Piratas
19 de Junio.- Mientras me afeitaba hoy, he escuchado en la radio que una ciudadana estadounidense tendrá que pagar una multa de 1,2 millones de Euros (lo flipas) por bajarse de internet ilegalmente 24 canciones (y lo vuelves a flipar).
La verdad es que no hubiera prestado atención a la noticia si no hubiera sido porque el locutor ha usado la palabra “songs” para referirse al objeto del choriceo cibernético –estaba demasiado ocupado en que la perilla no me quedara torcida, como siempre-.
(Paréntesis: me pone malo la manía de los periodistas de utilizar palabras inglesas cuando hay palabras alemanas que dicen lo mismo; me parece de una horterada inenarrable que los textos se llenen de “stories”, “songs”, “babies”, etc. Se cierra paréntesis).
La verdad es que la noticia me ha retrotraido a un comentario que me hizo el otro día alguien muy cercano (español) en el sentido de que, en España, “ya nadie compraba películas” (vamos, ni discos ni nada). Y que todo el mundo se lo baja todo de internet. Ilegalmente, se comprende.
También he recordado esta reprimenda que nos echó hace poco el Congreso de los Estados Unidos, en la que se nos calificaba de paraíso de la piratería. Una especie de Isla de la Tortuga informática en la que todos los granujas tienen su acomodo.
En Austria la gente no se baja muchas cosas de internet. Entiendo que porque los aborígenes piensan a) que las películas están baratas y que no hace falta conseguirlas de manera ilegal, y no siempre segura, cuando uno se las puede comprar tranquilamente y b) porque, siendo los austriacos tan clasistas como son, consideran que estas piraterías son cosa de gente de poco nivel socio-cultural.
En los mercadillos, eso sí, se venden polos de Lacoste más falsos que un duro sevillano pero, en general, a los aborígenes (y lo digo también por mi propia experiencia comercial) les gustan las cosas originales porque así pueden presumir de ellas (y, por tanto, de la pasta que ganan y que les permite comprárselas); así como por una cuestión de calidad. En general, se tiene la sensación de que consumir un artículo pirateado es una cosa cutre, que desprestigia un poco al que lo hace.
Es la situación contraria a la española. En mi país la tolerancia social hacia aquellos que bajan películas, copian juegos y se llenan los discos duros de archivos ajenos es universal.
La gente en España se justifica argumentando que los bienes culturales están carísimos cuando en realidad, quizá quieren decir: ¿Por qué pagar por algo que puedo conseguir gratis?
Ahora bien: también es cierto que, en España, sigue sin resolverse el problema del reparto de los derechos de autor y también es cierto que hay mucha gente que vive (o sea, parasitariamente) de esos organismos que, teóricamente, garantizar a los artistas una seguridad económica para que pudieran seguir alegrándonos la vida pero que, en realidad son, en demasiadas ocasiones, refugio de mediocridades con alma de covachuelistas.
El organismo que se encarga de gestionar los derechos de autor de los artistas españoles es, hoy en día, y con muchísima diferencia, una de las instituciones con peor imágen del país (en buena parte, por la percepción social de que sus miembros son una especie de casta privilegiada sin clara utilidad pública). Sus socios (algunos de los cuales generan derechos de autor sólo por materiales publicados por esta organización–una especie de actividad cultural autopromovida y comatosa-) gozan de subvenciones, becas y otras prebendas que, teóricamente, salen de los materiales audiovisuales que todos compramos. La lógica está clara: si la gente, vía compra directa, deja de poner euros en el cestillo, se termina el chollo. Y eso, claro, hace pupita.
¿Significa esto que no tengan que existir organismos que gestionen los derechos de autor? En mi opinión, no. Sólo que los organismos actuales tienen que ser sometidos a una profundísima reforma que los haga transparentes y equitativos y que, por supuesto, no se conviertan en dadores de subvenciones a aquellos artistas que apoyen al Gobierno de turno (cualquiera que sea el Gobierno de turno).
Entonces, la piratería empezará a encontrar una solución.
