La perdición de los hombres



5 de Mayo.- En la estación de metro donde trabajo está una librería a la que yo, para mis adentros, llamo “la perdición de los hombres”. Se trata de un establecimiento chiquitujo de la cadena Boox, que se dedica a dar salida a los stocks de las editoriales. Ejemplares defectuosos, restos rebajados, y esas cosas.


Siempre que paso por La Perdición–o sea, todos los días a la vuelta de la oficina- echo un vistazo al cajoncillo que hay a la entrada y miro a ver si hay algo que me interese. Si se da el caso de que me he quedado sin lectura (una vez a la semana) entro dentro y rebusco en los anaqueles algún volumen que echarme a los ojos. Fue el caso antes de ayer. Entré, revolví, y encontré el libro con el que me estoy peleando actualmente.

Se trata de “La conquista de lo inútil” de Werner Herzog y son los diarios (o así) que el director alemán escribió durante el rodaje de la película Fitzcarraldo. En la contraportada pone que el pobre Herzog tuvo que lidiar con uno de los personajes más difíciles de la cinematografía mundial de su época: el actor Klaus Kinsky, del que pocas cosas buenas se pueden decir, salvo que colaboró en la fabricación de su hija Nastasja y que, alguien avispado, le dio su nombre a un famoso local de la noche vienesa.

Normalmente, las transacciones en La Perdición de los Hombres se desarrollan de una manera silenciosa. Si llevo efectivo, pago con él; si no, con tarjeta. De fondo, suena en el ordenador Radio 3, de Radio Nacional de España (!). El dependiente (o los dependientes porque no estoy seguro de que sea siempre el mismo) me ofrece una bolsica para llevar el libro, yo la rechazo –es como cuando en la panadería te preguntan “¿Para tomar o para llevar?” pues yo, con los libros, siempre es para tomar- y, ya con el libro en mis manos, el dependiente y yo, como dos personajes de Azorín, nos deseamos las protocolarias buenas tardes.

Sin embargo, el otro día, el “moelno” que me despachó el libro de Werner Herzog no pudo resistirse a ejercer conmigo esa solidaridad que se da entre los lectores y que es uno de los principios sobre los que se podría construir una paz mundial duradera (otro gallo nos cantara si los mastuerzos que nos gobiernan se decidieran, algún día, a leer). Al darme el libro de Werner Herzog, el chaval me sonrió y me dijo:

-Seguramente que le va a gustar mucho. No conozco a nadie a quien este libro no le haya gustado. De hecho, es uno de mis libros favoritos.

-He hecho entonces una buena elección.

-No lo dude.

Yo sonreí y entonces, él me deseó, literalmente que obtuviese mucho placer con el libro. O sea, en alemán “viel vergnügen” con ese tipo de amabilidad, tan correcta, tan educada, que uno echa de menos en los dependientes españoles cuando los tiene que sufrir.

2 comentarios:

Gaby dijo...

Hola Paco! Recién he descubierto tu blog, y me parece muy interesante! Soy chilena y vivo en Viena hace un año, y todavía no logro "enamorarme" de la ciudad... cómo lo lograste tu?
Saludos y felicitaciones!

Anónimo dijo...

¡¡Excelente adquisición, primo!!! No conocía la existencia de los diarios, pero la película es una pasada, creo que una de las mejores películas que jamás he visto. En el docuemntal, "Mein Liebtser Feind," Herzog cuenta las dificultades del rodaje y su tormentosa relación con Kinski. Creo que estaban hechos el uno para el otro: Herzog necesitaba a alguien tan loco como Kinski para llevar a cabo sus operísticos proyectos (incluso pensó en Mick Jagger para el papel de Fitzcarraldo) y Kinski necesitaba a un director como Herzog para que canalizase su locura de una forma constructiva y le diese una forma y una dirección. Sin duda una de las parejas actor-director que mejor ratos me han hecho pasar.

Disfruta de la lecura y ya me contarás!

Un abrazo!