Nota: en el tutubo no hay ningún corte de "El último viaje de Robert Rylands", película de Gracia Querejeta que se basó -muy, pero que muy lejanamente- en la novela que hoy nos ocupa. Casi es una suerte, porque Julián Marías se cabreó como un sioux de película de John Wayne, e incluso interpuso un demandazo de no te menees cuyo desenlace final ignoro. Por eso he puesto este vídeo de "Retorno a Brideshead" en su versión para televisión en la que el (ex)novio de Loles León hacía uno de los papeles principales.
Todas las almas




24 de Noviembre.- Hoy ha amanecido una mañana muy bonita de otoño. Más bonita aún porque ha sido una sorpresa. Hasta las ocho y cuarto, más o menos, el cielo estaba encapotado y los rosales de la terraza golpeaban contra los cristales impulsados por un ventarrón húmedo y feroz. Después, sin embargo, se ha abierto una franja plateada a la altura del horizonte, que se ha ido ensanchando hasta que el sol ha convertido las aceras mojadas en superficies de una limpieza refulgente.


Mientras me aseaba para ir a trabajar, la mente iba para acá y para allá, atareada en cosas de diversa importancia ¿Le has dado a Sofía (gata) la pastilla? ¿Pusiste ayer a cargar el mp3? ¿Te dejas la perilla como la tienes o te la recortas un poco más? ¿Te llevas los zapatos normales (cómodos) o los botorros que tienes para los días de invierno? Por fin, la mariposa de mi atención se ha posado sobre el libro que estoy devorando en estos momentos: Todas las Almas, de Julián Marías.


Se trata de un ejemplar de bolsillo, que mi primo me prestó el jueves pasado y que, como siga la cosa como va, le devolveré este jueves. Mientras metía el libro en el bolsillo del abrigo, recordé el momento en que me lo dió. Estación de metro de Längenfeldgasse. Yo sudaba porque llegaba tarde y porque cargaba con la bolsa del gimnasio. Él no me vio llegar, abismado como estaba en las páginas del libro. Desde lejos, con ese sexto sentido que los lectores desarrollamos para enjuiciar la relación que otros lectores tienen con los libros, me di cuenta de que estaba leyendo un libro que le gustaba. Que, de hecho, lo estaba releyendo (esas cosas se saben). Supe que había abierto el libro por una página, al azar, y que se estaba recreando en una escena particular que había leido muchas veces. Sin saber el título del libro, tengo que confesar que me intrigó. Porque mi primo tiene un gusto muy seguro. Mientras llegaba hasta él, me acordé de que, de uno de sus viajes últimos a España, él y B., su santa, me trajeron Los Anillos de Saturno: sin duda uno de mis libros favoritos.

Cuando llegué junto a él, estaba tan concentrado que ni se dio cuenta de que un tipo sudoroso, con la ropa desordenada por la carrera, estaba a su lado. Cuando me vio, se levantó, me sonrió, me dio un abrazo como siempre, y luego me tendió el libro. Leí el título.

Sonreí y levanté las cejas al recordar algo. Compré mi ejemplar de Todas las Almas en Círculo de Lectores, porque el título me pareció (y me sigue pareciendo) deslumbrante. Fue a principios de los noventa. Cuando recibí el volumen, le quité el plástico y leí el primer capítulo. Ummm, me dije. Algún día. (Nunca hay que tirar un libro: nunca se sabe si podría gustarle a la persona que seremos en el futuro).

Todas las Almas siguió ostentando su título en el lomo durante casi dos décadas, y conservó (y conserva) la encuadernación virgen en una estantería de casa de mis padres. Sin embargo, cuando empecé a leer el viernes el ejemplar prestado y pasé del primer capítulo, me quedé asombrado. Una de las cosas que más mola de Todas las Almas es que, a pesar de que se cuentan algunas cosas terribles, los personajes (el narrador, particularmente) hacen gala de un finísimo sentido del humor y un profundísimo conocimiento de la vida y del ser humano (aspectos ambos que quizá yo no hubiera sabido apreciar a principios de los noventa, y que quizá sean algo que tenga que agradecerle al, por lo demás, latoso paso de los años).

Otra particularidad del ejemplar que leo es que está subrayado. Lo cual, para mí, es otro motivo más para agradecer el préstamo. Por la confianza que demuestra el prestatario. Yo nunca subrayo libros. Cada lectura es un diálogo que mantenemos con el autor del texto. Subrayar descubre para el lector que viene detrás de nosotros la frase que, por habernos tocado hondo, nos revela (acaso, quizá demasiado) porque son palabras del autor que hacemos nuestras. Y esa es una información que un hombre sólo debería dejar en manos de la familia o de los buenos amigos. Recuerdo que, tan solo una vez, subrayé una frase de El Paciente Inglés (un libro, por cierto, que no he vuelto a abrir porque me pareció de una sedante vacuidad). Pues bien: alguien me lo pidió. Al recordar la frase subrayada (apenas una microscópica isla en el océano del texto) me entró tal pudor (tal terror, debería decir) que puse una excusa para no prestar el libro y, a riesgo de que me considerasen un maleducado, dejé morir el asunto.
Fe de erratas: el propietario del libro me acaba de escribir que Todas Las Almas es de !Javier Marías! y no de Julián Marías (que, como me ha recordado mi primo, es su padre). Vaya resbalón.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo tendré en cuenta en mi próxima visita a la biblioteca...ultimamente estoy leyendo muy, muy poco para lo que es normal en mi, creo que necesito un libro que me vuelva a tener deseando llegar y casa y que todos duerman para poder leerlo...quizá este?

Un beso

Maite

Paco Bernal dijo...

Hola Maite!

Creo que Todas las Almas te va a gustar. De todas maneras, elegir un libro es una cosa muy personal. Supongo que todos los libros que nos gustan es porque el autor nos quita las palabras de la boca. O sea, que dice cosas que nosotros querríamos decir pero no encontramos mejor modo que el suyo de decirlas.

Besos,

JOAKO dijo...

Efectivamente de Javier marias.
De ese libro me encantó la historia del escritor "perdido", "rey de redonda", y ese fino humor y saber estar que muy bien has ilustrado con Retorno a Breishead.
Un gran Libro.