Quien tiene un amigo
24 de Febrero.- Querida sobrina: mis alumnos C. y S. son tan aplicados que, en poco menos de dos años, han conseguido hablar español de una manera fluida. Nos entendemos perfectamente, lo cual resulta doblemente meritorio porque yo hablo un español que está lleno de giros coloquiales, de esos que no se aprenden en los libros. Como se me ha terminado el material didáctico disponible y ellos, embarazados en este momento, no parece que estén en el mejor momento para presentarse a un examen oficial, hemos decidido seguir aprendiendo utilizando ejemplos de español real sin adulterar. Ayer les llevé dos artículos de la edición digital de El País del día. Aprovecho para decir que, el que motiva esta carta, era un artículo que estaba escrito con los codos. Contenía unas faltas de ortografía que erizaban el vello y hacían que los ojos se te inyectaran en sangre. Pondré sólo un ejemplo. El jumento que había escrito aquello –sin duda un refrito de un texto más largo- dejó colgado en la red que los que se afanaban en acopiar amigos en internet sufrían “una ansia” de exhibicionismo.
 
Con el error hay que ser compasivos (lo digo yo, que desde que vivo en otro idioma, a veces, meto la pata con las bes y las uves, o me dejo olvidadas las haches) pero, a pesar del apellido del que firmaba, el artículo parecía escrito por un extranjero –o por Ray Loriga, ese escritor cuyas novelas suenan siempre como si estuvieran traducidas del inglés-. En fin: disparates varios.

A lo que yo iba. En el artículo del ansia (o de “la ansia” en neoespañol) se hablaba de cuántos amigos se podían gestionar en internet, al tiempo que el articulista citaba varias opiniones peritas que sostenían que el concepto de “amigo” en la vida real no necesariamente debía coincidir con el de “amigo” en los etéreos espacios virtuales. Tú serás una niña crecida en un mundo dominado por internet, y probablemente estés acostumbrada a estas cosas pero para mí, que hace tiempo que dejé atrás la adolescencia, lo mismo que para mis compañeros de generación la palabra “amigo” tiene un significado bastante preciso que, en todo caso, nace de una relación que ocurre en el mundo físico y que luego, por supuesto, se puede prolongar en internet. O al revés: puede nacer en internet –como ha sucedido con muchas amistades que han aparecido en mi vida usando Viena Directo como puerta de entrada- pero luego, imprescindiblemente, tienen que perfeccionarse en el mundo físico.

Salvo, me parece recordar, en un caso, no soy amigo de nadie en Facebook a quien no haya tratado antes en el mundo real. Entre otras cosas porque me parece que los intercambios de información que se dan fuera de esa premisa son demasiado superficiales para llamarlos amistad. Son otra cosa, agradable, claro, pero no amistad. Creo que el punto fundamental es la diferencia entre tener mucha información a propósito de una persona y la reciprocidad que, a mi juicio, implica ser amigo de alguien.

Por ejemplo: yo tengo mucha información sobre Penélope Cruz, pero, en el caso de encontrármela por la calle, no le contaría ninguna intimidad mía ni creo que ella me contase cómo le van las cosas con su novio, o si tiene algún problema de salud, ni creo que me hubiera consultado cómo manejar las excentricidades de abuela napolitana de Sofía Loren.

Esta cuestión, surgida a partir del nacimiento de las redes sociales, tiene conexiones con multitud de viejos problemas y es más profunda de lo que parece: resucita la transcendental diferencia entre información y conocimiento. Por ejemplo: yo sé, a través de Facebook, que la persona X está cociendo agua para poner unos spaghetis, pero ¿Qué valor –en términos de amistad- me aportaría que esa persona, sin un destinatario definido, escribiera cada dos minutos en su barra de estado lo que está haciendo? ¿Me convertiría esa información en alguien más cercano a esa persona? ¿Acudiría esa persona si yo tuviera un problema y necesitase ayuda?

Sospecho sin embargo que los tiros no van por ahí, y que las formas de relación futuras se irán volviendo cada vez más volátiles. Aunque, sobrina, como ha sucedido toda la vida, sólo habrá tres o cuatro personas que, cuando dés una voz, acudan.

Besos de tu tío.

NOTA: Este texto, escrito ayer, no se pudo publicar por problemas técnicos

3 comentarios:

Sara dijo...

He descubierto tu blog, gracias a la magnifica propaganda que te hace tu madre, y la verdad que es merecida!!! Me quedo por aqui...
Un abrazo

María dijo...

Hola:
Qué razón tienes cuando dices que los amigos se cuentan con los dedos de una mano. ¡Y casi siempre sobran dedos!
A mí justo esta semana me ha pasado algo en la que las amigas se han definido. Una ya he visto que sólo le interesa su ombligo y otra que te llama para ofrecerse a lo que sea...
Saludos

Paco Bernal dijo...

Hola a las dos!

Gracias por vuestros comentarios

A Sara: Bienvenida y espero que te sigas pasando por aquí. Perdóname queno haya contestado tu comentario hasta ahora, pero es que he estado de obras en casa y ha sido el infienno. Mi madre, de todas formas, es que es una mujer sorprendente :-)

A María: qué razón tienes. Es en las dificultades cuando se averigua con quién se puede contar.

Saludetes