Manos arriba! Esto es un Bank Überfall!
Fotos: el atraco de ayer de María Hilfe Strasse; fuentes: www.kurier.at y www.kronen.at
28 de Febrero.- Hoy, todos los periódicos, en la sección de Viena, abren con el atraco que ayer hubo en la sucursal del BAWAG de María Hilfe Strasse.
Los pobres del BAWAG habrán dicho, las criaturas, que si éramos pocos, encima la abuela decidió aumentar la tasa de natalidad. Y es que dicha entidad financiera tiene la credibilidad muy minada por un escandalazo de echarle hilo a la cometa que saltó el año pasado. Una especie de roldanesca a la austríaca, con director fugado, millones que no aparecen y baipases al corazón.
A lo que yo iba: ayer, a eso de las once, un indivíduo entró en la sucursal del BAWAG en la mencionada zona céntrica y, pistola en mano, retuvo a unos cuantos rehenes al ver que no podía hacerse con la pasta que estaba en la caja fuerte. Ipsofactamente, se movilizó toda la policía vienesa (sin el bueno del perro Rex, que está en una residencia canina tomándose un merecido descanso) y acudieron los GEOS de aquí, que no sé cómo se llaman ni a qué siglas atienden. Se cortó la calle y se produjo una larga espera. Inmediatamente, se empezó a parlamentar con el atracador que, para sorpresa de todos los policías, no pidió más que alcohol y cigarrillos (me parece a mí que es una petición bastante común y es que los atracadores, sean de la nación que sean, acuden al tajo muy mal aprovisionados). Las horas se deslizaron en silencio con las idas y venidas habituales, mientras la situación iba tomando el cariz de “La estanquera de Vallecas” (tómese este símil con todas las pinzas que se quieran, pero tómese). Para demostrar que estoy en lo cierto, a eso de las once, se abrió una ventana y empezó a sonar una canción que se llama “Bank Überfall” (exactamente, “Atraco”) . La policía, naturalmente, no encontró esta brusca interrupción nada graciosa, y tuvo que darle una voz al suministrador del hilo musical para llamarle al orden y conservar la idiosincrasia Bruce Willis de toda la situación.
Finalmente, el atracador accedió a salir de la sucursal liberando a los rehenes y restablecióse el orden. En rueda de prensa, los responsables de la seguridad vienesa explicaron que el pobrecito había intentado atracar el banco él solo y con una pistola de plástico (¿Conocerá a Gila?) y que lo había hecho para demostrarle a su novia (que le acababa de dejar la noche anterior) que los tenía cuadraos para eso y para más.
Y es que la testosterona hace mucho daño en las cabezas de ciertas criaturas.
La foto que ha dado la vuelta a todas las portadas ha sido la del pobre hombre en actitud de rendición, como una especie de oso amaestrado que esperase hacer la última pirueta antes de volver a la jaula. Aparece junto a él una mujer policía gordita, vestida de oficinista, que le mira desde su cara pixelizada (obviamente, la cara está borrosa para que ni los criminales ni sus vecinos puedan reconocerla). La señora lleva la identificación al cuello, un pañuelo de seda, una chaqueta de ante marrón claro y una falda también color café con leche. Nuestro amigo el atracador (por el que no puedo dejar de sentir cierta simpatía) aparenta medir sus buenos dos metros, va rapado al uno y tiene los ojos azules. Lleva una sudadera puma, unos vaqueros, un forro polar y, curiosamente, el mismo modelo de zapatillas deportivas que yo uso para correr. No parece, en cualquier caso, demasiado peligroso, aunque tenga cierta pinta de hooligan triste. Por la tontería de intentar demostrarle a su novia que es un hombre como los de antes (sin darse cuenta de que, quizá, su novia no es una mujer a la antigua) le pueden caer diez añitos en la trena, cumpliendo condena, con la ausencia de su libertad.
Mientras escribo estas líneas, para disfrute y solaz (espero) de mis lectores, mis ojos se están empezando a inyectar en sangre. Y es que, queridos lectores que yo sé que formáis legión, yo, que no puedo ver a Torrente, que no le encuentro la maldita gracia a Santiago Segura (el ser que más daño le ha hecho a las mentes patrias desde Rody Aragón) he sido agraciado con mi propia versión balcánica del brazo tonto de la ley en la persona de mi compañero Drago –esta vez sí que escribo su nombre para que quede para la historia universal de la infamia-; Drago es una persona que es incapaz de mantener cinco minutos de silencio. Se pasa el día haciendo ruiditos como el negro de Loca Academia de Policía, o riéndose con el estómago, o silbando marchas militares, o imitando (en alemán, que ya es el acabóse) a Gollum, el de El señor de los Anillos. Yo, mientras estoy obligado a escucharle, barajo posibilidades de dejarle inconsciente durante el mayor tiempo posible (no entra en mis planes cepillármelo definitivamente, angelico) para poder disfrutar, aunque sólo sea un cuarto de hora, de un poco de calma, de unos ruidos con un poco de más sustancia que los del cojín ese de broma que se tira pedos.
Ay, por Dios, ¿No le entrarán ganas algún día de atracar un banco y de coger rehenes?

PS: Acaba de llegar a mi oficina el deshollinador que, en alemán, se llama Gluckträgger (o sea, el traedor de suerte)


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Hacen unas gachas, Don Camilo? ¡Hacen!