Aquel rascacielos, aquel Madrid
Grandes éxitos
13 de Octubre.- Resulta extraña (o no tanto) la forma en que funciona la memoria.
Mientras abría el buzón, como todos los días, para encontrarme sólo folletos de XXXLutz, me acordé de la primera y única vez en que, sin duda por error, una gran compañía estuvo a punto de ficharme.
Fue recién terminada la universidad.
El sueño de cualquier titulado de mi rama, entonces, era trabajar en una auditoría prestigiosísima que luego, lo que son las cosas, tuvo que cambiar de nombre porque se descubrió que vendía informes favorables de empresas que estaban prácticamente en la ruina. Las oficinas en Madrid de dicha empresa se encontraban en la planta N de un rascacielos en la zona más cara de Madrid. Allí me presenté yo a la hora convenida. Me acompañaron mis padres. Al pie del rascacielos, mi madre me enderezó la corbata y mi padre me recomendó que estuviera tranquilo. Yo entré al edificio (todo mármoles y cromados) y me acerqué al guardia de seguridad que me pidió el DNI y me tomó los datos, para después indicarme el ascensor que tenía que coger camino del Sancta Sanctorum.
Solo, rodeado por ese silencio mullido que garantiza sillones de cuero y maderas nobles, aterricé en un vestíbulo rectangular sin luz natural al que daban seis puertas igualmente imponentes. Me quedé parado sobre la mullida moqueta durante un minuto eterno. Justo cuando iba a probar suerte con una de las puertas, se abrió la más cerana a mí. Un indivíduo pequeño (más pequeño que yo) trajeado y perfectamente rasurado me invitó a pasar a una sala de reuniones en la que ya había tres o cuatro personas más que me miraron como una jauría de perros que hubieran orinado preventivamente aquella sala para marcar el territorio.
-Buenas tardes –dije. Y lo más que obtuve fueron algunas indicaciones de cabeza.
Cuando la cifra de asistentes llegó a la decena, se cerraron las puertas, se nos previno muy seriamente de que el contenido de aquella reunión era secreto, las luces bajaron hasta alcanzar una agradable penumbra justa para leer y se nos repartió un artículo sobre mujeres maltratadas que tuvimos que discutir. Al salir, comprendí que yo no tenía nada que ver con aquella gente pero que, después de todo, no había hecho un mal papel. "No me llamarán", me dije. Como estaba en otros procesos, me encogí de hombros, puse cero al cociente y pensé en la entrevista siguiente.
Pero me llamaron. La cita fue en el mismo edificio, en un aula, esta vez sí, con luz natural y unas apabullantes vistas de un Madrid contaminado, reseco y color antracita.
Tras cinco minutos apareció un segundo tipo igual de uniformado que el primero, igual de bien afeitado pero (novedad) con el duro pelo gris cortado en forma de cepillo. El fulano nos miró con cara de perdonavidas y luego empezó su discurso. Nos informó que nos iba a pagar la mitad del salario de mercado, pero que esta pérdida salarial se compensaría ampliamente por el honor de poder escribir en nuestro curriculum que habíamos trabajado para la empresa que a él le pagaba los cortes de pelo. Disimuladamente, miré a mi alrededor. Nadie dijo ni mú. Tras esto, nos informó de que estaban prohibidas las relaciones amorosas entre los miembros de la plantilla y de que tendríamos que trabajar muchos fines de semana. También nos comuicó que sólo se esperaba de nosotros que durásemos en la empresa cuatro años. “Hay pocos que resistan más”.
-Han sido selecionados, pero no les vamos a pedir que firmen su contrato ahora –dijo el tipo con su acento más mefistofélico- piénsenlo y, si les interesa, llamen a este teléfono –y escribió uno en una pizarra que tenía detrás.
No sé por qué, a mí me dio la risa nerviosa. El tío se volvió y me miró como si me quisiera fulminar.
Yo me levanté y me fui sin mirar atrás. Nunca me he arrepentido.
5 comentarios:
Y a mí me alegra enormemente que te levantaras de aquella mesa. Por favor, ¿eso qué era? Desgraciadamente, hay más de un agujero matapersonas de esos... Y cuatro años ahí pueden ser cruciales en una vida.
Saludos!
Dos pequeñas historias personales que automaticamente me han venido a la memoria al leerte.
1. Yo trabajé en la última planta del edificio que estaba detras del edificio Windsor, justo un año después del incendio, un día desde mi mesa me di cuanta que el sol que cada mañana me acariciaba estaba en principio destinado a las salas que tan bien describes.
2. Trabajaba yo en una conocidisima firma de restauración de trenes, y un jefazo me dijo que le acompañase a hacer una inspección in situ en la estación de Chamartín, al llegar a un coche restaurante le dijo a un camarero que le enseñase su equipaje, el señor (unos sesenta años) se puso blanco, y a pesar de que el equipaje es inviolable (el hombre no debía ni saberlo)lo abrió, dentro solo había ropa, pero de repente cayeron dos botellitas de wiski de un bolsillito de la maleta, en ese momento el hombre se "derrotó", casi se hecha a llorar, el jefe sacó un formulario para expedientarle (esas botellas posiblemente iban destinadas a venderse a algún pasajero en vez de las de la compañia), rellenó el formulario y al llegar a la parte de observaciones le preguntó si tenía algo que alegar, el hombre negó con la cabeza, yo no pude reprimirme y dije "diga que son para consumo personal, hombre", el hombre se acogio a mi "capote como a un "clavo ardiendo", a mi no me renovaron el contrato, pero creo que el hombre pudo prejubilarse con cierta holgura. Siempre he pensado, como tú, que hay mamentos en los cuales te posicionas con respecto a un sentimiento más grande que la cicatera realidad.
Y olé!!
Un beso
Maite
Este mundo de apariencias que se ha ido a la porra...
Por la crisis en la que estamos las familias, los solteros, los jóvenes, los viejos y demás bichos en general mal...
Pero en parte nos lo estábamos buscando dejándonos explotar y encima dando las gracias y consumiendo como el vecino para que no parezcamos menos...
¡Hiciste bien, Paco!
hola, me acuerdo de ese dia que mientra esperabamos nos metimos en el cortes ingles hasta que salio claro.
Que ratos hemos pasado de esos, y cuando ibas a la universidad que nosotro nos ibamos contigo mientras hacias el examen nosotro nos dabamos una vuelta por Getafe. que días aquellos, un beso
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