Una de las hormigas de la Abeja Maya
Como las hormigas
3 de Marzo.- Querida Ainara: tu padre, ya lo sabrás tú, es una persona muy ocurrente. Tiene un don natural para sintetizar en una frase una situación, de una manera que nadie más ve.
La semana pasada, el pobre tuvo que sufrir la huelga de los pilotos de Lufthansa y las incómodas consecuencias de tener que atravesar Alemania en un tren lento y maloliente. Aunque, yo que le conozco, supongo que lo que más le desesperó fue tener que sufrir a los teutones cuando les falla el sistema al que están acostumbrados. Me escribió ayer que los alemanes son como las hormigas, que cuando les cortan el caminito que siguen disciplinadamente, se vuelven locas. O sea, que están cómodos en entornos controlados y que se les da mal improvisar.
Mi experiencia con los vecinos del norte es que, en un alto porcentaje, están poseidos por la manía de sistematizarlo todo. Algunos, hasta un punto absurdo. Y que, aunque lo intenten, se llevan mal con los imponderables.
Tengo la sensación, Ainara, de que el resto de la humanidad lleva unos meses comportándose como las hormiguitas de las que hablaba tu padre en el párrafo anterior. Desde que estalló la crisis financiera mundial, allá en 2008, los medios de comunicación de masas se han encargado de condensar sobre las cabezas de la gente unas nubes negras y densas que tienen a todo el mundo cabizbajo. Y algo más. El otro día me horroricé al leer que, en Argentina, una familia se había suicidado –entiendo que los padres habían “suicidado” a los niños pequeños- a causa de la psicosis despertada por el cambio climático. Llueven sobre nosotros artículos de opinión en los que se augura un final apocalíptico para la civilización actual. Se predicen desastres naturales sin precedentes, hambrunas, sequías, inundaciones, la furia de la tierra o de los agentes económicos desatada contra la pobre humanidad que, mientras tanto, está empezando a dar síntomas del estrés que aquejaba a las hormigas del cuento.
Tantos malos agüeros me han dado que pensar y he llegado a la conclusión de que lo que sucedió entre 1989 y 2001 es que, por primera vez en mucho tiempo, la humanidad vivió en ausencia de miedos graves. Recuerdo, por ejemplo, toda mi infancia influenciada por el ruido de fondo que hacía el miedo a la guerra nuclear. En las peores pesadillas inventadas por el cine y la televisión siempre había un loco que apretaba un botón rojo. Sin embargo, cuando cayó el Muro, pareció de pronto como si no pudiera pasar nada incontrolable. Incluso, un bobo de los muchos que cobran por dar conferencias, dio por terminada la Historia. El tiempo se encargó, como suele suceder, de desautorizarle.
El miedo, Ainara, a una escala lógica, es una reacción sana. Nos ayuda a no meternos en fregados en los que pudiera ponerse en riesgo nuestra integridad. Pero la ola negra actual, la opresión en el pecho que no deja de invadirte cuando abres un periódico o enciendes la televisión, está provocando una neurosis colectiva, un pánico sordo que, de momento, está silente pero que, si se desata, puede ser muy peligroso.
Es cierto que tampoco es que la actualidad dé para estar como unas castañuelas pero Ainara, hay que luchar contra la propensión natural de muchos opinadores de poner las cosas peor de lo que están para refocilarse en la negrura.
En fin, no sé si me entiendes.
Besos de tu tío.
2 comentarios:
Hola Paco, mañana viajamos a Viena un grupo de maestros de MUrcia para intercambiar experiencias con otros maestros de Inglaterra y de allí, de Viena. Vi tu blog y me encanta, así que me he hecho seguidora. ¿Cómo está el tiempo para los próximos 5 días? porque aquí no estamos muy habituados a fríos intensos y vamos un poco desorientados. Muchos besos.
Hola!
Muchas gracias por doble motivo: siempre es genial recibir a una nueva lectora que, además, comenta.
Siento contestarte un poco tarde, pero te diré que se espera que haga fresquete en Viena -ya habrás visto que nieva- si tanto tus companeros como tú necesitáis algo, no dudes en escribirte un mail.
Será un placer ayudaros.
Saludos
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