Una carta de dudosa utilidad
21 de Octubre.- Querida Ainara: según mis cuentas te llevo escritas 87 cartas. Un tocho. Habrás echado en falta algunos temas, entre ellos el que voy a tratar hoy. Aún no te he hablado de amores por una serie de razones. La primera, por pudor. La segunda, porque no creo que mi actuación en este campo haya sido precisamente ejemplar (¿Es ejemplar la de alguien?). Pero sobre todo, y más importante, porque, estando absolutamente de acuerdo con un ensayo que estoy leyendo actualmente (escrito por El Hombre Ama de Casa y muy recomendable, por cierto)creo que la experiencia del amor es única e intransferible. O sea, que mis errores o mis aciertos te ayudarán bien poco.
Aún así, algún día conocerás a alguien (o a una serie de alguienes) y puede ser que termines teniendo una relación de cierta duración con esa persona. Los problemas serán diferentes en las diferentes etapas de tu vida y dependerán mucho del bendito –o la bendita- con quien topes. Te tendrás que enfrentar, como yo lo he hecho, como otras personas lo han hecho conmigo, al terreno en donde queda más patente lo que creo que es uno de los temas recurrentes de estas cartas: la incapacidad irremediable del ser humano para comunicar sus sentimientos y, por ende, la incapacidad del ser humano para entender los sentimientos de los demás.
Para que comprendas lo que quiero decir te diré que la relación que tendrás alguna vez con la geografía del alma de tu pareja será la misma que tendrías si, para llegar a un punto de alguna gran ciudad desconocida, utilizases un mapa garabateado a toda prisa en el margen de una servilleta de papel. Puntos aproximados, medidas inexactas, cosas que están pero que nadie se ha tomado la molestia de dibujar...Por si fuera poco, además te tendrás que enfrentar a esa desconocida que serás tú misma reflejada en los ojos del otro. A tus inseguridades más íntimas, a tus fantasmas.
Si la cosa va bien en la relación, vaya. Pero si la cosa empieza a ir mal (pasa mucho) saltarán las alarmas. Se encenderán todas las luces rojas, perderás el contacto con la realidad de una manera que nadie podrá entender salvo tú y es muy probable que hagas tonterías que, a toro pasado, te harán sonreir con esa indulgencia que se reserva para los chavales que rompen cristales con un balón.
Tras este preámbulo, te diré que, con los años, he llegado al convencimiento de que los topetazos son imposibles de evitar pero que hay maneras de hacer que el chichón no sea tan gordo. La más efectiva que yo he encontrado ha sido conocerme y tratar de quererme lo más posible (y lo mejor posible). Sólo queriéndose a uno mismo, con sus defectos y sus virtudes, se puede querer a alguien bien.
¿Y en qué consiste querer a alguien bien? Mi humildísima respuesta es la siguiente, Ainara: querer a alguien bien, consiste en quererle tal y como es. Sin intentar cambiarle. Investigar cada día con cariño en el alma de esa persona para, con la paciencia de un topógrafo solitario, hacerte una idea de cómo es. Para que se parezca cada vez menos al personaje que inventaste cuando le conociste y empiece a ser para ti la persona estupenda que es.
Mi error principal ha sido casi siempre ese, Ainara: enamorarme del personaje fabricado y no de la persona que, de verdad, estaba frente a mí. Por culpa de esa confusión de mostradores he esperado muchas colas innecesarias delante de ventanillas en las que pedía cosas que no podían darme. Funcionar con expectativas razonables le quita algo de espectacularidad a tu vida, pero ayuda a ahorrarse muchos disgustos. He querido mucho y muy apasionadamente (valga la inmodestia) pero en la mayoría de los casos de manera completamente errónea. Ya lo decía aquel anuncio: la potencia sin control no sirve de nada. Podría ser uno de los lemas de mi vida.
Muchos besos de tu tío.
Ps: la próxima carta será sobre amores será mucho más optimista. El amor también da momentos de gran felicidad.
4 comentarios:
Pues chico, yo creo que has definido muy bien lo que es el amor. O será que yo también soy de las que hago colas en las ventanillas que no toca, ¡ja, ja! Me apunto eso de la potencia sin control, para la próxima vez que me enamore.
Muy bonita esta reflexión sobre lo que es el amor, aunque es cierto que te has dejado esa otra parte en la que están las cosas buenas.
Tener y mantener una pareja es difícil, requiere mucho esfuerzo y paciencia, pero tiene también muchas recompensas que hacen que valga la pena.
Hola!
Gracias por vuestros comentarios.
A Amelche: lo de la potencia sin control es lo mejor jajaja. Yo soy muy de embalarme, y, en algunos casos, así me ha ido.
A Pablo: la próxima carta se va a llamar "Amor, Cara F (de Feliz)" y prometo ser mucho más optimista jajaja.
saludos
Lo malo es que luego te llevas muchos palos, por embalarte tanto. Pero es que, si no se vive así, no sólo en el amor, sino en el apasionamiento en otros aspectos de la vida: un hobby, un trabajo que te gusta, un blog que escribes, la cocina, etc., etc. ¿Vale entonces la pena vivir?
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