Un par de tardes más, y...No: nunca lo conseguiré
Aprender (¿Primera parte?)
7 de Octubre.- Querida Ainara: cuando tenía catorce años, Don Luis, mi profesor, me ofreció ayudar a un chaval a aprobar algunas asignaturas que le habían quedado para septiembre. Cobré, lo recuerdo bien, cuatrocientas pesetas la hora (algo menos de tres euros). Desde entonces, no he dejado de dar clases y guardo un rico anecdotario sobre lo que significa enseñar que, como dijo el clásico, no es otra cosa que aprender dos veces.
Espero que seas una buena estudiante. Yo lo fui. Por gusto y porque, gracias a Dios, tuve facilidad.
Aunque (aquí una larga a) por suerte, Dios no fue tan generoso conmigo en otros aspectos, de resultas de lo cual carezco completamente de habilidad para cosas que le resultan fáciles a la mayoría de la gente, pero que para mí son un misterio impenetrable.
Entre estas cosas para las que, definitivamente, no sirvo, están conducir (no sé), cocinar (ejem) y el baile de salón. El ser una absoluta mediocridad en estos tres departamentos me ha ayudado mucho a entender a mis alumnos y creo que, gracias a ello, he conseguido ser un profesor de esos sobre los que uno no jura en arameo.
Te cuento todo esto porque la otra tarde estuve en un curso (en una clase) de tres horas en la que un tipo, al que le hubiera borrado la sonrisa a puñetazos (¡Yo! Que soy el más pacífico de los seres), intentó enseñarme los pasos del vals inglés cometiendo una serie de errores que yo he aprendido a esquivar cuando me enfrento a estas chapucillas docentes que constituyen una modesta alegría para mi bolsillo.
El único pensamiento que consiguió salvarme de la combustión espontánea fue “Esto se lo tengo que contar a mi Ainara”. Verás:
En primer lugar, el alumno al que determinada materia se le ha atragantado suele llegarte absolutamente desmotivado. Lo urgente en estos casos es, sin prometer milagros, convencer al alumno de que, si se esfuerza, no va a llegar a ser el mejor de la clase pero, sin duda, puede aspirar a hacer un papel digno.
Para esto es importante, muchas veces, explicarle al alumno que, cuando uno aprendió lo que a él le cuesta, también tuvo sus problemas pero que, con constancia, los salvó (con constancia, todo se salva). A esto, Ainara, se le llama EMPATÍA. Y es imprescindible para enseñar.
Una vez recuperado cierto tono (esa sonrisa que se te pone cuando alguien te da una esperanza, aunque sea remota, de éxito) hay que hacer un diagnóstico del tipo de persona a la que uno se está enfrentando y hacer que el alumno también participe en eso y se conozca (la mayoría de los alumnos que tienen problemas suelen conocerse poco).
Mi experiencia dice que hay dos factores fundamentales a la hora de aprender a) el sexo y b) el medio por el que se obtienen los conocimientos.
Las chicas no aprendeis igual que los chicos. Sois más constantes, cuesta menos que os centréis, os dejais distraer menos y teneis una visión general de la materia que conviene estimular. Porque el arte de aprender es, sobre todo, sobrina, el arte de enlazar. En cuanto al medio de obtener conocimientos, la humanidad se divide en dos grupos: somos auditivos o somos visuales. Mi primera conversación con cada alumno se dedica, pues, a ver cómo aprende el alumno y a hacerselo notar. Los profesores normales trabajan con grupos grandes y no se pueden permitir estas filigranas pero yo, aunque a veces mis pagadores no lo entiendan, me siento en la necesidad de acometerlas.
Otra cosa fundamental es mantener al alumno relajado (por eso no se debe dar clase a personas con las que uno tenga una relación amorosa o familiar, porque acaban siempre a gritos: aún recuerdo cuando me tocó explicarle a tu abuela las ecuaciones de segundo grado. Un infienno. Para los dos).
