Dos marineros vascos del tiempo de la Guerra Civil
19 de Julio.- Cuando su hermano murió, mi abuelo tenía ocho años y para él debió de ser un golpe brutal. No sólo por la pérdida de alguien cercano, sino también por las circunstancias en que la pérdida se produjo, las cuales, en la dura posguerra civil garantizaban el ostracismo no sólo del muerto, sino de su familia. Delante de mí nunca mencionó el tema pero sé por otras personas que la pérdida de su hermano oscureció notablemente su niñez, su adolescencia y su primera juventud. Alrededor de la vida y de la muerte de mi tío abuelo Manuel se extendió una espesa capa de silencio favorecido también por ese anonimato que, de forma inevitable, va borrando los perfiles de las biografías de los que mueren sin hijos.
(Corrección: mi tío abuelo sí tenía hijos cuando murió)
Y así, si bien se considera, y de forma un tanto paradójica, no sé más de la vida de Manuel López, mi antepasado, que las circunstancias de su muerte y tengo la sensación de que inventar una novia que le esperó infructuosamente para terminar dándole hijos a otro señor, no sería más que una manera de hacer literatura, y no precisamente de la mejor. Quizá sólo le lloraron su madre y su hermana Carmen en el silencio de sus alcobas, quién sabe; porque a su padre, mi bisabuelo (que tenía, por cierto, un gran parecido con Stalin) por ser varón le estaba vedado llorar.
Mi abuelo debió de leer la carta de la que hablé antes muchas veces y hoy, junto con la foto que encabeza estas líneas y una tumba en el cementerio de Cartagena, es todo lo que queda de la existencia terrenal de alguien que, al morir, poca idea podía hacerse de la influencia que iba a tener sobre miembros de su familia cuya existencia ni siquiera pudo imaginar.
Durante un tiempo, debido quizá al sobrecogimiento que me invadió cuando encontré aquella carta, me sentí muy cerca de aquel muerto que era apenas una figura borrosa del pasado. De esta época, supongo, data un enigma que, si Dios quiere, quedará sin solución para siempre, y que, a veces, me planteo. Si en España volvieran a darse las condiciones de 1936 (ayer hizo setenta y cuatro años del cuartelazo de los generales sublevados) ¿Qué haría? Muchas veces le pregunté al hombre de la foto qué había hecho él y no me contestó, naturalmente. Pero por las pocas letras que dejó le sentía como una especie de embajador en el pasado, alguien con quien yo me hubiera podido entender bien.
Casi clandestinamente, obedeciendo a la discreción con el que se cubrieron todos los pormenores de la muerte del represaliado, obtuve los papeles del proceso por el cual, a mediados de los ochenta, fue rehabilitado por la misma justicia militar que le condenó (o quizá por otra: la justicia militar es como el río del filosofo: siempre parece la misma, pero siempre es diferente).
El papel de Manuel López fue muy modesto y, que yo recuerde, los papeles del proceso dejan lo verdaderamente importante a la imaginación. La aridez del texto legal abriga apenas el gran vacío sobre las motivaciones y los miedos de una persona que es hoy, como seremos todos algún día, sólo una imagen, un par de anécdotas de segunda mano que alguien contará cuando se hable de nosotros.
6 comentarios:
Muy potito, herpato!!! Efectivamente el abuelo estaría orgulloso.
Besos
Cariño cuando tu tio abuelo murio ya tenia dos niñas una nacida y otra en camino, que son mi prima Manoli Carmencita, un beso
Ves? Esto pasa por escribir de lo que uno no sabe a) y b) por dejarse llevar. Si hablas con las dos mujeres esas, salúdalas de mi parte.
(Ay, por Dios, qué planchazo jajaja).
Me siento como Ana Rosa Quintana cuando la pillaron copiando.
Hola Paco,
estoy leyendo esta serie porque me gusta mucho el cariño con el que escribes sobre tu familia. Leer sobre el pasado de otros es meterse un poco en su intimidad (y eso a mí siempre me ha dado algo de apuro), pero he de confesar que encuentro la historia de tu abuelo y su hermano la mar de interesante.
No sé si te he felicitado por el blog alguna vez, así que por si acaso aprovecho ahora. :)
Un abrazo.
Hola:
Muchas gracias, esta vez doblemente, por tu comentario. Me alegro mucho de que te guste esta serie. A mí también me gusta mucho escribirla. Porque tengo lejos a los míos (algunos, tan lejos que están ya al otro lado del espacio y del tiempo) y me faltan y los echo de menos.
Un beso, guapa. Hasta pronto.
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