Ilustres visitantes
27 de Febrero.- Vamos a tener visita. Rafael Simancas, candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, estará en Viena con la libreta en la mano para coger ideas sobre política urbanística. Lo malo será que, cuando regrese, los mismos generales del ladrillo que compraron a los dos diputados regionales (Tamayo y la otra) se la volverán a jugar y Madrid perderá, por culpa del dinero negro, otra gran oportunidad de convertirse en esa gran ciudad europea que todos queremos que sea. Y esto no lo digo porque Simancas me caiga especialmente bien, sino porque no creo que se pueda contar con Gallardón para luchar contra la negra aristocracia de la pasta a corto plazo.
En Viena se construyen, según los datos de que dispongo, 5000 pisos al año, que son gestionados al 50% por el Estado y al otro 50% por cooperativas y otras empresas. Aquí, cuando uno puede demostrar que no tiene dinero suficiente para acceder a una vivienda de mercado libre, se dirige al organismo competente y solicita que el Estado le dé una casa de acuerdo con sus posibilidades. Dichas posibilidades suelen ser una renta reducida que en España haría llorar de alegría a más de uno y a más de dos. Pisos de setenta y ochenta metros cuadrados a 200 euros al mes. Eso sí: el Estado Austríaco tiene buen cuidado de que tu piso, esa casa en la que vives y por la que pagas ese alquiler de risa, nunca sea tuyo. En Austria es imposible que una vivienda de protección oficial pase a ser de propiedad y (con ello) objeto de especulación. También es verdad que, culturalmente, no existe la adoración por el ladrillo que existe en la cultura española. Cuando yo cuento aquí que en España la gente se empeña a cuarenta años por la falsa seguridad de un piso, la gente lo flipa, lo flipa y lo flipa. Porque aquí, una casa es una cosa utilitaria que se usa durante un tiempo y, después, cuando cumple su misión, se deja. Aún recuerdo que, cuando compré (bueno, empecé a pagar) mi piso en una localidad del extrarradio madrileño, mi abuela, casi con lágrimas en los ojos, me dijo:
-Muy bien hecho, hijo mío: de tu casita, nunca te podrán echar.
Esa es la mentalidad española. Y estaba bien cuando, en época de mis padres, alguien podía comprarse un piso tras seis años (seis! Ja! De estrecheces), sudando tinta, pagando letras como un tonto. Pero seis años. No treinta, como mi hipoteca. Y yo, todavía tengo suerte, porque la letra que pago es razonable aún. Pero hay gente que está endedeudada por el ochenta por ciento de su sueldo. Vaya: que tienen que chupar el gotelet a falta de cosa de más alimento.
Las fotos que ilustran este post son del Karl Marx Hof que es una gigantesca manzana de pisos de protección oficial construida en los años veinte (durante lo que aquí se llama la Viena Roja). A mí, los pisos que más me gustan son los de esa época. Hay otro Hof muy bonito cerca de Kardinal Nagl Platz, pero no he encontrado fotos. Recuerdan a los decorados de las películas expresionistas. Parecen castillos, con sus ojivas y sus ventanas cuadradas y la pureza de sus líneas Art Decó. Quizá esta primavera, cuando tenga tiempo, salga con la cámara y fotografíe estos edificios que son, en mi opinión, lo más bonito de Viena.
Igualitos que los que está haciendo El Pocero ese, vaya.

1 comentario:

Marujita Robinson dijo...

Será porque estoy muy españolizada, pero es que no termino de verme totalmente estable en una casa de alquiler...Con lo que me gusta a mí hacer reformas, pintar, comprar muebles nuevos, etc. Aunque empeñarte como una perra durante 40 años para tener una choza...Qué mal estamos.