Cármen (o Carme) Elías, una de las más elegantes actrices españolas, mostrando orgullosa su merecido premio Goya por Camino de Jaime Fesser
Flor de Santidad(*)
18 de Junio.- Cuando yo era pequeño una regla no escrita decía que, para ser buenos, aquellos productos dirigidos al público infantil debían ser más lacrimógenos que un bote de gas lanzado por la policía.
Así, tuve (tuvimos, los de mi generación) que tragarnos un sinnúmero de películas y series en las que el protagonista era un desvalido huérfano, o se le moría su perro de peste porcina o su mejor amigo se quedaba ciego, o su madre palmaba atragantada con un trozo de chuleta.
La cresta de esta ola de maltrato psicológico infantil la constituyó, en mi opinión, una película de Antonio Mercero que se llamó Toby y que quizá alguno de mis lectores recuerde.
Iba la cosa de un niño tirando a pijín (pelito rubio, ojos rubios, dientes rubios, etcétera) al que de pronto le salían en la espalda unas querubínicas alas.
El sólo recuerdo de esta cinta me sigue revolviendo el estómago. Además, para agravar el tema, a las pretensiones de qualité de Antonio Mercero –inventor del engendro- se añadía la especialidad de la casa: secuencias pseudopoéticas en las que no se ahorraba ningún recurso, por rastrero que este fuera, a la hora de hacer llorar al respetable.
Yo no entendí un pimiento de las pretensiones culturetas del Don Antonio (más bien cursis, por otro lado) pero, sin duda, y empujado por el ambiente –no tengo personalidad-, lloré a lágrima viva de pena (y de asco) viendo los dos bultitos que le crecían a Toby sobre las clavículas. Fue un llanto desazonante, repito. Y a mí, en el cine, me gusta el llanto que desahoga.
Pues bien: ayer, mientras, tan a gusto, planchaba y sollozaba, o sollozaba y planchaba viendo Camino, pensé que Guillermo Fesser, su director, podría ocupar el trono nacional del rey de la lágrima que el señor Mercero, desde que hizo aquella peli de los niños con cáncer (qué manía, leche) ha dejado vacante.
Lo cierto es que Camino cumple con su función de hacer llorar hasta a las piedras más insensibles. Utiliza, eso sí, unos recursos un tanto merceriles (el ratoncito, las flores, etc) combinados con un punto gore que, en el universo del ilustre director de Farmacia de Guardia, hubieran sido imposibles.
Pero, igual que con Toby, cuando se llora con Camino uno no se desahoga, sino que queda preso en una atmósfera angustiosa que es sin duda uno de los méritos de una película que, sin ser redonda es, como decía mi hermano, “algo distinto” (y, añado, bastante mejor que la media del cine español que se hace hoy por hoy).
El otro mérito fundamental de esta película es el reparto y, en él, destaca de manera especial Cármen Elías (Carme, en los créditos, por aquello de que el guateque lo paga en parte la Generalitat de Catalunya).
La secuencia en la que, primero, le dicen a esta mujer que su hija fallece sin remedio y, después, a solas con ella, se da cuenta de que la criatura se ha quedado como la Niña de la Puebla, te pone las gónadas de corbata y, en potencial lacrimógeno, podría competir con aquel episodio de Verano Azul en el que Chanquete pasaba a una vida mejor (vamos: yo, concretamente, tuve que dejar la plancha porque ya no veía lo que estaba planchando).
Por supuesto, Camino también es una película que va abiertamente en contra del Opus Dei con una eficacia que está a años luz de El Código Da Vinci, por ejemplo (de hecho, si Camino se llamase The Way y pasase en Wisconsin, es muy probable que Fesser hubiera tenido una ración extra de publicidad gratuita que a sus productores les hubiera hecho la boca agua).
Es más eficaz, digo, porque Camino aspira a ser realista (con los peros que decíamos más arriba). Aunque los paréntesis merceriles, bien pensado, también alivian de una negritud creo que involuntaria que se parece a la grima (también involuntaria) que te entraba viendo Toby.
