8 de Abril.- Querida sobrina: muchas veces, no te engaño, siento una especie de vértigo al echar la vista atrás y darme cuenta de cómo ha cambiado mi vida en los últimos años. No me arrepiento nunca, naturalmente, pero es inevitable pensar que, si no hubiera dicho sí al reto de la emigración, probablemente mi vida sería diferente. Más convencional sin duda, más parecida a la de mis amigos y conocidos (españoles).
Otras veces también me sucede que, estando en medio de una conversación, no puedo evitar darme cuenta de que algunas personas que están alrededor de la mesa, no se hubieran conocido si yo no hubiera decidido seguir la llamada del destino que me ha traído a Viena. Es una sensación muy extraña también, el pensar que uno influye de esta manera (a veces tan determinante) en la vida de los otros.
A mí me gusta que mis amigos se conozcan aunque, no te engaño, la cosa no suele funcionar. Al principio, no podía entenderlo. Si eran amigos míos ¿Por qué no podían ser amigos entre sí? Me costó muchísimo descubrir que, para bien o para mal, yo soy capaz de desnudarme completamente de prejuicios cuando conozco a otra persona. Generalmente, me siento y escucho, tratando de hacerlo siempre como si fuera la primera vez. Poniendo todo mi interés en entender por qué esa persona es así, qué circunstancias la han puesto en el punto en donde nuestras vidas se han cruzado. No siempre es fácil alcanzar este grado de limpieza, de inocencia “forzada” pero nunca hay que dejar de intentarlo. A cada interlocutor hay que darle toda la buena fe con que nos gustaría que nos escuchasen a nosotros.
Esto motiva mucho cachondeo en nuestra familia. Las lenguas de doble filo dicen que un día, en mi vida, podría darse la situación de que yo conociese a un extraño y se estableciese el diálogo siguiente:
-Y tú, ¿A qué te dedicas?
-Pues mira, yo soy asesino en serie: me gusta descuartizar ancianas.
-Mira oye, qué interesante ¿Y en trozos grandes o pequeños?
Mi lujo, Ainara, son mis amigos. Presumo de que me honran con su amistad personas muy diferentes; yo veo en todas puntos fundamentales en común (la bondad, una cierta manera de ver la vida, esta pretensión en la que yo insisto mucho en estas cartas de dotar de calidad al trato con otra gente).
Trata siempre de poner interés en entender a la gente, Ainara, y encontrarás tesoros a los que otros renuncian con demasiada ligereza. Gentes interesantes que harán tu vida más rica, más profunda, más ancha. En definitiva: harán que tu vida merezca más la pena ser vivida.
Un beso de tu tío,
Paco
Otras veces también me sucede que, estando en medio de una conversación, no puedo evitar darme cuenta de que algunas personas que están alrededor de la mesa, no se hubieran conocido si yo no hubiera decidido seguir la llamada del destino que me ha traído a Viena. Es una sensación muy extraña también, el pensar que uno influye de esta manera (a veces tan determinante) en la vida de los otros.
A mí me gusta que mis amigos se conozcan aunque, no te engaño, la cosa no suele funcionar. Al principio, no podía entenderlo. Si eran amigos míos ¿Por qué no podían ser amigos entre sí? Me costó muchísimo descubrir que, para bien o para mal, yo soy capaz de desnudarme completamente de prejuicios cuando conozco a otra persona. Generalmente, me siento y escucho, tratando de hacerlo siempre como si fuera la primera vez. Poniendo todo mi interés en entender por qué esa persona es así, qué circunstancias la han puesto en el punto en donde nuestras vidas se han cruzado. No siempre es fácil alcanzar este grado de limpieza, de inocencia “forzada” pero nunca hay que dejar de intentarlo. A cada interlocutor hay que darle toda la buena fe con que nos gustaría que nos escuchasen a nosotros.
Esto motiva mucho cachondeo en nuestra familia. Las lenguas de doble filo dicen que un día, en mi vida, podría darse la situación de que yo conociese a un extraño y se estableciese el diálogo siguiente:
-Y tú, ¿A qué te dedicas?
-Pues mira, yo soy asesino en serie: me gusta descuartizar ancianas.
-Mira oye, qué interesante ¿Y en trozos grandes o pequeños?
Mi lujo, Ainara, son mis amigos. Presumo de que me honran con su amistad personas muy diferentes; yo veo en todas puntos fundamentales en común (la bondad, una cierta manera de ver la vida, esta pretensión en la que yo insisto mucho en estas cartas de dotar de calidad al trato con otra gente).
Trata siempre de poner interés en entender a la gente, Ainara, y encontrarás tesoros a los que otros renuncian con demasiada ligereza. Gentes interesantes que harán tu vida más rica, más profunda, más ancha. En definitiva: harán que tu vida merezca más la pena ser vivida.
Un beso de tu tío,
Paco
2 comentarios:
¡Ostras! a mi me pasa casi lo mismo, tengo una tendencia casi patologica a comprender al otro y sus circustancias, el premio es un montón de amigos, el castigo algún que otro palo y la incomprensión de algún allegado que no entiende el porqué de mi actitud, cuando le explico que es por ganar amigos sencillamente no me cree.
Tengo un grupo nutrido de amigos, y hay uno de ellos que está en el centro de la genesis de nustra amistad, el está convencido de que es la pidra angular del grupo, lo que no sabe es la de veces que he tenido que intereceder por el ante otros miembros del grupo para que no le mandasen a paseo, mi amigo Iñaki es tremendamente egocentrico, y es incapaz de ver que el haber estado en el momento adecuado en el lugar exacto no es suficiente para esa maestria que cree tener.
Hola!
Yo también conozco esos palos de los que hablas, porque cuando uno traba amistad con personas tan diferentes tiende (no sé si será tu caso) a preferir a la gente fuera de lo normal, y a veces la gente fuera de lo normal es un poco inestable...Yo también suelo ser el intermediario entre posiciones contrapuestas y a veces es un poco lo que decíamos cuando éramos pequeños de "mierda pa'l mensajero que va y que viene". Pero la verdad es que resulta muy ENRIQUECEDOR tener muchísimos amigos con diferentes puntos de vista. A mí, por lo menos, me encanta.
Un abrazo
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