Dejo el reportaje en cuestión para que mis lectores juzguen
26 de Marzo.- Ayer se emitió por segunda vez una edición del programa Am Schauplatz que se dedicaba a mostrar la vida y milagros de dos skinheads; y no por un motivo exactamente agradable, por cierto (sobre todo para la ORF).
Retrocedamos un poco: durante la grabación del espacio, los reporteros habían acompañado a los protagonistas a un mitin de HC Strache.
Dicho acto se celebraba en el barrio vienés de Favoriten –una conocida zona peatonal que queda detrás de la Südbahnhof y que conoció mejores días allá por los setenta-. Epicentro pues de la Viena proletaria. El mitin en cuestión, como todas las apariciones de Strache, fue bastante movidito. Varios cientos de militantes de izquierdas, separados de los asistentes por un cordón policial, increparon no sólo al político, sino al público congregado, mentándoles a su presunto abuelo nacionalsocialista.
La reacción de los del FPÖ no se hizo esperar: unos tipos con pinta de entrenador de equipo de alevines de barrio cogieron a varios de los simpatizantes que asistían a la reunión política y les dieron material para que confeccionaran carteles al objeto de que los mostraran a los militantes antifascistas. Querían así hacerles ver que, a los militantes ultras fetenes, lo que piensen de ellos los perroflautas les chupa un pie (por cierto que, al ver el reportaje, era inevitable sospechar que tanto los antifascistas como los skinheads no andaban muy sobrados de luces, pero bueno).
Un indivíduo del FPÖ se encargaba de supervisar que las consignas escritas por los skinheads se ajustaran a la ley austriaca (o sea, que no mencionaran nada relacionado con el nazismo). Pero como todos los tabúes engendran sus códigos secretos, la palabra Derecha (Rechts) aparecía con sospechosa profusión.
Se sucedían después diversos extractos de la arenga (me resisto a llamarla discurso) de HC Strache y, tras escucharle, el reportaje mostraba el contacto de El Líder con Su Público. O sea, Strache, hecho un gañán de cine, vestidito como para tomarse una copichuela de aperol spritzer en una terraza del distrito uno, firmándole autógrafos ora a la tradicional gorda teñida y tatuada con perro, ora al sufrido descargador de bultos en un almacén de las afueras. Sin embargo, lo que más le dolió al político ultra, es que también le hizo fiestas al par de skinheads que la ORF le coló por la escuadra.
Strache, ignorante en apariencia de que le estaban grabando, le firmó a uno de ellos en la cazadora y en agradecimiento, uno de los angelicos supuestamente dijo “Sieg heil!” al paso de la Belén Esteban de la política transalpina. Momento que las cámaras de la ORF recogieron escrupulosamente y, por supuesto, fue emitido después.
Strache sostiene que los reporteros de la ORF pagaron a los skinheads para que le provocaran (como si hiciera falta), basándose en el hecho de que los dos protagonistas del reportaje cobraron casi ochocientos euros por siete días de grabación (“del bolsillo del contribuyente”, añaden los medios afines al afectado).
Momentos más tarde, Strache se dio cuenta de que las cámaras de la ORF habían recogido el momento y habló con su personal para que se deshiciesen de los molestos reporteros. Acto seguido, Herr Strache le puso una querella a la tele pública austriaca que ha traido como consecuencia a) la reemisión del reportaje y un debate posterior en donde Strache pudo perfeccionar su papel en la película “Yo soy un mártir porque el mundo me ha hecho así” y b) Un registro policial en las instalaciones de la ORF en el que las fuerzas del orden pretendían hacerse con los brutos de grabación del programa (se llama brutos al material sin montar de un reportaje). Pretensión que, de momento, no ha dado frutos porque en la ORF se han negado a entregar el material amparándose en la libertad de un periodista a no poner al descubierto sus fuentes.
Quisiera terminar este post que ya es demasiado largo diciendo que a mí el reportaje me extrañó porque, en contra de lo que es tradicional en la ORF era tremendamente descarnado (por no decir amarillista) y abiertamente tendencioso –o sea, se notaba mucho que los reporteros trataban de que los skinheads se asociasen a HC Strache-. Es obvio creo que a mí el Herr Strache me parece una persona muy poquito recomendable que defiende cosas en las que jamás podré estar de acuerdo. Pero, por otra parte, creo que su zafiedad ideológica es tan evidente que no se necesitan este tipo de cosas para ponerla al descubierto.
Retrocedamos un poco: durante la grabación del espacio, los reporteros habían acompañado a los protagonistas a un mitin de HC Strache.
Dicho acto se celebraba en el barrio vienés de Favoriten –una conocida zona peatonal que queda detrás de la Südbahnhof y que conoció mejores días allá por los setenta-. Epicentro pues de la Viena proletaria. El mitin en cuestión, como todas las apariciones de Strache, fue bastante movidito. Varios cientos de militantes de izquierdas, separados de los asistentes por un cordón policial, increparon no sólo al político, sino al público congregado, mentándoles a su presunto abuelo nacionalsocialista.