El pero que se le puede poner a Camino, en mi opinión, es que los malos de la peli (la gente del Opus que sale, excepción hecha de la hermana de Camino) son personajes con mucha menos profundidad que “los buenos” (con los que tampoco el guionista es que se haya matao, por otro lado, pero que son más humanos; véase para muestra la secuencia en la que los chavales hacen teatro). En todas partes cuecen habas, y es probable que en la Obra, como dijo aquel, se cuezan calderadas. Pero determinados extremos de crueldad mental me parece que son salir del realismo para campar a nuestras anchas en el terreno siempre resbaladizo del panfleto.
Aún así, se agradece muchísimo la voluntad de no hacer una película que no trate de la guerra civil o que elija como protagonistas a indivíduos que, dentro de sus circunstancias, sean personas con las que todos nos hubiéramos podido topar en la cola de la pollería.
(Y ahora, Fesser, rey, hazme una comedia, carita de emperador. Que no gano pa´disgustos, hijo).
Así, tuve (tuvimos, los de mi generación) que tragarnos un sinnúmero de películas y series en las que el protagonista era un desvalido huérfano, o se le moría su perro de peste porcina o su mejor amigo se quedaba ciego, o su madre palmaba atragantada con un trozo de chuleta.
La cresta de esta ola de maltrato psicológico infantil la constituyó, en mi opinión, una película de Antonio Mercero que se llamó Toby y que quizá alguno de mis lectores recuerde.
Iba la cosa de un niño tirando a pijín (pelito rubio, ojos rubios, dientes rubios, etcétera) al que de pronto le salían en la espalda unas querubínicas alas.
El sólo recuerdo de esta cinta me sigue revolviendo el estómago. Además, para agravar el tema, a las pretensiones de qualité de Antonio Mercero –inventor del engendro- se añadía la especialidad de la casa: secuencias pseudopoéticas en las que no se ahorraba ningún recurso, por rastrero que este fuera, a la hora de hacer llorar al respetable.
Yo no entendí un pimiento de las pretensiones culturetas del Don Antonio (más bien cursis, por otro lado) pero, sin duda, y empujado por el ambiente –no tengo personalidad-, lloré a lágrima viva de pena (y de asco) viendo los dos bultitos que le crecían a Toby sobre las clavículas. Fue un llanto desazonante, repito. Y a mí, en el cine, me gusta el llanto que desahoga.
Pues bien: ayer, mientras, tan a gusto, planchaba y sollozaba, o sollozaba y planchaba viendo Camino, pensé que Guillermo Fesser, su director, podría ocupar el trono nacional del rey de la lágrima que el señor Mercero, desde que hizo aquella peli de los niños con cáncer (qué manía, leche) ha dejado vacante.
Lo cierto es que Camino cumple con su función de hacer llorar hasta a las piedras más insensibles. Utiliza, eso sí, unos recursos un tanto merceriles (el ratoncito, las flores, etc) combinados con un punto gore que, en el universo del ilustre director de Farmacia de Guardia, hubieran sido imposibles.
Pero, igual que con Toby, cuando se llora con Camino uno no se desahoga, sino que queda preso en una atmósfera angustiosa que es sin duda uno de los méritos de una película que, sin ser redonda es, como decía mi hermano, “algo distinto” (y, añado, bastante mejor que la media del cine español que se hace hoy por hoy).
El otro mérito fundamental de esta película es el reparto y, en él, destaca de manera especial Cármen Elías (Carme, en los créditos, por aquello de que el guateque lo paga en parte la Generalitat de Catalunya).
La secuencia en la que, primero, le dicen a esta mujer que su hija fallece sin remedio y, después, a solas con ella, se da cuenta de que la criatura se ha quedado como la Niña de la Puebla, te pone las gónadas de corbata y, en potencial lacrimógeno, podría competir con aquel episodio de Verano Azul en el que Chanquete pasaba a una vida mejor (vamos: yo, concretamente, tuve que dejar la plancha porque ya no veía lo que estaba planchando).
Por supuesto, Camino también es una película que va abiertamente en contra del Opus Dei con una eficacia que está a años luz de El Código Da Vinci, por ejemplo (de hecho, si Camino se llamase The Way y pasase en Wisconsin, es muy probable que Fesser hubiera tenido una ración extra de publicidad gratuita que a sus productores les hubiera hecho la boca agua).
Es más eficaz, digo, porque Camino aspira a ser realista (con los peros que decíamos más arriba). Aunque los paréntesis merceriles, bien pensado, también alivian de una negritud creo que involuntaria que se parece a la grima (también involuntaria) que te entraba viendo Toby.
