Por fin llegó la cosecha, hermano. El candidato Haider, se remanga por Austria (foto: www.bzoe.at)
Regadíos y secanos

4 de Septiembre.- Ya están pegados los carteles para las elecciones que se nos avecinan. Muy inteligente, por cierto, la decisión de Haider de posicionarse como un producto absolutamente diferente de Strache. Aparece el Señor Súper de Carintia en entornos rurales, relajado, de sport, en tonos nada agresivos; parece que está anunciando un vino o algo así.
El mensaje es claro ya desde la apariencia: él trabaja, él se remanga, él va en vaqueros, él está con la gente. Strache, el otro candidato ultra, posa con sonrisa profident –en un fotomontaje de lo más grosero, por cierto- de traje. Una de esas combinaciones de camisa blanca y americana gris (acompañada por los indefectibles vaqueros de pata ancha) que parecen componer el uniforme del mediopijo vienés cuando sale de copas. Como dicen aquí, Ganz Anders.
No quiero pasarme en estas primeras líneas con el comentario de texto de las campañas electorales de los diferentes partidos –que quisiera hacer otro día con más calma- pero la otra noche, mi Ingrid (Turhner), moderó un duelo entre Molterer (ÖVP, conservador) y Strache; la cosa tenía su morbo porque, si los vaticinios de los augures se cumplen, es muy probable que alguien se tenga que entender con el chico de la sonrisa indestructible; y los candidatos más obvios son los conservadores. En este encuentro cara a cara, en el que se mascaba la tensión, Molterer decidió presentarse ante sus electores como un europeista convencido, y un partidario de que todo debe hacerse de la ley a la ley; en contraposición con un Strache que aboga porque Austria abandone la UE y compense el descalabro económico subsiguiente con creativas medidas legales y financieras.
Como digo, el comentario de texto de la campaña, que sin duda será tedioso para aquellos de mis lectores que no sean, como yo, yonkis de la política, lo dejo para otro momento.
Quisiera hablar hoy de otra cuestión.
Uno de mis pasatiempos favoritos es sentarme entre un grupo de gente y observar cómo respiran. Si son austriacos, mejor, porque me ayuda a conocer este país que me acoge.
Hoy, en el curso que estoy haciendo, me he dedicado a este inofensivo matarratos de dar un paso atrás y observar la realidad como si estuviera viendo una obra de teatro en la que los personajes se comportan sin tener ni idea de que alguien los observa.
Ha surgido una conversación en la que un par de ciudadanos aborígenes han conversado a propósito de cómo son los austriacos. O sea: los aborígenes vistos por los propios aborígenes. Tema con supermorbo total.
Yo tengo una teoría: si en estas conversaciones se cambiase el nombre del país, los comentarios que se hacen en este tipo de charlas valdrían en Austria, en España y estoy seguro de que en Francia, Italia, Inglaterra y el Universo Mundo.
Según estos dos señores, los austriacos son envidiosos –en contraposición de sus vecinos del norte, que no conocen este feo defecto-; malpensados, y negativos. Muy negativos.
Otro aborigen me decía el otro día que él reconocía en los austriacos una cierta inclinación morbosa a la tristeza y a la queja; en suma, a la insatisfacción.
Yo quisiera matizar que, aunque esto sea así en líneas generales (lo de la tristeza, de la envidia no hablo) los austriacos no llegan al punto destructivo de los españoles, que somos muy quejicas, porque para ellos el valor de la jerarquía es fundamental. Es impuesto, incluso diría que brutalmente, a todas las capas de la sociedad. Austria es un país en el que, los que las poseen, se enorgullecen de sus diferencias sociales. En todas las tarjetas figura el título que uno ha conseguido en la Universidad delante del nombre (A mí en España nunca se me ocurriría poner el mío en el Curriculum, y aquí debo hacerlo so pena de que me consideren un indocumentado). Es cierto también de que, a pesar de todo el tralará de los valses, los austriacos perciben la vida desde un base un tanto lúgubre. De todas maneras, y a pesar de lo que decían estos dos señores, no creo que sean más ni menos envidiosos que el resto de los ciudadanos de este mundo y tampoco me parece que sean peor pensados.
Quiero terminar con un ejemplo de humor austriaco. Chiste:
Diferencia entre un vienés y un alemán de Hamburgo:
Los dos venderían hasta a su abuela (pausa) pero el hamburgués haría el servicio post-venta.
Para partirse la caja.

3 comentarios:

Te de llimona dijo...

Ei, hola, qué tal?

La verdad es que desconocía bastante la política en Austria... pero he buscado los nombres que has puesto en google (st. google!) y me han salido como candidatos de derechas o de ultraderecha... ¿La izquierda allí no triumfa nada?
Sobre lo que comentas de la percepción que tienen los austríacos de ellos mismos... yo también creo que tendemos a vernos peor de lo que somos... Es aquello de: la hierba del vecino siempre parece más verde (traducción cutre del inglés).
Y otra pregunta... (pesada soy): ¿alemanes y austríacos no se llevan bien o es una leyenda?
Un saludo!

Paco Bernal dijo...

Hola!
Gracias por tu comentario.
A ver, por partes. Los dos candidatos de los que hablaba son, efectivamente, de ultraderecha. Y ambos tienen una historia en común que les aporta morbo extra. Si te interesa, la investigo y la cuento un día.
En cuanto a la izquierda, o sea, el Partido Socialista, ganaron por el pelo de un calvo (con perdón) las pasadas elecciones. Pero dada su gestión mientras han estado en el poder, no sé qué me da que no lo van a tener tan fácil esta vez. En esto, como en todo, hay esterotipos. El tópico más al uso es que las grandes ciudades son de izquierdas (Viena, es un bastión rojo, por ejemplo) y el campo es de derechas. Pero, como en todo, es una verdad a medias.
Alemanes y austriacos. No: no es una leyenda. Se llevan tan a matar como los celtíberos con los gabachos cuando nos tiraban los camiones de fresas. Ahora bien: como estamos más al norte, la rivalidad es más civilizada.
Espero haber contestado a tus preguntas.
Saludos,
Paco

Te de llimona dijo...

Las has contestado perfectamente bien.

Gracias!