La gran actriz española Maria Luisa Ponte
1 de Octubre.- Durante estos últimos días, la información internacional me ha tenido ocupado, así que he tenido un poco abandonada la campaña electoral a la alcaldía vienesa.
Para ponernos al día, y resumiendo, diré que me ha llegado ya el sobre para poder ejercer mi derecho al voto. En él hay dos hojas: una para elegir a mis representantes en el distrito en el que vivo, y otra para la ciudad. Las posibilidades no son muchas así que esta noche, en la intimidad de mi domicilio, me rascaré la coronilla, haré las dos cruces correspondientes y mañana, Deo volente, depositaré la carta en el buzón.
Otro daño colateral de esta campaña que sufrimos (y que no escampa) es que, durante estas semanas, recoger la correspondencia se ha convertido en ocasión de soponcios potenciales. Particularmente por la propaganda insistente, insufrible y absolutamente inaceptable del FPÖ y de su cabeza más visible, Heinz Christian Strache. Bueno, inaceptable en todas partes menos aquí, me temo (y en este caso, lo de temer es en sentido literal).
Hace una semana, recibí un papelucho acompañado de una carta estándar en la que se me informaba, por si yo no me había dado cuenta, de que Viena se estaba llenando de extranjeros y en la que se afirmaba que el FPÖ, y Strache a su frente, era el único partido capaz de atajar con la suficientemente contundencia esta realidad que a mí, según presumían los redactores del texto, me debería estar poniendo los pelos como leznas. Dios se la conserve.
Aguanté las arcadas y, con dos deditos muy finitos, como hubiera dicho la gran Maria Luisa Ponte, separé la carta apestosa del hediondo cuadernillo que la acompañaba. Desde la portada, Strache, sonrisa forzada, cara algo congestionada, me miraba con sus ojos de hielo. Paso por encima de lo enfermizos que eran los textos que encontré en el interior. Bastaba cambiar “extranjero” por “judío” y ¡Voilá! Uno había ganado un viaje personal e intransferible a los años treinta del siglo pasado. Tal era la riqueza de detalles morbosos con la que estaban descritas las fantasías paranoicas de los redactores de los articulos. Como en los tiempos del nazismo, se asociaba la existencia de ciudadanos de otras nacionalidades con lo extraño (fremd), lo sucio, lo aceitoso, lo maloliente, lo corrupto. En fin: paro, que se me revuelve el estómago.
Decidí poner lo antes posible aquella cosa lo más lejos posible y, envolviéndola lo mejor que pude, la deposité en la basura.
Antes de ayer martes, sin embargo, me encontré otro regalito en el correo. Junto a la previsible carta en la que Strache me preguntaba, a mí, qué era lo que me pasaba que aún no tenía los pelos como escarpias debido a la invasión de la morisma, había un cuadernillo de unas veinte páginas con episodios de la historia vienesa ilustrados con unos tebeos que hubieran hecho felicísimo al mismo Goebels y que, de hecho, parecían iinspirados por los comics nazis en los que se pretendía mostrar la supuesta inferioridad congénita de los hebreos.
En una de las viñetas, que ha dado para todo menos para lo que se merecía (la prohibición y la retirada de los ejemplares en bien de la salud pública) se rememoraba el sitio de Viena por los ejércitos turcos. Strache, pertrechado con armadura azul, le decía a un niño rubio armado con un tirachinas:
-Si le aciertas a Mustafá, te regalo un caramelo.
Ni que decir tiene que volví a poner mis dos deditos finitos en acción.
2 comentarios:
Sigue afinando esos dedillos cada vez que puedas... no dejes la "basura" en cualquier lado.
=)
Estimado Paco:
Le saludo de antemano.
Una pregunta, los extranjeros en Viena tienen derecho a ejercer el voto? o usted tiene ese derecho por pertenecer también a un país de la UE -España-?
Saludos cordiales.
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