La reacción de los del FPÖ no se hizo esperar: unos tipos con pinta de entrenador de equipo de alevines de barrio cogieron a varios de los simpatizantes que asistían a la reunión política y les dieron material para que confeccionaran carteles al objeto de que los mostraran a los militantes antifascistas. Querían así hacerles ver que, a los militantes ultras fetenes, lo que piensen de ellos los perroflautas les chupa un pie (por cierto que, al ver el reportaje, era inevitable sospechar que tanto los antifascistas como los skinheads no andaban muy sobrados de luces, pero bueno).
Un indivíduo del FPÖ se encargaba de supervisar que las consignas escritas por los skinheads se ajustaran a la ley austriaca (o sea, que no mencionaran nada relacionado con el nazismo). Pero como todos los tabúes engendran sus códigos secretos, la palabra Derecha (Rechts) aparecía con sospechosa profusión.
Se sucedían después diversos extractos de la arenga (me resisto a llamarla discurso) de HC Strache y, tras escucharle, el reportaje mostraba el contacto de El Líder con Su Público. O sea, Strache, hecho un gañán de cine, vestidito como para tomarse una copichuela de aperol spritzer en una terraza del distrito uno, firmándole autógrafos ora a la tradicional gorda teñida y tatuada con perro, ora al sufrido descargador de bultos en un almacén de las afueras. Sin embargo, lo que más le dolió al político ultra, es que también le hizo fiestas al par de skinheads que la ORF le coló por la escuadra.
Strache, ignorante en apariencia de que le estaban grabando, le firmó a uno de ellos en la cazadora y en agradecimiento, uno de los angelicos supuestamente dijo “Sieg heil!” al paso de la Belén Esteban de la política transalpina. Momento que las cámaras de la ORF recogieron escrupulosamente y, por supuesto, fue emitido después.
Strache sostiene que los reporteros de la ORF pagaron a los skinheads para que le provocaran (como si hiciera falta), basándose en el hecho de que los dos protagonistas del reportaje cobraron casi ochocientos euros por siete días de grabación (“del bolsillo del contribuyente”, añaden los medios afines al afectado).
Momentos más tarde, Strache se dio cuenta de que las cámaras de la ORF habían recogido el momento y habló con su personal para que se deshiciesen de los molestos reporteros. Acto seguido, Herr Strache le puso una querella a la tele pública austriaca que ha traido como consecuencia a) la reemisión del reportaje y un debate posterior en donde Strache pudo perfeccionar su papel en la película “Yo soy un mártir porque el mundo me ha hecho así” y b) Un registro policial en las instalaciones de la ORF en el que las fuerzas del orden pretendían hacerse con los brutos de grabación del programa (se llama brutos al material sin montar de un reportaje). Pretensión que, de momento, no ha dado frutos porque en la ORF se han negado a entregar el material amparándose en la libertad de un periodista a no poner al descubierto sus fuentes.
Quisiera terminar este post que ya es demasiado largo diciendo que a mí el reportaje me extrañó porque, en contra de lo que es tradicional en la ORF era tremendamente descarnado (por no decir amarillista) y abiertamente tendencioso –o sea, se notaba mucho que los reporteros trataban de que los skinheads se asociasen a HC Strache-. Es obvio creo que a mí el Herr Strache me parece una persona muy poquito recomendable que defiende cosas en las que jamás podré estar de acuerdo. Pero, por otra parte, creo que su zafiedad ideológica es tan evidente que no se necesitan este tipo de cosas para ponerla al descubierto.
4 comentarios:
La ultraderecha se está disfrazando de gente guapa y educada para volver a colarnos un gol por la escuadra. Aquí también enmascaran su discurso y se muestran como dóciles y tolerantes.
Mal asunto. Y una encerrona así, al final, sólo sirve para darle a ellos alas.
Saludos
Hola!
Recuerdo que cuando Carmen Sevilla empezó a presentar el telecupón yo decía que tenía tanto éxito porque era una versión mejorada de las abuelas que la veían. Con este hombre del reportaje es un poco igual: representa lo que determinado proletariado sin formación o con una formación muy insuficiente para competir en el mercado de trabajo (al fin y al cabo los que más sufren el fenómeno de la inmigración) quisiera ser.
Yo también creo que, antes de hacer el reportaje, deberían haberse andado con más cuidado. Porque estas cosas, por muy buenas intenciones que traigan, pueden volverse contra sus artífices.
Saludos
Experimentos parecidos en la Francia de Miterrand provocaron un ascenso sin precedentes del Front National de Le Pen, y nada menos que en los feudos comunistas de Marsella y del cinturón de ciudades dormitorio de París. Lo que en principio era un partido sin ninguna expectativa electoral se convirtió en la tercera fuerza política del país. Y todo gracias a la caricatura y a las trampas tipo Strache que les tendieron progres de toda laya. Sus votantes fueron trabajadores normales y corrientes a los que fascinó precisamente la caricatura y que contribuyeron con su apoyo a la radicalización de Le Pen. Llegó incluso a disputarle la presidencia a Chirac.
Habría que tener mucho cuidado con tonterías de este tipo, no vaya a ser que nos encontremos con un Le Pen a la austríaca.
Saludos
Hola Pablo!
Pues sí: a mí también me parece que estos experimentos son la mar de peligrosos (y creo que son innecesarios, como decía en el post, porque esta gente se desacredita facilmente a sí misma).
Saludos
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