Policías austriacos en la faena de detener a un presunto
El peso de la ley

28 de Noviembre.- Lo primero que a uno se le viene a la cabeza al entrar a una comisaría es de dónde diantres sacarán las ideas los decoradores de series españolas de policías (y ladrones). En la tele, las comisarías tienenuna pinta a medio camino entre el local sadomaso y la biblioteca pública (ese ladrillo visto, ese acero por todas partes, esas escaleras para salvar las diferencias de nivel tipo loft). En realidad, las dependencias policiales se parecen más, generalmente, a la conserjería de la oficina del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) de un pueblo perdido de Siberia.
Esto tuvieron ocasión de comprobarlo K. y su marido, M. que viven a orillas del Salzbach (como mis lectores pueden comprobar fácilmente a nada que visiten su interesante blog, ver barra lateral). Los dos están en Viena en estos momentos porque hace unas semanas decidieron darse un rulillo por la capital del reino (austriaco) y como son gente cariñosa, contactaron conmigo. Tras intercambiarnos correos y llamadas fijamos una hora y un lugar (céntrico) y yo llamé a mi primo N. para vernos también. Total, que llegó el día D (ayer) y, después de levantar la economía austriaca en la medida modesta de mis fuerzas, me subí al tranvía. Di que estaba yo rodeado de aborígenes cuando suena el telefonino. Era K. Al principio pensé que se habían perdido ella y su marido, pero no había tal. Escuchen mis lectores lo que me dijo con voz apuradísima:

-Mira Paco, que estamos en el Starbucks de la Ópera y hay aquí una mujer que dice que es policía y que ha visto a un tipo intentar robarnos. Dice que si la acompañamos a comisaría a poner una denuncia. ¿Qué hacemos? Es que tampoco estamos seguros de que sea una policía de verdad.
-¿Pero os ha enseñado la placa?
-Nos ha enseñado una identificación.
-Joé.
-Dice que para que nos fiemos se va a traer a un compañero de uniforme.
-Pues chica, no sé. Si aparece el de uniforme digo yo que tendréis que ir con él. De todas maneras, a mí me quedan diez minutos de viaje. En cuanto pueda, os localizo.

Así quedamos. Colgué el teléfono y llamé a mi primo, por si hubiera dado la casualidad de que a él le hubiera dado por llegar un cuarto de hora antes. También estaba en camino. De todas formas tuve que esperarle poco en el lugar convenido. Los dos juntos, nos pusimos en la puerta de la comisaría (o sea, de la conserjería del PCUS) y, tras empujar un portón que había conocido sus mejores días en la época del Emperador Paco Pepe, le explicamos nuestra problemática al policía portero. Muy campechanote, nos dijo que allí no había españoles ningunos.

-Pero mire usted, Herr Polizist, que les han traido aquí y...

Al oir la palabra españoles un compañero chaparrete que pasaba por allí, reaccionó (loado sea el Señor):

-¿Españoles? Sí, aquí están.

K. y su santo estaban sentados en un cuartillo chiquitín que ocupaban, además, el agente que les estaba tomando declaración y la bigarda que les había abordado en el Starbucks (utilizo esta tribuna para decirlo: a mí me aborda semejante bigarda diciendo que es policía y se me aclara el pelo tres tonos). Nada más entrar, me pregunta el poli:

-¿Habla usted alemán?
-Sí.
-¿Y qué relación tiene usted con estas dos personas?
–mirada angustiada de los declarantes, momento de tensión ambiental.
-Somos amigos.

Dicho esto, en español, les dije:

-No se os ocurra darme la mano ni nada, que este señor va a notar que no nos hemos visto nunca.

(Porque claro, nuestra amistad era, hasta ayer, radicalmente cibernética).
El policía, majísimo, nos pidió el carnet de identidad, y después de explicarle que los españoles tenemos un hecho diferencial con nuestros apellidos (tenemos dos: en el resto del mundo la gente tiene uno) y que la aplicación que la policía austriaca utiliza para llevar la cuenta de los malhechores se quedase colgada un par de veces (¿Ves? Le dijo el poli a su compañera, Microsoft tenía que ser) la verdad es que el ambiente se distendió bastante y, parece ser, que el peso de la ley cayó sobre el choricete: un pobre diablo que sólo llevaba para identificarse una tarjeta del BIPA –conocida cadena de perfumerías-; tócate los pies.
Resuelto el inconveniente y ya en la calle, nos saludamos como Dios manda y nos fuimos a conocer el Christkindlmarkt de la plaza del ayuntamiento.
Por cierto, que sólo nos tomamos dos ponches, pero yo he tenido todo el día un resacón hípico (o sea, de caballo).
Es que ya uno, no puede beber.
Actualización: por cierto, que se mi ha olvidado decir que la tarde de ayer fue superplacentera, que K. y su santo son una gente fantástica y que queda pendiente una cumbre bloguera en Salzburgo con los primos Mar y Toni. Un saludo, guapetes :-)

5 comentarios:

con Ka dijo...

Joé, ¿y ahora qué cuento yo en mi bló?
Jaja, nos ha encantado la crónica del suceso, pero sobre todo muchas gracias por vuestra ayuda y compañía :)
Fue una tarde memorable, en muchos sentidos. La próxima vez prometemos no meteros en líos.

Encantados de haberos conocido (en carne y hueso).
MyK.

amelche dijo...

No se os puede dejar solos. Hacéis una quedada bloguera española y acabáis en comisaría. :-D

Anónimo dijo...

Jeje, yo también suelo decir lo de Paco Pepe... Interesante anécdota, y decir que momentos así creo que son gracias a dios excasos en una ciudad que presume de ser la tercera capital más segura del mundo. Esperemos que siga así...

Paco Bernal dijo...

Hola a todos!
Ya estoy de vuelta. Gracias por vuestros comentarios.
A K.y M.: Uy! Pues no te quedan cosas que contar. Fotos, impresiones, aromas...Esto fue sólo una pequeña anésdota sin isportancia ninguna :-) Por cierto, que hoy, viniendo de Munich hemos pasado a un tiro de piedra de vuestra morada.
Para nosotros también fue un placer que nos conociéramos y queda pendiente esa cumbre, eh?
A Amelche: jajajaja. Eso decíamos nosotros, que joé, vaya manera de poner el pie en una ciudad, los pobres. Suerte que fue todo bien y no hubo que lamentar daños personales ni materiales (o sea, que lo del robo se quedó en intento)
A Pyro: A mí, las paranoias que traía de Madrid se me han pasado completamente, y la verdad es que incidentes como este son muy raros. Por el contrario, si alguien se encuentra una cartera (ver post alusivo) la deposita en la comisaría, o si alguien se encuentra algo lo deja en un lugar visible para que lo encuentres. O sea, que la gente aquí, por regla general, es honradísima.
Saludos,
P.

JOAKO dijo...

¡Que vida más interesante!, sabrás que fuiste un héroe por un día.