La verdad es que no hubiera prestado atención a la noticia si no hubiera sido porque el locutor ha usado la palabra “songs” para referirse al objeto del choriceo cibernético –estaba demasiado ocupado en que la perilla no me quedara torcida, como siempre-.
(Paréntesis: me pone malo la manía de los periodistas de utilizar palabras inglesas cuando hay palabras alemanas que dicen lo mismo; me parece de una horterada inenarrable que los textos se llenen de “stories”, “songs”, “babies”, etc. Se cierra paréntesis).
La verdad es que la noticia me ha retrotraido a un comentario que me hizo el otro día alguien muy cercano (español) en el sentido de que, en España, “ya nadie compraba películas” (vamos, ni discos ni nada). Y que todo el mundo se lo baja todo de internet. Ilegalmente, se comprende.
También he recordado esta reprimenda que nos echó hace poco el Congreso de los Estados Unidos, en la que se nos calificaba de paraíso de la piratería. Una especie de Isla de la Tortuga informática en la que todos los granujas tienen su acomodo.
En Austria la gente no se baja muchas cosas de internet. Entiendo que porque los aborígenes piensan a) que las películas están baratas y que no hace falta conseguirlas de manera ilegal, y no siempre segura, cuando uno se las puede comprar tranquilamente y b) porque, siendo los austriacos tan clasistas como son, consideran que estas piraterías son cosa de gente de poco nivel socio-cultural.
En los mercadillos, eso sí, se venden polos de Lacoste más falsos que un duro sevillano pero, en general, a los aborígenes (y lo digo también por mi propia experiencia comercial) les gustan las cosas originales porque así pueden presumir de ellas (y, por tanto, de la pasta que ganan y que les permite comprárselas); así como por una cuestión de calidad. En general, se tiene la sensación de que consumir un artículo pirateado es una cosa cutre, que desprestigia un poco al que lo hace.
Es la situación contraria a la española. En mi país la tolerancia social hacia aquellos que bajan películas, copian juegos y se llenan los discos duros de archivos ajenos es universal.
La gente en España se justifica argumentando que los bienes culturales están carísimos cuando en realidad, quizá quieren decir: ¿Por qué pagar por algo que puedo conseguir gratis?
Ahora bien: también es cierto que, en España, sigue sin resolverse el problema del reparto de los derechos de autor y también es cierto que hay mucha gente que vive (o sea, parasitariamente) de esos organismos que, teóricamente, garantizar a los artistas una seguridad económica para que pudieran seguir alegrándonos la vida pero que, en realidad son, en demasiadas ocasiones, refugio de mediocridades con alma de covachuelistas.
El organismo que se encarga de gestionar los derechos de autor de los artistas españoles es, hoy en día, y con muchísima diferencia, una de las instituciones con peor imágen del país (en buena parte, por la percepción social de que sus miembros son una especie de casta privilegiada sin clara utilidad pública). Sus socios (algunos de los cuales generan derechos de autor sólo por materiales publicados por esta organización–una especie de actividad cultural autopromovida y comatosa-) gozan de subvenciones, becas y otras prebendas que, teóricamente, salen de los materiales audiovisuales que todos compramos. La lógica está clara: si la gente, vía compra directa, deja de poner euros en el cestillo, se termina el chollo. Y eso, claro, hace pupita.
¿Significa esto que no tengan que existir organismos que gestionen los derechos de autor? En mi opinión, no. Sólo que los organismos actuales tienen que ser sometidos a una profundísima reforma que los haga transparentes y equitativos y que, por supuesto, no se conviertan en dadores de subvenciones a aquellos artistas que apoyen al Gobierno de turno (cualquiera que sea el Gobierno de turno).
Entonces, la piratería empezará a encontrar una solución.
6 comentarios:
Pues yo debo ser de la escuela antigua, ¡me encanta tener los cd's de música, y si sólo quiero ver una película una vez (me pasa con las infantiles, je, je...) la cojo de la biblioteca y ya está.
Patricia Kaas hizo algo muy inteligente vendió su disco antes de que saliera al mercado a través de internet y por 6 euros.
