27 de Junio.- Cuenta Adolfo Marsillach en sus deliciosas memorias (Tan Lejos, Tan Cerca, un libro que debería leer todo el que pretenda aprender a escribir de forma amena) la historia del estreno teatral de Maribel y la Extraña Familia, de Miguel Mihura.
Un estreno en el que, paradójicamente, el famoso actor catalán no llegó a participar por decisión propia (aunque luego sí que desempeñaría el papel de Marcelino en la película que hizo Jose María Forqué tomando como base el texto teatral).
Maribel, una de las obras más divertidas de Mihura, no la estrenó una actriz española, sino la venezolana (caraqueña, más concretamente) Maritza Caballero. Una señora que, según Marsillach, llegó al Madrid de aquellos años grises del franquismo y, armada de un poder de seducción sumamente tropical, tomó al asalto los ambientes teatrales capitalinos hasta conseguir que don Miguel Mihura le escribira una obra a su medida (práctica muy corriente en aquellos años aún entre los autores de éxito, los cuales escribían para tal o cual actor igual que, en palabras de Marsillach, “los sastres de El Dique Flotante de Barcelona que le hacían los trajes a medida a Alberto Closas”).
Dispuesta a contar con lo mejor de lo mejor de la profesión para su aventura teatral, la Caballero se puso en contacto con Adolfo Marsillach; le invitó a su lujoso piso del madrileño Paseo de la Habana (zona entonces –y ahora- tirando a pija), le puso un fuerte café venezolano, le entregó el texto y le animó a pedir los honorarios que estimase conveniente. A pesar de tan halagüeños principios y, por razones que el propio Marsillach no se explica, el español rechazó la oferta. Maribel se estrenó, fue un éxito y años después la señora Caballero murió de una forma trágica.
Por cierto, el mismo Miguel Mihura cuenta aquí la historia de cómo se gestó la obra.
Lo que poca gente sabe es que, en el año 1967, Maribel y la extraña Familia tuvo una segunda vida teatral en un país muy alejado de la España de su estreno. Y que esta segunda vida teatral fue el motivo de un pequeño escándalo en la conservadora sociedad vienesa de la época.
Efectivamente, en 1967, en el teatro Josefstadt se estrenó una versión de la obra de Mihura bajo el título de Katzenzungen (Lenguas de Gato, igual que los bizcochos recubiertos de chocolate).
El escándalo se explica por el argumento de la obra. Un hombre apocado y tímido conoce en una whiskería a una prostituta que se dedica al descorche y, sin que ella tenga ni idea de ello, decide casarse con ella. Paso previo para la boda es presentársela a su familia: una tía excéntrica que vive retirada del mundo y su madre.
En la versión de 1967, Maribel es una prostituta vienesa interpretada por la actriz Elfriede Ott (Die Ott, La Ott, toda una dama de la escena vienesa) y la excéntrica tía está interpretada por la gran actriz Helene Thiming, de vuelta a su país tras una fugaz carrera Hollywoodiense.
En aquellos años, tomar como heroína a una prostituta era una decisión enormemente arriesgada pero Elfriede Ott compone una Maribel tan humana, tan decente, tan honrada pero sobre todo, tan encantadoramente divertida, que uno está con la sonrisa puesta durante las dos horas que dura la acción, a pesar de lo arcaico de los medios de grabación de aquellos años. Resulta curioso también darse cuenta de cómo los códigos más acrisoladamente austriacos encajan fenomenal en el universo de Mihura.
Soy consciente de que pocos de mis lectores tendrán la posibilidad de disfrutar como yo lo hice con el DVD que se vende desde hace algún tiempo (algo carillo, veinte euros) pero he querido dejar aquí esto para dejar testimonio de lo mucho que he presumido del teatro español del siglo XX, la edad de plata de nuestra escena. Y Mihura, uno de sus primeros espadas.
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