La bondad de los desconocidos (2/2)



23 de Septiembre.- Dejé a mis lectores en el momento en que yo, después de lavarme tras la carrera diaria que me ayuda a mantener mi cuerpo escultural, era objeto de abordaje por parte de un señor muy interesado en averiguar las consecuencias de la rotación de la tierra sobre su peso.


Como dije, me vestí lo más deprisa que pude y, tras comprobar en el espejo de la entrada del vestuario que los años no pasan en balde y que la alopecia me obligará pronto a decidirme por un corte de pelo a lo Guardiola, me encaminé a la recepción, devolví la llave de mi taquilla, recibí esa tarjeta que tiene mi foto de hace cinco años y salí a la calle camino del metro.

Justo después de pasar por el puesto de revistas en donde a veces compro el Profil, se me acerca un caballero (segundo abordaje del día) que me escolta hasta el principio de las escaleras que dan a los andenes.

-Buenas tardes.

-Buenas las tenga usted.

-¿En esta estación, se coge la línea 6?

-Mire, no. Es en la siguiente.

Desolación por parte del caballero.

-¿Seguro que no?

-Seguro. Es en la siguiente. Tiene que bajar la escalera y coger el tren que voy a coger yo, andén de la izquierda. Una estación y ya estará usted en la línea seis.

-Gracias.

-No hay por qué darlas.

-Chao.

-Chao,chao.

El caballero y yo bajamos la escalera. Ya en el andén, el caballero se me vuelve a acercar.

-Entonces, ¿Cojo este andén?

Sonriendo, le señalo el cartelón correspondiente, en el que están escritos los nombres de las estaciones de la línea.

-Sí ¿Ve? No tiene usted más que coger el tren que venga y, en la siguiente, está usted en la línea 6.

Pausa. El caballero estudia el plano un segundo y luego se vuelve a dirigir a mí.

-Qué cosas tiene la vida.

Yo le miro temiéndome que me pregunte por qué, cuando se pesa camino de la ducha, pesa X y cuando vuelve, pesa X menos uno. El caballero continúa.

-Qué cosas tiene la vida. Yo es que soy vienés ¿Sabe?

Y yo, sonriendo:

-Ya,ya (y también “ja,ja”, “sí, sí” en alemán). Hombre, no se preocupe, esas cosas pasan.

-Claro, claro ¿Entonces, en este andén...?

-Sí, sí.

-Bueno, Chao.

-Chao, chao.

Me alejo un poco del caballero, que me sigue a tres pasos. Cuando me paro, él se para también y ya, en última instancia, aprovechando un mínimo contacto visual señala el andén y...

-Que sí, es en este andén. Y cuando coja usted el metro estará...

-En la línea 6.

-Eso es.

-Bueno, adios ¿Eh?

-Chao, chao.

Pero el abordaje más bonito fue el de ayer.

Resulta que me subí al metro como ya saben mis lectores que hago todas las mañanas. Cambié la música del mp3 de la música que llevo para reirme a la banda sonora de Indiana Jones y la Última cruzada. Localicé un lugar tranquilo, me senté, saqué mi boli favorito, el cuaderno en el que estoy escribiendo mi próxima ópera magna e, inmediatamente, cogí el hilo y pimpán pimpán estuve escribiendo durante cosa de un cuarto de hora. Cuando el tren llegó a la estación de Schwedenplatz, escucho claramente una voz que me dice:

-Mucha suerte con la novela.

Levanto la vista y veo a una chica muy guapa, española, con un pañuelo amarillo al cuello y un impermeable color antracita graciosamente anudado a la cintura. Avergonzado, le contesto:

-Gracias, gracias.

-Es que no lo he podio evitar, he visto que no era algo personal y he estado leyendo y….Está muy bien ¿Eh? Así que mucha suerte con la novela.

-Gracias, no sé qué decir.

-Bueno, adiós ¿Eh?

Desconocida del impermeable, si, por casualidad lees esto, que sepas que también escribo en un blog. Se me olvidó decírtelo. Las prisas, ya sabes :-)

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