Sigo: según mi propia experiencia (vuelvo a los bailes de salón) cuando intento aprender algo, pero no me entra, me tenso y si me tenso, me enfado, y si me enfado, los recursos dedicados a aplacar al troglodita que llevo dentro me impiden centrarme en lo que se supone que tengo que aprender. En mi caso, lo que más me pone nervioso es la sensación de estar haciendo el ridículo delante de un numeroso grupo de personas. Así que, a no ser que sea inevitable lo contrario, prefiero observar desde fuera y sólo participar en la cosa cuando tengo la sensación de haber cogido de qué va el asunto. Hasta entonces, me propongo ser invisible y espero de los demás que respeten mi voluntad. También me tensa mucho que me griten, porque me bloqueo. Así pues, yo procuro dar, en los primeros momentos, trozos de información pequeños y exactos y mantener un tono de voz lo más relajado posible. Si el alumno comete un fallo, procuro hacer una broma que no sea ofensiva y en ningún caso, porque a mí personalmente me pone enfermo, digo que algo que una persona no consigue dominar “es muy fácil”. Es como llamarle tonto y, a mí, que me llamen tonto, me sienta fatal.
En fin, sobrina, hoy esta carta ha sido más larga de lo normal.
Lo dejamos aquí pero prometo continuar en otro rato.
Muchos besos de tu tío.
7 comentarios:
Admiro profundamente al que enseña y, además, lo hace bien. Cada tarde cuando "hacemos los deberes" me cuesta un montón hacerle comprender a mis hijos algo cuando les cuesta entenderlo.
También yo carezco completamente de alguna habilidad...
:)
Saludos, desde Andalucía.
Me encanta cómo das clase. En algunas cosas me reconozco, aunque tenga treinta alumnos en clase. Al menos, lo intento. Pero... ¿no sabes conducir? ¿No será amaxofobia? La verdad es que yo, si viviera en una gran ciudad con buen transporte público, ni me molestaría en conducir. Lo hago porque trabajo a 50 kms. y te puedes morir de viejo esperando autobuses.
Se nota que te gusta dar clases, yo también pensaba que sí, pero tras varias experiencias fracasadas, al final creo que lo mejor es que me dedique a otra cosa. La verdad, sin embargo, es que la didáctica me apasiona: cada persona, como bien dices, aprende de forma diferente. Y, cuando doy clases de lengua extranjera, sea la que sea, también creo que es importante saber cómo aprenden los alumnos.
El martes, en clase de alemán, también nos lo preguntaron (y eso que somos 30!) y me quedé alucinada también sobre cómo algunas personas ni siquiera se lo habían planteado y se tomaban la pregunta a broma. Pues hay que conocerse más! El proceso de aprendizaje, al fin y al cabo, lo comete uno mismo, nadie te introduce lo que aprendes en tu cerebro!
Sobre el vals, seguro que será menos... Y, como bien dices, creo que con constancia se puede conseguir aprender casi todo :-)
hola guapo felicidaessssssssssssssssssss aunque te he llamado esta mañana, que cumplas muchos un beso de tus papis
Ostras, acabo de leer lo que te dice tu madre:
Felicidades!!!
Alles gut zum Geburstag!
Feeliizzzz, feeelizzzz, en tu díaaaaaaa!!!
Felicidades de tuhmano y familia aunque luego te llamemos!!!
Hola a todos!
Gracias por vuestros comentarios.
A Landahlauts: yo no sé si lo hago bien, pero lo intento, por lo menos. En cuanto a lo de hacer los deberes con los chavales !Ojalá hubiera más gente como tú! La mayoría de los chavales con problemas es porque no tienen nadie que les ayude.
Por cierto: tu blog es estupendo. Lo descubrí con el concurso de 20 Minutos.
Felicidades.
A Amelche: pues si das clase como yo: I like your style too :-) No sé conducir, no. Creo que es un caso de inutilidad manifiesta. Mi hermano, en cambio, nació con un volante entre las manos. También juega muy bien al fútbol y yo...Pues no. Yo he sobrevivido mucho tiempo solo a base de autobuses y la verdad es que mi cultura ha aumentado una barbaridad gracias a ello (ante las esperas, no te queda otra que leer).
A Te de Llimona: la gente no se lo plantea porque hay pocas personas que se esfuercen en conocerse. Y es un esfuerzo que merece la pena, a que sí? Saludetes
A mi madre: besos y gracias, gracias.
A Te de Llimona: danke, danke :-)
A mihmano: danke también...digooo gracias :-)
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