El poderoso influjo de los actos

3 de Septiembre.- Querida Ainara: Desde que empezó a pensarse a sí mismo, el ser humano se preocupó del enigma que suponen los otros. De cual debía ser su actitud ante esa masa de caras, de voces y de intenciones en principio desconocidas que nos acompaña durante toda nuestra vida.
No resultó fácil llegar a un acuerdo y, de hecho, aún no se ha logrado ninguno. Dependiendo de si al filósofo le tiraron de las orejas en el colegio o de si fue un ídolo entre sus condiscípulos, el hombre fue para el hombre una bestia sanguinaria o un ser fundamentalmente bueno que sólo se corrompía debido a las necesidades de la supervivencia o a la influencia de las pocas manzanas podridas que había en el barril.
El siglo XX, del cual eres hija, aunque hayas nacido en la primera década del siguiente, lo mismo que trajo la bombilla trajo también la maldad tecnológica, total, sistemática, entendida como el desprecio absoluto de los seres humanos por los seres humanos, a los que se reducía, literalmente, a cenizas, con una eficacia nunca igualada hasta entonces. O a quienes se condenaba a una reclusión mil veces peor que la desaparición física, porque les privaba de la humanidad imprescindible. Del ser.
A lo largo de tu vida, tendrás una relación ambivalente con los otros a los que, desde el principio, y por tu propia seguridad, se te enseñará a temer.
“No aceptes caramelos de desconocidos”
“Espérame hasta que yo vaya a recogerte”.

En este catálogo de advertencias entrarán también, sin duda, avisos más o menos velados contra los abusadores de niñas (cuyo azote es relativamente nuevo). Es poco probable, sin embargo, que quienes te eduquen hagan tanto énfasis en el hecho de que la relación con los otros es una calle de doble sentido. Tú también tienes una responsabilidad con cada una de las personas que trates a lo largo de tu vida. A través de ti aprenderán lo que tú decidas enseñarles. Estará en tu mano que ellos piensen que el hombre es un lobo para el hombre o que, después de todo, aún hay gente buena en este mundo.
A lo largo de tu vida te darás cuenta, Ainara, de que los demás influirán en ti, aún cuando no estén presentes; como en mí han influido e influyen seres que hace tiempo que no están. Amigos a los que hace años que no veo, o ese profesor que ya solo vive (desgraciadamente) en las anécdotas que contamos tu padre y yo, y cuya memoria veneramos; incluso el ser más abyecto, el que te haya hecho sufrir más, contará para ti, Ainara. Estará siempre presente y, por lo mismo, modelará la respuesta que tengas ante los otros.
Serás, aunque no te lo propongas, ejemplo, Ainara, en la medida en que otros te imiten.
Si eres colaboradora, positiva, si la calumnia se detiene en tin, si ante la cólera reaccionas con calma, y ante la cabeza perdida, como decía Rudyard Kipling, reaccionas con sentido común, habrás contribuido a hacer de este mundo un lugar un poco mejor.
Besos de tu tío.

4 comentarios:

amelche dijo...

Me encantan las cartas a tu sobrina. Espero que las recopiles y se las entregues todas juntas cuando sea mayor.

Anónimo dijo...

que cartas mas chulas le escribes a tu querida sobrina, un beso cariño de mami chao

Paco Bernal dijo...

Hola!
Gracias a las dos por los comentarios y por los elogios (que sin duda me merezco jajajajaja). No, es coña.
Tengo yo dudas, de todas formas, de que mi sobrina se lea los tochos que le escribo. Igual, para cuando ella sea mayor ya ni se estila leer. Quién sabe.
Saludos,
Paco

amelche dijo...

Claro que te mereces los elogios, hombre.

Bueno, si vieras a mis alumnos adolescentes, leer, lo que se dice leer, te aseguro que no se estila nada de nada. Y mucho menos escribir algo más largo que un sms plagado de K, TQ y otros miles de abreviaturas y faltas de ortografía. Pero en fin, hay que intentarlo. "Predica, que algo queda", me digo a mi misma cuando me estampo contra la pared adolescente y, cabezona, decido seguir atacando.