Los actores porno también lloran


17 de Diciembre.- Hace algún tiempo, en una carta a mi sobrina que, si no recuerdo mal, se llamaba Generación Porno, decía yo que somos la primera generación en la historia de la humanidad para la que la pornografía se ha convertido en un género de masas comunmente aceptado. Todos damos por hecho que, de manera más o menos habitual, todas las personas con las que hablamos a diario han estado en contacto en algún momento con material pornográfico. Que lo han utilizado a solas o con sus parejas y este hecho, que resultaba perturbador para nuestros abuelos, no solo resulta completamente neutro para la mayoría de nosotros sino que, insensiblemente, ha ido modelando la percepción que tenemos del sexo y de nuestro propio cuerpo.


Porno Unplugged es un documental austriaco que trata de superar el vacío que existe en torno a la industria de la pornografía. Un sector económico que mueve miles de millones anualmente pero alrededor del cual existe un curioso silencio. Al pensar en ello, a mí me venía a la cabeza el mutismo que se relaciona con otra industria sumamente apegada al cuerpo e igualmente condenada a la trastienda de los tabúes: la funeraria. En ambos casos se trata de sectores económicos muy potentes y relacionados con cosas que, por razones diferentes, eso sí, procuramos desterrar del escaparate de nuestra vida como si no existieran.

Los actores y las actrices porno sirven de cañamazo para nuestras fantasías más inconfesables. Su presencia es convocada por medio de un doble clic o mediante la introducción del disco oportuno en el aparato correspondiente. Nos sirven, como los súcubos surgidos de un sueño, y luego desaparecen de nuestra vida sin dejar rastro cuando han cumplido su misión, llevándose al limbo sus siliconas y sus veintes centímetros. En ningún sitio como en el porno se puede observar el proceso de quemadura que, en nuestra sociedad posindustrial, supone la exposición brutal de la propia imagen. La deshumanización, la impersonalización de algo en principio tan humano y personal como la sexualidad.

En Porno Unplugged sin embargo, el autor trata de enseñar que los actores y las actrices que trabajan el género pornográfico son personas que tienen un pasado, un contexto familiar y social en muchos casos nada anormal, alejado de los tópicos que asocian la profesión con la falta de cobijo social y familiar o la marginalidad. Se sigue a uno de los profesionales austriacos más famosos. Un hombre que no llega a los treinta años, de apariencia jovial, que confiesa mantener una relación con otra actriz de la industria de cuyos términos habla igual que un ejecutivo internacional que estuviera todo el día pendiente de los horarios de los aviones.

En el documental, sale una entrevista con su madre, un ama de casa que repasa las fotos de infancia de su hijo con una cierta tristeza, pero que protege a capa y espada la elección profesional que ha hecho su vástago, siempre un poco al borde de las lágrimas, como haría la madre de un estafador o de cualquier otro ejercitador de una conducta dificilmente aceptable por la corriente principal de la sociedad.

O se muestra el caso de una familia que regenta la mayor empresa de distribución de material pornográfico a este lado de los Alpes. La cámara sigue al propietario, un indivío gris, con parka y ojeras de varios días, mientras va por las ferias sopesando con aire experto dvdés y artefactos estimuladores. Un empresario que admite que en el porno se puede ganar y se gana muchísimo dinero pero que, físicamente, la pornografía es un trabajo muy exigente desde el punto de vista físico. Debido a la demanda creciente de los pornómanos más encallecidos de performances cada vez más extremas, en escenarios no siempre invitadores.

El documental da voz también a un activista antipornografía, que lanza lo que no se pueden calificar sino como exabruptos con una fotografía del papa Benedicto como fondo. Eso sí: si hay algo que queda claro es que el supuesto defensor de la moralidad está tan deformado como los que se dejan grabar previo pago.


3 comentarios:

HOSTAL MI LOLI dijo...

Muy interesante y esclarecedora esta entrada. Un abrazo.

Chus dijo...

Hola Paco: Paso de los 50 y en mi vida he tenido contacto ni una sola vez con la pornografía.

A ver quiero hacerte una pregunta, del último párrafo,la última frase que te copio literalmente

"El documental da voz también a un activista antipornografía, que lanza lo que no se pueden calificar sino como exabruptos con una fotografía del papa Benedicto como fondo. Eso sí: si hay algo que queda claro es que el supuesto defensor de la moralidad está tan deformado como los que se dejan grabar previo pago."

Intuyo que te refieres al supuesto defensor activista antipornografía. ¿Pero que tiene que ver el Papa?.

Vamos que no entiendo el último párrafo.

Paco Bernal dijo...

Hola a las dos, y gracias, como siempre por vuestros comentarios.

A Lolibel: le alegro de que te haya interesado el tema.

A Chus: el último párrafo no quería decir más de lo que ponía: el activista antipornografía aparecía en una habitación en la que ocupaba un lugar prominente una fotografía del papa (lástima que no tenga un pantallazo que poner) así como un sinfín de santos y objetos religiosos. El hombre quería dejar muy claro de qué lado estaba, por lo que se ve.

Los exabruptos eran unas opiniones en mi opinión absolutamente desfasadas (aunque coincidenes con las de Herr Razinger) a propósito del papel que la mujer debe tener en las relaciones sexuales y, por extensión, en el mundo.

Por suerte, y aún pareciéndome que lo de los actores y actrices porno es un exceso que puede llevar a la autodestrucción, creo que la sociedad (felizmente para la sociedad, pero tristemente para la Iglesia oficial) hace varias décadas que impuso unos usos mucho más sanos y normales en este campo de la vida y ahora nadie se escandaliza -como parece hacer el papa- porque la gente se lo pase bien en la cama sin querer tener chiquillos o porque los jóvenes aprendan lo que es bueno que conozcan para su felicidad y su plena realización. Que esta información debería ir acompanyada de cierto sostén ético? Pues ahí te doy la razón.

Saludetes