Es cierto que la música en internet tiene una ventaja.. descubres grupos que de otra forma no oirías. Lo malo es cuando se convierte en esa picaresca tan española de me bajo lo que sea y en cantidades ingentes. Sé de gente que tiene pirateadas más música de la que podría oir en dos vidas y sólo por el afán de tener. Ains.
Me has inspirado un post, pásate por mi blog y leete mi comentario en forma de post
Hola a los dos:
Muchas gracias por vuestros comentarios.
a María: yo la verdad es que no tengo muchas cosas piratas porque, la verdad, no me merece la pena. Cinco euros o seis no van a ninguna parte y tienes siempre los extras en las pelis, que molan. Igual, lo que debería ser gratis serían, por ejemplo, como en las tiendas de discos, treinta segundos de canción, para que la gente pudiera descubrir (como tú dices) cosas que le gustan y que de otro modo no se compraría.
Y de lo del afán acumulativo...Es verdad. La gente se baja cosas que nunca escuchará sólo por el placer de saber que han sido gratis.
Saludetes:-)
A JOako: ya te he contestado en tu blog (espero que no te haya parecido largo jejeje).
Saludos
"La gente se baja cosas que nunca escuchará sólo por el placer de saber que han sido gratis."
Y eso no sólo pasa con internet, anda que no he visto yo gente pegarse por cosas que...
Es que es genético, si es gratis me lo llevo, sea lo que sea.
Ah, hace tiempo que no te comento, pero es que no te puedo seguir el ritmo, hombre :D
Prometo ponerme al día de tus posts. ¡Saludos!
Hola Paco!
Piratería... cantidad de ríos de tinta que han corrido sobre este tema. Mi opinión es sencilla (creo)... me parece que en éste país se ha perdido el norte con este tema y la gente ya baja cosas por bajarse... lo que ha comentado María.
Hace unos años recuerdo que comprarse un CD de música original era poco menos que un lujo. 3.000 y hasta 3.500 pesetas por discos nuevos (y de ahí no bajaban). Ésto pudiera haberse utilizado como argumento o justificación.
Hoy en día... a mi me encanta estarme ratos mirando CD´s en las tiendas... y francamente, hoy en día con un poquito que busques encuentras precios irrisorios. El truco es esperar un poco para comprarte lo más nuevo... a la semana y a las dos semanas el disco que costaba 17 o 18 euros baja a 12 o 10... y así en progresión.
¿Y la clase media?, gran invento de las grandes superficies, discos a 5 y 6 euros sólo por hecho de haber pasado unas semanas de su publicación.
Y si ésto no era suficiente, ahí tienes la Itunes Store. Otra justificación... ¡es qué no me voy a comprar un disco entero si sólo me gusta una canción!, bien, pues sin problemas... en Itunes cómprate la canción que quieras a 99 centimos de euro (parece que tengo acciones :)
Y por cierto, comentas: "lo que debería ser gratis serían, por ejemplo, como en las tiendas de discos, treinta segundos de canción, para que la gente pudiera descubrir (como tú dices) cosas que le gustan y que de otro modo no se compraría.", en Itunes ya existe la opción, pinchas sobre la canción y te ponen 30 segundos gratis.
Por todo lo anterior, y sin entrar en consideraciones sobre la creatividad artística de los autores (que creo es de por si un argumento más que suficiente), hoy en día bajarse cosas de internet no está justificado.
Un saludo!
Hola!
Gracias de nuevo por vuestros comentarios.
A Karmele: esto de lo gratis...Es la leche, tienes razón. La gente se pega por un tetrabrick de leche o por una canción. La gente somos así. En cuanto a la producción blogera, el Toni me dice igual cada vez que me ve jajajaja. Cuidaros mucho
A Jorge: yo creo que la respuesta es lo que decía Karmele: que la gente tiene la sensación de que es gratis y de que no pasa nada. Es el placer del robo impune. Yo lo flipaba de lo barata que es la música en España, la última vez que estuve en Madrid.
Un abrazo
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