Para no llegar a las manos


19 de Enero.- Querida Ainara: una de las cuestiones que más me fastidian en el mundo son esas cosas que todo el mundo parece saber hacer desde que le calzan el babero y que a mí, sin embargo, se me resisten.

Me revientan esas situaciones en las que todo el mundo te dice que el curso lógico de acción es este o aquel, pero que a mí me sumen en un mar de dudas. Suelen ser cosas bastante pequeñas, es verdad, pero con las que es fácil meter la pata.


Por otra parte, y esto es lo auténticamente fastidioso, como todo el mundo asume que, llegado el caso, no tendrás ningún problema, nadie se toma la molestia de explicárte qué hacer cuando aún se está a tiempo. 

Por ejemplo, Ainara, nadie te explicará nunca (bueno, yo voy a hacerlo) un método sencillo para resolver conflictos con otras personas. Y es una situación que se presenta en la vida adulta un día sí y otro también. 


Esta vida es como un viaje en tren. El espacio es limitado y las horas de marcha, largas. Es muy probable pues que surjan (y de hecho surgen) trifulcas y malentendidos debidos a la estrechez nuestra de cada día.

Para explicarte qué hacer, por primera vez desde que te escribo estas cartas, voy a asumir que te pareces a mí.

En primer lugar, Ainara, cuando se produzca un conflicto del que tú seas causante (o simplemente participante involuntaria) es muy probable que tardes en enterarte. Desgraciadamente, en bien de esa hipocresía social colectiva a la que llamamos buena educación, se nos enseña a no expresar claramente nuestros disgustos. Esto implica que, para que un disgusto alcance la superficie de la conversación tiene que molestarle suficientemente a quien lo padece para que mande a la porra las buenas maneras. Generalmente, cuando llega ese momento, puede ser tarde para una solución civilizada (o sea, de palabra). Y ahí estarás tú, como tu tío ha estado muchas veces, aguantando el chaparrón de una persona más o menos encolerizada que es incapaz de explicarte de una manera coherente qué es lo que has hecho mal o de qué manera puedes reparar el error o compensarle de algún modo.

En estos casos, Ainara, es muy probable que la persona que tienes enfrente esté fuera de sí y que, en un proceso que es misteriosamente automático en el comportamiento humano, intente que también tú pierdas los nervios y entres en la espiral de violencia verbal a la que ella se ha entregado.

Llegados a este punto, hay dos posibilidades: a) quieres conservar la relación con esa persona o b) te chupa un pie conservar la relación con esa persona. Tu tío, Ainara, como es más tierno que el arroz con leche, suele inclinarse por la opción a). Si consideras que el energúmeno que te grita, a pesar de su lamentable falta de autocontrol, merece la pena como persona, deberás buscar la manera de romper la situación de alguna forma.

Tu padre, hombre inteligentísimo como ya sabes, tiene una llave maestra para estas situaciones. Si tiene suficiente confianza con el energúmeno, le hace reir. Automáticamente, la cólera se mitiga como la llamarada de una sartén ardiendo sobre la que se pone una tapa. Si no se tiene confianza suficiente con la persona, es imprescindible intentar encontrar un tono de diálogo normal. Como primera medida, no pierdas la calma. La persona que tienes enfrente va a buscar constantemente excusas que justifiquen el estar enfadado contigo. No se las des. Piensa que, de lo malo malo, uno de los dos sigue conservando la sensatez. Asegúrate que sigues siendo tú.

Por otra parte, mándale señales físicas. Trata de no levantar la voz (tendrá que bajar el tono de la suya si es que le interesa escucharte). Trata de que se siente.

Si todo esto no funciona, tu tío tiene un plan de emergencia que, a la desesperada, casi nunca falla. Se trata de estas palabras mágicas: “cuando estés normal, hablamos; de momento, yo me voy”.

Dejar a la gente con un palmo de narices suele ser una medida bastante contundente. Cuando vuelves, se sienten mucho más inclinados a parlamentar.

Besos de tu tío.

1 comentario:

Chus dijo...

Hay Paco!: Como consejo está genial, pero que vaya a funcionar..... es otro cantar, depende del energúmeno que tengas enfrente y de los rencores, envidias y odios que pueda albergar el corazón del contrario.

Un abrazo