De la estirpe de Cachuli

El Sr. D. Julián Muñoz de insospechada relación con Austria

5 de Agosto.- Para mis lectores de fuera de España, Cachuli es el hipocorístico con el que se conocía al Sr. D. Julián Muñoz, ex alcalde de Marbella, el cual fue el protagonista de una red fenomenal de convolutos que han salpicado incluso a la que fue su pareja, Sra. Dña. Maria Isabel Pantoja (Martín), más conocida como Isabel Pantoja, la Pantoja o, entre sus íntimos, como simplemente Maribel.

D. Julián estuvo durante muchos años practicando diferentes estilos de natación en un río de billetes cuyo crecido caudal amenazó incluso con echarle de su vivienda (parece demostrado que su ex mujer, Sra.Dña Maite Zaldívar, para evitar los estragos que causaba en la armonía familiar esta extraña variante del síndrome de Diógenes, tuvo que sacar parte de ese dineral de su domicilio ayudándose de bolsas de basura).

En los últimos tiempos y tras una breve –aunque ruidosa- estancia en prisión, el Sr. Muñoz ha recabado algunos fondos enseñado su cachulín en una revista (en lo que se llama un “robao pactao”. O sea, que tú te pones en bolas en la cubierta de una embarcación, con el antebrazo cómodamente colocado bajo la nuca, cuidando de que tu cachulín quede bien a la vista, como quien está solo atento a que el astro rey le dore las partes y, mientras tanto, un paparazzo, con el que has concertado una cita, te fotografía para que en el país, a la semana siguiente, se establezca un debate sobre si Dios te concedió un cachulín de estrella porno, más bien recogidito, o acorde con la media).

En fin, que el Sr. Muñoz ha suscitado el mencionado debate y luego se ha forrado a hacer entrevistas en las que ha hablado sobre su cachulín, sobre sus diferentes procesos de corrupción e, incluso, sabiéndose un personaje digno de la atención pública, ha consentido en reirse de sí mismo y de la altura a la que lleva los pantalones (para mis lectores de fuera de España: véase la foto que encabeza estas líneas).

Durante el lucrativo ejercicio de sus corruptelas, el Sr. Muñoz lucía su dentadura postiza y su bigote en múltiples saraos. Incluso, o especialmente, en los organizados por su mentor, Sr. D. Jesús Gil y Gil (que en paz descanse), presidente y fundador del GIL (Grupo Independiente Liberal); fuerza política construida a su imagen y semejanza (el Sr. Gil no era exactamente un apolo y la fuerza política que fundó distaba mucho de ser un club de señoritas solteras jugando a la canasta). El Sr. Gil y el Sr. Muñoz tuvieron en los últimos años de vida del primero algunos desencuentros que resultaron en la quiebra (ay) de su amistad.

Si cuento todo esto con tantos detalles es por que es inevitable pensar que todas las corrupciones se parecen y que, salvando las meteduras de pata provocadas por una alfabetización deficiente que caracterizaron en vida al Sr. Gil (meteduras de pata de las que, con la típica mala leche hispánica, la gente se desencuadernaba de risa) la historia de Gil, Muñoz, Zaldívar, Pantoja y demás es calcadita a la de los millones de Carintia; porque en toda corrupción hay siempre un momento chusco. Como decimos en Madrid: hay un momento en donde el corrupto, harto de forrarse, creyéndose impune, se columpia y se entrega a esas fantasías que emborrachan más que las eróticas. Recuérdese a Roldán y aquellas fotos en calzoncillos volanderos con la muñeca hinchable.

En el caso de los millones de Haider este momento se llama “Pershing” y es un pedazo de yate que, presuntamente, se compraron dos de los participantes en la trama con fondos afanados a los honestos productores de petróleo tripolitanos o bagdadíes. Tuvieron el buen gusto, eso sí, de comprárselo a medias para que la compra no resultase tan cantosa.

Hoy, uno de los ex secretarios de Haider, en una entrevista en la que intentando exculparse, acepta implícitamente que los casos de corrupción fueron reales, y acaba con una frase, que sirve de titular, que es, a mi juicio, toda una autoinculpación:

“Yo no he traicionado a Jörg”