Los actores de la película Operación Walkiria en una imagen promocional
28 de Noviembre.- Una de las cosas que los aborígenes no entienden es la fascinación que, sobre quienes hemos crecido de los Alpes para abajo, ejercen los nazis. Puede que sea porque, desde nuestra posición de país muerto de hambre pero neutral (salvo la excepción de la División Azul) no tuvimos que sufrir las calamidades que pasaron los países ocupados durante la Segunda Guerra general.
Para nosotros, los soldados del ejército alemán son unos señores que hablan en las películas arrastrando las erres, hacen el paso de la oca poniendo de manifiesto que tienen las articulaciones hechas de un material distinto del de los demás mortales, y llevan los uniformes con una maligna elegancia (no en vano los fabricaba la empresa austriaca Hugo Boss, que se forró con ello).
Quizá sea por esto que las películas “de nazis” no tienen demasiado éxito por estos pagos y que, aunque sean bastante tibias, siempre susciten algo de polémica. Últimamente, eso sí, han sido hechas un par de pelis que se desarrollan en el oscuro periodo nacionalsocialista y de las que he hablado en este blog (me viene a la cabeza “John Raabe” o “Jud Süss, una película sin conciencia). En ellas se pretende instalar entre el público la idea de que, entre sus abuelos, hubo clases. O sea, que no todos los alemanes estaban de acuerdo con Hitler y sus fechorías (es la idea derivada de la noción que se extendió después de la guerra para explicar la dudosa conducta de los alemanes durante la década larga que Hitler estuvo en el poder; aquello de “nosotros es que no teníamos ni idea”).
Claus Von Stauffemberg (izda.) y Tom Cruise (Dcha) en una foto que, en su día, publicó El País
La película de la que hablaré hoy, sin embargo, habla sobre uno de esos personajes que, aún habiendo vivido bajo el nazismo, es objeto de una singular veneración entre sus paisanos. Por ser una de las pocas figuras presentables (o casi) que produjo el tenebroso régimen nacionalsocialista. Me estoy refiriendo al coronel Von Stauffemberg, que fue el tío bragado (y meano) que le puso la bomba a Hitler y que, una vez descubierto, pagó con su vida el intento de magnicidio.
Le película, que se llamó Operación Walkiria (aquí, simplemente, Walkiria) pasó sin pena ni gloria después de su estreno y, hoy, se vende con los DVDs rebajados. Además no tuvo, que yo recuerde, unas críticas excesivamente buenas (quizá porque las historias que tratan sobre un fracaso no son demasiado simpáticas). Yo me la compré hace un par de semanas porque el tema me llamaba la atención y hoy, al objeto de escribir este post, he estado revisándola.
La película, es cierto, hubiera ganado mucho de haberla dirigido Spielberg (se nota a ratos que, al ser Tom Cruise el productor, la dirección de actores es algo impersonal) pero aún así resulta un film muy estimable. A mí me recordaba un poco a una película que se estrenó sin grandes alharacas pero que ha ido ganando con el tiempo: Zodiac. Probablemente dentro de unos años, a OW le pase lo mismo. Aparte de la cuidada ambientación, la principal virtud de la cinta es que tiene un guión muy sólido y que, aún cuando los espectadores sabemos que el pobre Von Stauffemberg fracasó, no perdemos la esperanza de que, esta vez, la bomba cumpla su objetivo y la cúpula nazi reunida en las cercanías de Salzburgo se vaya a jugar al tute con San Pedro en menos que se tarda en decir amén.
Otra virtud que tiene Walkiria es que, aún en su calidad de superproducción menor, algo industrial, contiene una serie de grandes ideas visuales que exhalan un saludable perfume de cine clásico, por no hablar de una gran imaginación a la hora de ahorrar dinero y diálogos innecesarios de la manera más eficaz posible. Me estoy refiriendo, por ejemplo, a todos los momentos que suceden en la sala de los teletipos. Con las secretarias levantando la mano y reaccionando al baile de noticias del golpe de estado frustrado. O la utilización del ojo de cristal de Stauffemberg, que ayuda a los guionistas a contar la historia. O acciones menores pero cargadas de significado como cuando los personajes se lavan las manos (en diversos contextos y diversas situaciones que remiten invariablemente al gesto que hizo Pilatos para apartarse elegantemente del camino de los que condenaron al melenudo de Nazareth).
En resumen, una película muy pintiparada para disfrutarla en tardes dominicales como esta, con nieve en las ventanas y frío exterior.
2 comentarios:
Que bien que lo has explicado,tengo ganas de verla , he descubierto otra faceta tuya que no conocía la de buen crítico cinematográfico,eres polifacético auténtico.Saludos desde España en una tarde de domingo invernal.
Pero bueno que es lo que no sabes hacer??.
Escribes como los ángeles, haces estupendísimas fotos, ahora crítico de cine y encima dominas internet.
Un abrazo desde aquí sin nieve pero con mucho frio.
Publicar un comentario