19 de Agosto.- Sin duda, una de las manías más irritantes de los publicistas austriacos es cantar con ripios las bondades de su producto. Le ahorraré al lector la urticaria que le producirían algunos ejemplos, pero me creerá si afirmo que, cuando se oye una cuña en la radio más allá de una centena de veces, a uno le alcanzan unas ganas incontenibles de dejarle al poetastro el cuello como un lápiz.
Pues bien: uno de los rimadores más conspícuos del panorama transalpino es HC Strache, el amigo de los niños (arios) el cual, desde su insular retiro vacacional ha dictado un nuevo lema para la cartelería de su campaña electoral a la alcaldía vienesa.
Se trata de “Mehr Mut für unser wiener Blut” (o sea, „Más coraje para nuestra sangre vienesa“) gracioso dístico que se remata con un bonito corolario, también rimado (no querías caldo), en el que se dice (sic) que “demasiados extranjeros no le hacen bien a nadie”.
Junto a las grandes letras en rojo, una de las fotos menos favorecedoras de Strache, que huye esta vez del consabido Photoshop que le disimula normalmente la papada y elige un primer plano de sonrisa algo crispada en el que sus ojos azules han sido resaltados por vía informática.
Naturalmente, el empleo de este lenguaje claramente neofascista, ha levantado ampollas en la oposición (lo de la “sangre” aunque vaya entre comillas, es una clara alusión para iniciados; recuérdese la organización secreta neonazi “sangre y honor”). Socialistas y verdes han criticado duramente los términos transparentemente racistas del cartel. Hasta ahí, normal (lo anormal, por cierto, es que este tipo pueda imprimir estas cosas y difundirlas sin que pase nada).
Lo sorprendente ha sido que, incluso los medios de comunicación que actúan como correas de transmisión de las travesuras fascistoides de Strache, esta vez se han asustado bastante y, desde sus columnas de opinión, o desde las amañadas cartas a la redacción, han indicado que el político, esta vez, ha ido demasiado lejos.
Los responsables de campaña del pájaro en cuestión han salido en defensa del talento poético de su jefe (al que imaginamos al borde de la piscina mallorquina inventando rimas para sacar de quicio a sus compatriotas) y, con el desparpajo que da haber pasado por la escuela sin haber entrado en ella, han indicado que, si se prohíbe eslogan semejante habría que prohibir también la famosa opereta (“Wiener Blut”) y una canción de Falco del mismo título. Strache, por supuesto, no se ha pronunciado.
Facebook, inmediatamente, se ha movilizado. Y ya hay 8000 socios (o como nos llamemos) que ya han puesto el grito en el cielo a propósito de una campaña que recuerda al eslogan con el que Rosenkranz (la pobre) se presentó a la presidencia de la república (Recuérdese: “Ohne mut, keine Werte”, o sea, y en cristiano: sin coraje no hay valores).
Ahora bien ¿En qué clave hay que leer este eslógan y esa cierta simpatía por el diablo neonazi que Strache ha demostrado en otras ocasiones? Obviamente, como decía Marisa Paredes en “Tacones Lejanos”, Strache sabe que “No se puede ser una reina del pop toda la vida y que, en algún momento, hay que pasar a ser una Gran Dama de la Canción”. O sea, y traducido al lenguaje político: que no se puede estar eternamente calentando banquillo en la oposición y que, en algún momento, un político tiene que aspirar a morder de los presupuestos generales del Estado. Strache sólo tiene esperanzas de conseguir esto último si consigue romper la mayoría absoluta del partido socialista en el consistorio vienés y así convertirse en la llave de un gobierno de coalición. Para eso, necesita arañar todos los votos posibles de su caladero natural: las clases medias bajas que se sienten amenazadas por la (presunta) llegada masiva de extranjeros una vez se abran las fronteras a los trabajadores del este en 2011. Strache necesita que esos votantes pierdan el miedo, de ahí las apelaciones constantes al coraje. Necesita que vayan a votar como sea y que, a quien voten, sea a él.
Lo que no está claro es que lo consiga.
Por cierto: a partir de mañana los viernes no volverán a ser los mismos
2 comentarios:
Esta entrada me recordó a Micky Vainilla, un personaje que el actor cómico Diego Capusotto ha creado para Peter Capusotto y sus videos, un programa ícono de mi país y del rock.
Supongo que con esto trato de buscar una semejanza a eso que describes y que veo tan lejano (o quizás no).
Si puedes buscarlo en you tube y disfrutas del humor como yo, te lo recomiendo. Es muy argentino, pero, para mi al menos, Peter Capusotto es una gratísima compañía.
Un beso de jueves, esperando ese viernes diferente.
Hola!
Muchas gracias por tu comentario. Aunque te contesté en el otro blog, también te contesto en este que sería muy sano si la sociedad austriaca pudiera permitirse un Micky Vainilla. Sería un gran ejercicio de catarsis.
Besos
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