Natascha Kampusch presenta su libro
10 de Septiembre.- Mi familia ya se ha ido (snif, snif). Mientras escribo esto, el lavavajillas termina la faena, la lavadora con las toallas las deja listas para meterlas en la secadora y el avión que les lleva está empezando a iniciar las maniobras de aproximación al aeropuerto de Madrid. La casa aún está llena de las huellas de los visitantes. Levanta uno una almohada y debajo está el oso con el que Ainara ha dormido; más allá, el cascarón de plástico de un huevo sorpresa que la niña se ha dejado olvidado. El ánimo, mientras uno limpia, es melancólico, pero la vida sigue y, poco a poco, Viena se va adentrando en la nueva estación otoñal, y con ella, mi vida y la de este blog, que poco a poco, recuperará el ritmo habitual.
Mientras volvía del aeropuerto, he cogido los periódicos para ver qué había pasado en Austria mientras los Bernal-López hemos estado para arriba y para abajo. Y la verdad es que no nos hemos perdido gran cosa. Que Elsner, el ex banquero corrupto, hasta ahora preso en una céntrica cárcel vienesa (hay que aclarar que, por estas tierras, las penitenciarías están en las zonas habitadas y a nadie parece molestarle) es casi seguro que saldrá en libertad en los próximos días, gracias a un nuevo invento del Ministerio de Justicia Austriaco. Se trata de una pulsera que se lleva en el tobillo (al más puro estilo Desafío Total Perseguido (The Running Man)) y que lleva incorporado un localizador GPS para saber en todo momento las coordenadas del convicto. Por supuesto, la pulsera en cuestión no se puede quitar. De momento, sólo se van a utilizar unos cuantos cientos, siempre en casos convenientemente tasados. Las tobilleras se darán, según la ministra de justicia (Sra. Bandion -Ortner) a aquellos presos que estén en proceso de volver a reintegrarse al tráfago que conlleva la libertad o a aquellos en los que concurran circunstancias que lleven a pensar, como en el caso de Elsner, que pueda querer pillar las de Villadiego.
En regiones más frívolas de la actualidad también se han registrado algunos movimientos curiosos. Por ejemplo, Natascha Kampusch, esa muchacha a la que la libertad le engorda, presentó ayer en una de las sucursales de la librería Thalia un libro en el que, suponemos que por mano interpuesta, cuenta su vida en el sótano de Prikopil. En el Österreich, posa la ex presa con la cara inexpresiva de quien está acostumbrado a los flashes. El libro, según parece, será llevado próximamente al cine por una productora norteamericana que ya ha comprado los derechos.
En fin: contaremos más a propósito de esto más adelante. De momento, ya ha terminado la lavadora y los vasos deben de estar relucientes.
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