Un estudiante sostiene una pancarta (foto:www.kurier.at)
Cocineros y frailes
21 de Diciembre.- Hoy es el día más corto del año y ayer fue, parece ser, el más frío. Por lo menos en Austria, en donde se alcanzaron 24 grados bajo cero (yo eso lo he vivido en mis carnes morenas y, pese a lo abultado de la cifra, francamente: entre menos diez y menos veinticuatro, la diferencia es mínima; llega un momento en el que el cuerpo está tieso con la temperatura que sea).


La prensa y la radio se hacen eco de esta tremebunda ola de frío siberiano (groenlandés, dicen los entendidos) y la relacionan con el cambio climático. Se glosan, el grito puesto en el cielo, las gélidas temperaturas alcanzadas y, como en esas conversaciones de agricultores viejos a la vera de cualquier pilón, se dice que con las marranadas que le estamos haciendo a la atmósfera no es extraño que caigan nevadas en diciembre.

En fin.

Cuando nieva, hiela y caen chuzos de punta del firmamento cielo, los que salen perdiendo, naturalmente, son los pobres que viven en la calle. Este año habían encontrado algo de alivio en el Audimax de la Universidad de Viena que, como recordarán mis lectores, fue ocupado hace dos meses para protestar por las sevicias del Plan de Bolonia. Nuestro remedo vienés de mayo del 68 ha ido apagándose poco a poco (cualquiera que haya sido cocinero antes que fraile está al cabo de la calle de que las multitudes estudiantiles suelen tener arrancadas de caballo y paradas de burro). En cuanto han llegado las fiestas navideñas, las reivindicaciones han quedado aplazadas hasta mejor ocasión y se han disuelto en ponche y vino caliente.

Esta noche, el Audimax ha sido desocupado por la policía. Apenas quince estudiantes quedaban en lo que fue el epicentro de la revuelta que quería cambiar el mundo. Unos ochenta indigentes han sido también desalojados por la pasma la cual, tan cortesmente como suele en este país, les ha entregado un listado de direcciones a las que acudir para obtener algo caliente de comer y un techo bajo el que resguardarse.

Dicen las versiones oficiales que el desalojo se ha producido sin resistencia ninguna y que los estudiantes han desfilado (en el fondo, probablemente muy aliviados) después de haber cubierto su cuota de rebeldía. La resistencia infinita les ha durado dos meses.

Por lo demás, siguen las luchas de poder entre los rottweilers de la política austriaca. Centrada ahora en que el recién nacido FPK (Partido Liberal de Carintia) resultado de la fusión de parte del BZÖ y el FPÖ consiga su propio grupo parlamentario (situación que, no sólo le aportaría un gran eco mediático, sino un montón de Eurazos). Problema: para conseguir un grupo parlamentario hace falta que por lo menos cinco diputados abandonen su grupo original y emigren al hipotético nuevo. La lucha está siendo a muerte (de hecho, la lucha ES a muerte, para el moribundo BZÖ). De momento, sólo hay tres diputados nacionales que se hayan decidido a dar el paso.

Mientras tanto, los medios locales hablan de una reedición de la situación que, hace una década, llevo a Haider al poder de la mano del Partido Conservador e insisten (nunca bastante) en el peligro que supondría que unos indivíduos cuya ideología se traduce en diversas “fobias” (xenofobia, homofobia, etcétera) campasen a sus anchas por los lugares en los que se toman las decisiones.

“La vergüenza de Europa”, tituló hace diez años un prestigioso semanario austríaco. Esperemos que no se vuelva a repetir.

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