Los espíritus que vagan por el ambiente (II): Macumba te ve

Madre e hijo (foto extraida de la cuenta de flickr de The National Media Museum)
3 de Junio.- Cuando mis lectores lean esto, me encontraré camino de Italia. Me gusta ir una vez al año para renovar fondo de armario y para ponerme ciego de pasta. Así pues, las próximas ediciones de VD serán enlatadas.

Cuando falleció mi abuelo, hace unos meses, dije que algún día contaría algunas de sus historias. Y qué mejor momento para hacerlo que hoy, mientras ruedo por las carreteras de Berlusconilandia. Allá vamos.

Mi abuelo, que en paz descansa, era un gran vidente.

Y, como todos los grandes, era una persona modestísima a la hora de hablar de sus capacidades. Tan modesta que este que escribe, su nieto, tuvo durante toda su niñez y primera adolescencia la idea, tan insensata como inocente, de que todos los abuelos del mundo eran personas tan especiales como el suyo, capaces de adivinar el porvenir con una exactitud razonable, y de encontrar objetos perdidos solo con concentrarse.

Porque mi abuelo tenía una relación con su don tan cuidadosa pero, al mismo tiempo, tan libre de afectación, como la que tenía con todos los objetos o personas. A todos los trataba con un miramiento prudentísimo pero con la normalidad de quien sabe que todo en esta tierra es fútil, mudadizo y transitorio.

Así pues, no recuerdo un momento de tener constancia de que mi abuelo no era una persona como las demás, quizá porque su don siempre estuvo ahí.

Recuerdo, eso sí que, de vez en cuando, aparecían en la vida de mi abuelo personas que compartían facultades parecidas a las suyas. Entraban facilmente, pero también se marchaban con idéntica facilidad, sin dejar ningún rastro; sin que nunca más volviera a nombrárselas. Ignoro cómo mi abuelo entablaba contacto con esta gente, pero con los años he llegado a la conclusión de que las personas que ven o sienten cosas que a los demás nos resultan difíciles de creer, se identifican por determinadas señales peculiares.

Como los niños son capaces de integrar en su realidad hasta las circunstancias más extraordinarias, yo presenciaba determinadas escenas como la que narraré hoy sin inmutarme, mientras me comía las ballenas que mi abuela nos hacía cada vez que íbamos a su casa.

(Una ballena es un bocadillo de pan blanco tostadito en el que se meten un par de lonchas de jamón de York).

Probablemente aquel día mi madre y mi abuela estuvieran comprando algo, porque en la salita de estar sólo estábamos mi abuelo, una señora de tez olivácea y yo, que mordisqueaba el consabido bocata en el silencio que me habían enseñado a observar en presencia de las personas mayores.

La señora de tez olivácea era cubana y firme creyente de lo paranormal (no necesariamente por ese orden) y, a partir de ahora, la llamaremos la señora Macumba. Más que por lo que decía, que no soy capaz de reproducir,aquella mujer me fascinaba por su acento. Como he dicho antes, durante mi infancia no era normal ver extranjeros y aquella mujer hablaba español con una cadencia que resultaba enormemente estimulante.

Debían de ser alrededor de las siete o las ocho de la tarde y la luz de la habitación estaba encendida. La señora Macumba y mi abuelo departían alegremente sobre temas de adultos cuando, súbitamente, la señora Macumba dio un respingo. A mi abuelo le pareció perfectamente normal y no dijo nada. Ella, de pronto, cerró los ojos, se echó una mano al hombro, y dijo:

-Paco, me están tocando.

Con la boca abierta, yo paré el bocadillo en el aire presa del más vivo interés. No se veía a nadie que pudiera estarle poniendo la mano encima a aquella señora, pero, por alguna razón inexplicable no tuve ningún problema en aceptar la descripción que mi abuelo hizo de quien estaba tocando a la señora Macumba. Ella, por cierto, le reconoció al instante sin mayores problemas. Luego, según dijeron (yo, por supuesto, no podía ver al hombre a quien ellos dos veían) la presencia se dio la vuelta con la teatralidad que se les presupone a los difuntos y, sin armar mayores escándalos, salió de la habitación.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

!Guauu! seguro que no le viste por culpa de la media ballena que te habías zampao.
!Que cosas más interesantes cuentas Paco, nunca se sabe por donde vas a salir :-)!
SOL

Chus dijo...

Que entrada mas interesante!!!!.

Me he quedado con ganas de saber cual fue la descripción que hizo tu abuelo.

Cuenta mas cosas de estas, que me encantan.

Un beso

Paco Bernal dijo...

Hola!

A Sol: de eso se trata, de sorprender jajajaja. Pero la vida siempre le gana a la ficción. Saludetes :-)

A Chus: otro día hablaré de las descripciones, porque a mí también me parecían muy interesantes. La serie, ya digo, seguirá.

Besos