Viena Directo

Un corte de Comizi d´Amore subtitulado en español

Palabras de Amor

8 de Junio.- Al traspasar la puerta del Film Casino se tiene la sensación de retroceder en el tiempo. Es una sala antigua, voluntariamente preservada de la modernidad. La decoración es Art Decó y data de los cincuenta. Papel pintado y espejos que adoptan formas ondulantes que remiten a palabras en desuso, como ambigú.
El Film Casino, sin embargo, gracias al gafapastismo militante, goza de muy buena salud; en él se proyectan películas francesas de esas en las que el diálogo se remansa y cuyos planos buscan, más que el entretenimiento del público, justificar una legislación proteccionista que ha hecho del cine francés ese kabuki que es hoy.
Los programadores del FC tambien organizan sabiamente jugosas retrospectivas y colaboran con otras salas vienesas en la organización de interesantes festivales. En el marco de uno de estos (Identities, del 4 al 12 de este mes) dedicado al cine de temática homosexual, ayer vi dos películas: Comizi d´Amore de Pier Paolo Passolini, y Before Stonewall, un documental facturado por dos señoras lesbianas muy divertidas que, una vez terminada la proyección, contestaron a las preguntas del multicolor público congregado.
A pesar de que esta última peli me gustó, tengo que confesar que Comizi d´Amore me tuvo con una sonrisa de sandía la mayor parte de la proyección.
Comizi es Passolini, un micro, una cámara y los italianos de los años sesenta hablando de sexo. Es una película entrañable con la que el público disfruta (sobre todo, el que venga de países latinos). Un film en el que todas las virtudes de Passolini brillan en todo su esplendor. Y todo a pesar de cierta moralina marxista que domina toda la cinta (tan propia de la época, por otra parte, pero sumamente trasnochada hoy en día). Comizi permanece tan fresca como cuando Passolini la vio terminada por primera vez . Quizá también porque Pier Paolo era un maestro entrevistando y porque todo el film está impregnado de una ironía suavísima y salvadora, por un cariño por los personajes retratados que emociona.
P.P.P. pone a sus entrevistados en diferentes bretes, amablemente, sin escandalizarles. A los niños, les pregunta cómo nacieron. A las obreras de una fábrica milanesa por qué acceden a trabajar por un sueldo modesto si, prostituyéndose, ganarían más. A un grupo de soldados si preferirían ser Don Juanes u honrados padres de familia (casi todos eligen la opción más conservadora). Las mammas italianas claman contra el divorcio. Las humildes putas napolitanas añoran los tiempos en que vivían en burdeles y una mujercita gastada, borrosa pero bella a su modo, admite modestamente ante la cámara que su marido la tiene completamente satisfecha sexualmente y que, si todos los manolos italianos fueran un tigre como el suyo, los abogados matrimonialistas se quedarían en el paro.
Los futbolistas del Bolonia renuncian, pudorosos, a esclarecer sus hábitos sexuales (en esto la cosa ha cambiado poco: los futbolistas siguen siendo gente de pocas palabras) y un obrero palermitano justifica las muertes de mujeres a manos de sus esposos por los famosos celos de los hombres meridionales.
Una peli dulce de ver, que recuerda aquellos tiempos, fenecidos ya, en que la gente veía una cámara y se manifestaba tal y como era, y no como tertulianos de Gran Hermano.