El pero que se le puede poner a Camino, en mi opinión, es que los malos de la peli (la gente del Opus que sale, excepción hecha de la hermana de Camino) son personajes con mucha menos profundidad que “los buenos” (con los que tampoco el guionista es que se haya matao, por otro lado, pero que son más humanos; véase para muestra la secuencia en la que los chavales hacen teatro). En todas partes cuecen habas, y es probable que en la Obra, como dijo aquel, se cuezan calderadas. Pero determinados extremos de crueldad mental me parece que son salir del realismo para campar a nuestras anchas en el terreno siempre resbaladizo del panfleto.
Aún así, se agradece muchísimo la voluntad de no hacer una película que no trate de la guerra civil o que elija como protagonistas a indivíduos que, dentro de sus circunstancias, sean personas con las que todos nos hubiéramos podido topar en la cola de la pollería.
(Y ahora, Fesser, rey, hazme una comedia, carita de emperador. Que no gano pa´disgustos, hijo).
(*)Esta entrada, con permiso de mis otros amabilísimos lectores, va dedicada con mucho cariño a mi hermano, que me regaló el DVD de Camino en su última visita. Espero que le divierta.
6 comentarios:
Es verdad, ¡qué dramones nos tragábamos de niños! Entre Marco buscando a su madre, que nunca la encontraba (¿o sí? ¿la encontraba y se moría? ya no me acuerdo, porque eran tropecientos mil capítulos en que las pasaba putas, con perdón, y venga a sufrir), después lo de Chanquete, que no me digas que no era una faena, en "Ruy, pequeño Cid", lo desterraban, Don Quijote nunca llegaba a encontrar a Dulcinea... ¿Tú crees que hemos crecido con traumas infantiles por ello? ¿O es peor la violencia y los insultos de los programas de cotilleos en horario escolar?
Mi querido Paco, no solo he visto Toby y comparto tu opinión, esta peli fue la que Mercero hizo inmediatamente despues de su taquillazo "La guerra de papá", y con el mismo actor infantil del que no recuerdo su nombre, pero que llegué a conocer por ser el novio de una chica de una pandilla que frecuantaba un bar en el Madrid de los noventa, siempre sospeche que mentarle al subsodicho la peli Toby era peligroso, pero en una ocasión tuve que personalmente parar el conato de pelea de un patoso con nuestro amigo Toby, que creo que, por lo menos en la adolescencia y primera juventud, odió a Mercero.
Camino me quede con las ganas de verla...en la tele la veré.
Muchas Gracias. Efectivamente, cuando me acuerdo de Toby me entra un sarpullido por todo el cuerpo que pa qué ...
Al menos, yo también agradezco que Camino no trate de la guerra civil, que ya huele.
Besos.
Hola!
Gracias por vuestros comentarios.
A Amelche: !Y se te ha olvidao Candy, Candy! Que aquello sí que era para cortarse las venas con la minipímer. Hombre, si tengo que elegir entre Marco y El Diario de Patricia (ahora, sin Patricia) yo creo que la elección está clara. Pero yo creo que a veces se pasaban un pelín con la cosa de llorar...¿No crees? Yo sigo traumatizao jajajaja.
a Joako: tu amigo/conocido se llama Lolo García (angelico, y nunca mejor dicho) y supongo que no le ha perdonado a sus padres que le llevaran al casting...jajaja. Es curioso, pero el actor que hace del padre de Toby me dirigió a mí muchos años más tarde en un curso de teatro que hice. Lo que es la vida.
En La Guerra de Papá, por cierto, salía Verónica Forqué, superjoven.
a mi hermano: sarpullido, esa es la palabra. Por cierto, ¿Has visto azul oscuro, casi negro? Me dicen que es muy buena (y tampoco trata de la guerra civil).
Abrazos
Azuloscurocasinegro a mí me encantó. No digo más, por si no la has visto. Pa dramón Slumdog Millionaire, la "echaron" en la filmoteca y la vi el viernes.
Hola!
Yo lo de slumdog millionaire...A mí es que las pelis con niños me tiran mucho para atrás. Ahora, que también me han hablado muy bien de la peli...Habrá que verla.
Saludetes
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