Karl Heinz Grasser en sus tiempos de Ministro de Economía

Konvolut

9 de Octubre.- El español (el idioma) siempre se ha relacionado con el alemán de una manera circunspecta. Se puede decir que no son muchas las cosas que hemos importado de esta lengua agreste y hermosa (la Bundesliga, el Leitmotiv y poco más). También porque los alemanes, fuera de este periodo en que se convirtieron en los lobos feroces de Europa, no han gozado de una hegemonía económica o política que nos llevara a molar con alguno de sus vocablos.



Sin embargo, durante las últimas boqueadas de los gobiernos de Felipe González, cuando el antiguo prometeo no era ya más que un señor de rostro hinchado, gastado por el poder, los españoles importamos un bonito palabro alemán. Se trató de un accidente, claro.


Se había destapado el enésimo escándalo de corrupción, relacionado esta vez con unas comisiones ilegales a la Siemens a cuenta de la construcción de nuestro tren de alta velocidad; uno de los piefkes implicados en el asunto, con esa alegría que tienen los bilíngües cuando les da por hacer trasvases de una lengua a otra, castellanizó la palabra Konvolut y se produjo la chispa feliz: nos convertimos en el país del Convoluto (el difunto Francisco Umbral contribuyó no poco a la difusión del hallazgo).


Lo gracioso es que Konvolut es un préstamo de ida y vuelta pues, en origen, fue una palabra latina: Convolutum, que significa, más o menos, apelotonado. Qué mejor manera de describir un asunto turbio que esa: como un apelotonamiento que conviene (aunque nadie quiera) desliar. En alemán, un Konvolut viene a ser, más o menos, un expediente. Un acta. Una carpeta de papeles. Cualquier compilación de textos de diferente padre.


En Austria, estos días durante los cuales yo he estado ocupado glosándome a mí mismo (tele y aniversarios diversos) se ha destapado un convoluto. El enésimo relacionado con Karl Heinz Grasser. Y, la verdad, como dijo el castizo, la cosa ya huele un poco. Es casualidad (la envidia que es cochina, dice él) que, allá por donde él pasa, los millones de Euros o de Schillings bailen el aserejé. Y es casualidad (¿?) que él siempre salga libre de polvo y paja.


Repasemos el historial del payico, que tiene miga.


Delfín de Haider en sus veinte. De paso, señalar que Grasser era el único, en aquel gobierno de cerriles mediocridades, que tenía cierta idea de cómo vestirse. En las imágenes de archivo de la época no hay pérdida posible: los ministros que el difunto Gran Timonel de Carintia aportó a la coalición se localizan inmediatamente porque tienen una especial habilidad para llevar calcetines blancos o americanas de colores imposibles. En fin. Tras discrepancias con Haider, nuestro amigo se pasa al Partido Popular Austriaco y ahí, armado con sus modales suaves, su melena L´Oreal y un seguro instinto que le indica el camino de la cumbre, se convierte en el ministro de Economía con los abdominales más petreos de la Unión Europea (se deja fotografiar con un bañador estilo Jesulín de Ubrique para certificarlo). Hace una buena boda con Fiona Swarovsky, heredera del imperio de los cristalitos brillantes. Una señora que compagina sus millones con una sincera preocupación por el bienestar de las clases más desfavorecidas (en uno de sus más famosos exhabruptos la Princesa Fiona aconsejó a los parados y hambrientos que cultivasen verduras en los balcones y en las macetas: una Maria Antonieta del siglo tuentiguán). Terminado su ministerio, empiezan a aparecer (más bien a desaparecer) millones de las cuentas públicas. Karl Heinz se llama andana y se enrola en el imperio Meinl que termina como mis lectores saben, con el Julius Meinl reinante atrapado entre dos convolutos, en la trena (y ahora en libertad bajo una gigantesca fianza). Pues bien: hace unas semanas, un antiguo subordinado ha tirado de la manta y ha empezado a cantar la traviata a propósito de los manejos del chico de oro con una serie de millones que no eran suyos.


Karl Heinz, en el mejor estilo Belén Esteban (bueno, sin pollo y sin andreita) argumenta que “todo es incierto” y que el empleado cantarín actúa movido por el rencor. Y es que hay que cuidado con los cadáveres que uno deja en el camino: siempre resucitan.

5 comentarios:

Pyro dijo...

Te has dejado una de las más conocidas: Delikatessen. Este repeinaete del Grasser, vaya pollo...

Anónimo dijo...

...y la peor: guerra...

Pyro dijo...

:-/?

Paco Bernal dijo...

Hola a los dos:

A Pyro: es verdad, Delikatessen y también Kermesse, si no me equivoco (había una peli, "La Kermesse Heróica"). El ministro Timotei...Vaya toalla.

A Pablo: y también Espuela. Todo vocabulario bélico.

A Pyro otra vez: según la Wikipedia los germanismos se dividen en dos grupos: los que han entrado en época moderna (los que tú decías, por ejemplo) y los que llegaron en época de Chindasvinto y sus boys (los que dice Pablo): guerra, espuela, etc.

Saludetes a los dos

Pyro dijo...

Curioso lo de esa película. En su momento fue tachada de expresar un mensaje benévolo con el colaboracionismo durante la IIGM. La ví hace tiempo y la verdad es que tenía gracia el ver cómo nos sacan a los invasores españoles de pica y morrión. Por cierto q la palabra pensaba que venía del flamenco u holandés. Se usa también en alemán?
Jeje...muy bueno lo de Chindasvinto & Co....ése es prácticamente el vínculo más directo entre el pueblo hispano y el germano que hemos tenido(descontando las relaciones dinásticas de los Austrias). En ese contexto el loco de Himmler, estando de visita oficial en España se emocionó cuando le regalaron una hevilla visigoda(Antes de regalársela al menos tenían que haberle hecho aprenderse de memoria la mítica listita;-P)