La bondad de los desconocidos (1/2)



21 de Septiembre.- Por alguna extraña razón, soy propenso a que personas desconocidas me hablen por la calle o en el metro. Juro que sin provocación previa. En el metro tiene explicación porque normalmente voy escribiendo y he descubierto que el cuaderno ejerce una atracción irresistible sobre las personas deseosas de hablar. Les da un tema. Es un poco como el mechero que mi primo J.C. llevaba siempre a las discotecas a pesar de no fumar. Por si alguna chica le pedía fuego.


Antes de contar las conversaciones que he tenido con personas que me han abordado en las últimas veinticuatro horas (han sido tres, que a mí me parece un número respetable), quisiera contar una que me sucedió hace unas semanas. Como todas las mañanas, bajé al metro a eso de las nueve y cuarto para venir a trabajar. El tren se acababa de ir, así que me quedaban cuatro minutos de espera, que aproveché para ir al principio de la estación. Iba vestido así: llevaba mi camisa de cuadros azules y amarillos (sobre fondo blanco) de Springfield –creo que se la mangué a mi padre en uno de mis viajes a España-, unos vaqueros Sisley que, modestamente, me hacen un culete muy salao; y unos zapatos completamente normales. Unas zapatillas de lona caqui. En la mano izquierda llevaba un periódico gratuito (el Heute) y en la derecha mi bolsa del gimnasio. Es roja (muy roja) y lleva un escudo austriaco –me la regalaron por esto del mundial, o la copa de la vida o qué sé yo-. O sea, que mi aspecto, estarán de acuerdo mis lectores, no es que fuera para ir al baile de la Ópera, pero era bastante normalito.

A esto que por el rabillo del ojo veo que se acerca un caballero también normal, de unos cuarenta años. Me mira largamente (y algo fijamente) y duda ostensiblemente. Hago como que no me doy cuenta y acecho la llegada del próximo metro. Pasan dos minutos y entonces el hombre, armándose de valor, se acerca y me pregunta:

-Oiga ¿Es usted cómico?

Lo primero que pienso –esas tonterías que te vienen a la cabeza en momentos semejantes- es si llevo la bragueta abierta. Rápido chequeo. No. Siguiente pregunta: ¿De dónde diantres ha sacado el hombre este que yo soy cómico? Me echo a reir:

-Pues mire, no. Lo siento.

Visiblemente avergonzado, el hombre me pide perdón y se retira unos pasos queriendo que se lo trague la tierra.

Ayer: vestuario del gimnasio. Después de correr una hora, como todos los días, me ducho y me encamino a mi taquilla. Un armario de lata de aspecto militar. Cuando estoy sacando las cosas para vestirme, pasa por detrás de mí la persona que ocupa la taquilla que está a dos puestos de la mía. Como el lugar es algo estrecho, aparto mis chismes tratando de limitarme al exiguo espacio frente a mi armarito de lata. El hombre se quita la toalla que lleva a la cintura, abre su taquilla y empieza a vestirse. Yo, a mi cartón. Total, que al cabo de un minuto, el caballero, ya en calzoncillos, empieza a hablar. Tardo todavía unos diez segundos en darme cuenta de que está dirigiéndose a mí. Horror. Zona de dialecto profundo. Aguzo el oído y entiendo esto. Mientras el caballero se palpa el abultado vientre (cervecero) me pregunta:

-Oye, ¿A ti te pasa igual? Me peso antes de ducharme y peso X, me peso después de ducharme y peso X-1 ¿Qué ha cambiado? ¿La rotación de la Tierra?

Me quedo de plástico, perplejo. La verdad es que no sé qué contestarle. Así que, para ganar tiempo, me echo a reir y le digo:

-¡Quién sabe!

El hombre continúa divagando, yo continúo entendiéndole sólo a medias, haciendo todo lo posible por vestirme rápido (eso sí, sin que se note mucho).

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaaaa una entrada muy cómica
¡que arte tienes Paco!:-)

Landahlauts dijo...

Te leo poco sociable. Se ve que vivir en "las Austrias" está haciéndote ya efecto. La gente habla... aunque sea desconocida y no pasa nada. Somos seres sociales y tus semejantes no son tus enemigos.
Repite conmigo: hablar con mis semejantes no es malo y no tienen porqué llevar una intención oculta.

:)

Un saludo.

La chica de la farmacia dijo...

Jajajajajajajajajajaja! Me robaste las primeras carcajadas en esta mañana bonaerense. ¡GRACIAS!

Hay personas geniales, no cabe duda. A mi me sucede igual que a ti, soy propensa a que me hablen en la calle, en un ascensor o en cualquier esquina. La mayoría de esas personas, observa mi uniforme con atención, y se lanza a hacer su "consulta médica/farmacéutica"... Pero cuando ando de civil, lo que más me llama la atención es que la gente por la calle me sonríe y me dice "hola". Sí, hay gente educada, por supuesto, pero cuando hay una sonrisa de por medio, me quedo pensando ¿qué será que ven en mi?. No sé.

Y soy miedosa, así que cuando veo a alguien mirarme con insistencia, sobre todo si es hombre, se me aflojan las piernas y no puedo evitarlo. Así que coincido con Landahlauts, aunque a veces reaccionar con temor sea de lo más normal (sobre todo en Buenos Aires).

Un besote, Paco. Alegraste mi mañana.

Almu dijo...

Lo de: "Es usted cómico?" despues de describir tu vestuario me parece un poco surrealista, pero a lo mejor es que, sin saberlo, guardas algún parecido con esos que hacen Schmee por la tele ;)

Paco Bernal dijo...

Hola a todos!

Gracias por vuestros comentarios.

A SOL: Me alegro de que te hayas echado unas risas. Siempre es un placer saber que alguien se rie con lo que uno escribe.

A Landahlauts: es cierto, no había caido. Pero es que aquí, eso de que la gente te hable por ejemplo, en la parada del autobús para decir que se retrasa, no se estila como en Celtiberia. Y uno pierde la costumbre jajaja. Aunque yo soy muy sociable, te lo puedo asegurar jajajaja

A La Chica de la Farmacia: a mí no me da miedo que me hablen, pero sí que me produce inquietud el pensar que, a lo mejor, no les entiendo (supongo que es el trauma que me queda de cuando llegué y no entendía a nadie) pero la verdad es que los vieneses son muy amables y esta es la ciudad más segura el mundo.

A Almu: pensándolo, yo también caí en que a lo mejor había pasado eso, que me había confundido. Y ahora, la verdad, me gustaría conocer a mi otro yo :-)

Saludetes