me ha venido a la cabeza una frase de un tal Herbert Bayard Swope que se me quedó impresa en la retina desde el día en que la leí y que jamás he logrado olvidar. Creo que ilustra bien el post de hoy:
“I cannot give you the formula for success, but I can give you the formula for failure: which is: Try to please everybody.”
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