En la web espacio natural aseguran que esta es la flor de la zanahoria. Habrá que creerles, ¿No?
Zanahoria, te quiero por lo que eres

9 de Abril.- Querida sobrina: tengo un compañero de trabajo sueco (una de esas personas con una biografía que da para varias novelas).
Un día, este chico se levantó con la sensación de que había ganado demasiado peso en los últimos tiempos, así que decidió ponerse a régimen. Una dieta leonina de esas que te tienen con la ojera puesta y soñando con pollos asados, como Carpanta.
Como es un hombre con mucha fuerza de voluntad –que no le ha servido para dejar el tabaco, pero esa es otra- decidió que sólo comería ensaladas. Y como, en Suecia, las delicias del zumo de la aceituna son desconocidas, el pobre chaval prácticamente se las comía crudas.
Daba pena verle, la verdad.
A mí me hacía mucha gracia porque le veía pinchar aquellas verduras secarronas (las que venden en esas tarrinas de plástico, previamente cortadas y regadas con cualquiera sabe qué aditivos) y le veía mirar las largas tiras de zanahoria con la misma cara de un náufrago que se viera obligado a comer cosas asquerosas; hasta que un día, le dije (en inglés, pero por ser tú, subtitularé el diálogo):

-G. Tienes un problema. Está muy bien que comas zanahorias, pero tienes que aprender a que te gusten. No puedes estar comparando las zanahorias con un solomillo jugoso o con un trozo de chocolate.

Y el va, y se pone:(*)

-Pero es que no puedo dejar de pensar en el solomillo y en el chocolate.

Y yo, me puse:

-Tienes que aprender a amar a las zanahorias por sí mismas. Es como las personas, si no puedes cambiarlas, aprende a querer lo que tienen de bueno. A ver, repite conmigo –y pinché un trozo de zanahoria- zanahoria: te quiero por lo que eres. Te quiero por ti misma.

El pobre hombre se descojonaba de risa (es un sueco con mucho sentido del humor), y no conseguía mentalizarse de que yo le estaba hablando completamente en serio.
Una de las cosas que más ayudan a vivir, Ainara, es aprender a amar lo que a uno le conviene (bueno, primero uno tiene que tener identificado lo que a uno le conviene, por supuesto). En otras palabras: en esta vida escasean los momentos chocolate, y en cambio, abundan demasiado los momentos pan. Pero sin los momentos pan, la brillantez de los momentos chocolate queda muy empalidecida. Dado que esto es así, y al objeto de aumentar la cuota de felicidad que tenemos asignada, parece lógico pensar que hay que empezar a apreciar las cualidades del pan. Que es un poco soso, sí; que quizá no tenga la cafeina que el chocolate contiene (es ese el truco que nos hace sentir bien cuando nos lo comemos, o sea que la felicidad que produce el chocolate también es engañosa); pero es constante, y leal. Siempre se puede confiar en un buen pan. Lo mismo que siempre se puede confiar en una buena zanahoria.
En esta vida, Ainara, hay pocas situaciones que no tengan algo bueno (la muerte, quizá, sea la única cosa). El juego está en, ante una situación dada, encontrar lo que la hace divertida.
Esto que, sobre el papel, parece fácil, exige en realidad un entrenamiento diario y constante y las dosis de fuerza de voluntad de un atleta olímpico. Tu tío, por ejemplo, no consiguió que le gustara la carrera que estudió (a pesar de haberlo intentado, y deseado, con todas sus fuerzas) aunque ha tenido más éxito con otras cosas, como por ejemplo, con el alemán.
Todo es cuestión, supongo, de paciencia.

Besos de tu tío.
(*) Esto es una cosa que decían mis contemporáneas cuando eran niñas y estaban contando historias.

6 comentarios:

con Ka dijo...

Si todo fuera chocolate nos aburriríamos enseguida. Para eso está el pan, para compensar y hacer que exista lo extraordinario. Con lo rico que es el chocolate entre pan y pan.

Y con lo ricas que son las zanahorias, hay que ver estos suecos.

Anónimo dijo...

Hace falta lo malo para saber apreciar lo bueno. Aunque si puedo evitarme lo malo, mejor. A todos nos gusta vivir bien.

Marona dijo...

Siento ser tan frívola, pero me he reído mucho imaginándote con el trozo de zanahoria pinchado diciendo "zanahoria, te quiero por lo que eres" :D:D

Anónimo dijo...

Acertada píldora de sabiduría.
Todo esto ya lo sabían nuestra abuelas, pero entonces la gente era más resignada y/o tenía menos pájaros en la cabeza.
A mí me ha venido bien, porque por motivos intrínsecos a mi propio momento histórico personal, ando pensando en chocolate (que fuera del plano metafórico ni siquiera me hace gracia) y despreciando el pan (así sea de pueblo) que me sustenta.
Lo dicho, que cada cual dé las gracias a su ser supremo favorito por el pan de cada día. Amén.

Saludos desde el sur.

Paco Bernal dijo...

Hoy toca contestación de comentarios.
A Karmele: bien dices: las zanahorias están buenísimas, aparte de ser estupendas para la vista. Lo del aceite de oliva es que es un tema muy desconocido. Aquí a Austria, por ejemplo,llegó en los ochenta, no te digo más. Antes cocinaban con manteca.
A m.muchas veces no es malo lo que hay que apreciar, sino simplemente rutinario, aburrido, abundante...
a mar: jajajaja. La verdad es que nos reimos mucho con lo de la zanahoria, y se ha convertido en una especie de broma privada entre los dos.
a la persona del sur:todos tenemos momentos en los que nos gustaría estar haciendo otra cosa que lo que estamos haciendo. Es natural. Lo mucho cansa siempre.

Saludos a todas,
P.

Anónimo dijo...

¡Ay, cómo vengan los tiempos del hambre!