El mundo de ayer


25 de Octubre.- Durante estos días, me asalta con frecuencia un recuerdo.
Hace muchos años, conocí a una doctora prestigiosísima, especialista a nivel europeo de su ciencia. Una mujer de una inteligencia vivaz y penetrante, de ese tipo en que la potencia analítica está unida a una profunda comprensión del ser humano. Esta señora estaba convencida de que yo podría llegar a ser un gran pintor y sobre esa base, se estableció una especie de amistad que tenía, a ratos, tintes maternales.

Me miraba dibujar y se extasiaba con la facilidad con la que yo sacaba cosas del papel en blanco. Me proponía modelos (Fernando Zóbel, su pintor favorito, no se me olvidará) y me instaba a que no desaprovechase mi supuesto talento
Un día, durante uno de esos momentos en los que uno se confía a otro bajo la capa de una conversación banal, esta mujer me explicó la historia de la muerte de su marido.
Su esposo había fallecido de un cáncer voraz e incurable que, no podía ser de otra manera, le había diagnosticado ella misma. La agonía había sido lenta y dolorosa. Y no sólo para el enfermo.
Con ayuda de sus conocimientos médicos, la mujer había ido confirmando, paso a paso, la matemática precisión con la que su marido iba alcanzando las distintas metas volantes de su carrera hacia la muerte.
Intuyendo que, aunque yo era muy joven, la entendería, me explicaba que cada noche, después de dejar a su marido en el hospital, regresaba a casa andando, por el borde de la autopista, llorando a gritos, confiando en que el ruido del tráfico ahogaría el llanto. Era la única manera de soportar la manera en que la fría realidad de la ciencia iba destrozando una a una sus esperanzas de salvar a quien más quería.
La moraleja de esta historia es, quizá, que solamente el que no sabe puede creer en los milagros.
Estoy convencido de que nos encontramos en uno de los momentos más peligrosos de la historia de Europa en los últimos cincuenta años pero que muy pocas personas se dan cuenta de la trascendencia y la profundidad del hoyo en el que estamos metidos.
Como la mujer de mi historia, quisiera creer que los líderes europeos reunidos esta vez en Dios sabe Dónde, van a encontrar una solución al desbarajuste, un remiendo para el sistema Euro, que se está cayendo a pedazos delante de nuestros ojos. Sin embargo, lo que aprendí en la Universidad, lo que sé de historia económica, me lleva a pensar que, con matemática precisión, irán cometiendo (más) errores, y se irán empantanando en posiciones cada vez más absurdas y más laberínticas hasta que la cosa ya no tenga remedio.
¿Qué pasará entonces? No lo sé y es mejor no preguntárselo.
Mientras tanto, la vida de los europeos sigue su curso de forma aparentemente tranquila y, por lo que respecta a Austria, bastante autocomplaciente.
En las radios de este país se informa de acontecimientos más o menos intrascendentes. El caso cotidiano de corrupción, los preparativos de la fiesta nacional de mañana. Los periódicos tratan la crisis, el maratón de cumbres de jefes de estado, las tensiones surgidas en las altas cúpulas de la Unión, como asuntos de la página 3. Un poco menos importantes que el último bestseller, algo más que la previsión del tiempo
Cuando uno lee los libros de historia, uno se pregunta cómo es que, antes de la invasión de Polonia o del atentado de Sarajevo, tan poca gente se diera cuenta que estaba viviendo momentos que cambiarían el curso de la Historia de la Humanidad ¿Estaremos ahora ante algo parecido? Hay momentos en que uno tiene la sensación de estar viviendo en tiempo de descuento, en un mundo que ya es el de ayer.

3 comentarios:

amelche dijo...

A veces, yo también tengo esa sensación. Tengo la impresión de que esta época tiene muchos paralelismos con los años previos a la Guerra Civil española. Esperemos que me equivoque.

gomomu dijo...

Esa calma previa del mundo a punto de transformarse la describe estupendamente Stefan Zweig en el libro que da título a esta entrada. En medio del bienestar aparente de una sociedad dormida, el asesinato de Francisco Fernando, acabó con el mundo tal como se conocía hasta entonces.

Paco Bernal dijo...

Hola a los dos:

Gracias por vuestros comentarios:

A Amelche: yo también veo los paralelismos, aunque prefiero no pensarlo. En España, todo está preparado para que aparezca un político demagogo y sin escrúpulos. Cada día lo tengo más claro. Espero, sin embargo, equivocarme.

A Gomomu: esperemos que estemos equivocados y que todo no se trate de nada más que la influencia que los nublados tienen en mi estado de ánimo. Tengo que comprarme el libro, por cierto, que no lo he leido.

Saludetes :-)