Uno de los bailarines que han tenido que pagarle 365 Euros a la pasma
Nunca hay baile a gusto de todos

27 de Noviembre.- Son jóvenes, chulescos. Cuando, en verano, van sin camiseta, se puede ver que están musculados como gatos callejeros. Tienen el espectáculo preparado hasta el último detalle. Cada mirada, cada paso, las coreografías son perfectas. La representación está medida: dura un cuarto de hora. No más. Saben que los turistas no fijan su atención por más tiempo. Y ganan dinero. Mucho dinero. A la caida de la noche, cuando la plaza de la catedral empieza a despejarse de turistas, se reúnen en un portal de alguna callejuela lateral a repartirse las ganancias. Son los bailarines de break que trabajan al pie de la torre de la catedral de St. Stephan. Pero, según informan hoy varios medios locales, puede ser que se les haya terminado el chollo.


Según la Trigésimo Sexta Magistratura de la ciudad de Viena, lo que empezó siendo una manifestación de arte callejero y (algo) underground, se ha convertido en una representación de danza profesional. Por lo tanto, prohibida sin permiso. Los bailarines solían dar sus representaciones entre la una de la tarde y las diez de la noche. El otro día, se encontraron con la sorpresa de que los policías les conducían con ademán firme a la comisaría más próxima en donde les impusieron una multa de 365 Euros por cabeza.


Los representantes de la ley, entre ellos la encargada de velar por el bienestar de los turistas en la zona, Frau Ursula Stenzel, defienden la medida aduciendo que los bailarines representan una molestia y que no casan con la imagen que Viena quiere dar de cara a los turistas. Por no hablar de que, según Frau Stenzel, el ruido que produce la música molesta a las personas que trabajan en las cercanías (la plaza de la catedral está rodeada de edificios de oficinas).

Como alternativa, proponen la creación de un lugar en donde concentrar estas atracciones callejeras, para que quien quiera pueda disfrutarlas, pero sin que molesten a la gente. El problema, claro, es que, alejados del centro, los bailarines verían muy mermados unos ingresos que piden con toda la dureza de su rostro.


Los artistas, húngaros de nación, ven la cosa de manera muy diversa y dicen sentirse discriminados con respecto a otros artistas callejeros.

Por lo que uno sabe de la cuestión, la actividad artística callejera en Viena está sumamente regulada. Desde el humilde mimo que, con la cara pintarrajeada imita a las estatuas de Schönbrunn, hasta los que hacen retratos, todos deben tener un carnet que la policía supervisa de vez en cuando para evitar que haya intrusismos.

¿Debería poder actuar en la calle todo el que quisiera o tiene derecho la ciudad a velar por su imagen de marca, como si dijéramos? ¿Empañan los bailarines de break la imagen romántica que Viena quiere proyectar al mundo?

3 comentarios:

JOAKO dijo...

La respuesta es no, yo en Madrid detesto al acordeonista del este que "por eggs" me hace escuchar melodias centro o este europeas y me fastidia el refrigerio en las terrazas de la capital...si solo fuese uno pase, pero es que una tarde conte siete en dos horas.

Anónimo dijo...

Veo que no se andan con chiquitas. Aquí en España habría extensos debates a todos los niveles políticos y sociales para, por ejemplo, decidir si el botellón es un ascazo de pis, vómitos y desperdicios o más bien una manifestación fresca y espontánea de la oprimida cultura juvenil que busca cauces de expresión transgresores. L.

Paco Bernal dijo...

Hola a los dos!

Gracias por vuestros comentarios.

A Joako: aquí está todo muy controlado (por supuesto, la mendicidad). Aunque también hay, en las zonas de mayo concentración, hay agentes sociales que ayudan a la gente que vive en la calle.

a L.: no: con chiquitas no se andan. Aquí, la ley se aplica (por lo menos para esto). Cosas como el botellón semanal de la Complutense o el céntrico de cada fin de semana aquí no serían posibles. Además, no se consideran (porque no lo son) manifestaciones culturales.
Aquí, Ramoncín se moriría de hambre.
Abrazos.