Las Landas (Francia)
6 de Marzo.- Llegué a Las Landas casi por casualidad, como parte de un apasionante viaje Madrid-París en un descapotable inglés negro sin aire acondicionado. Recuerdo aquel viaje como uno de los momentos más intensos de mi vida, el cielo francés, rutilante, perpetuamente sobre mi cabeza. El ancho sol de Francia siendo testigo de mi felicidad. Las Landas están al suroeste de Francia, muy cerca del País Vasco, y son un destino tradicional de vacaciones francés. En medio de grandes extensiones de pinar que te hacen recordar el mundo antes de la presencia del hombre, se alzan pequeños pueblos marineros, casas de dos plantas, colonias, campings, chalecitos, algunas veces, la deslumbrante extensión de un plantío de girasoles. Recuerdo que llegué a Las Landas el 14 de Julio, fiesta nacional francesa. Recuerdo haber buscado un hotel pequeño y barato, haber desempaquetado mis cuatro trastos y haber buscado inmediatamente la playa: una ancha banda de arena blanca salpicada de personas. Recuerdo que , conforme caminaba hacia la zona más despejada, empecé a ver gente desnuda. Pregunté a mi acompañante, que me indicó que, efectivamente, nos encontrábamos en la zona nudista de la playa. Como era mi primera vez, no esperé a que me lo dijeran dos veces y me quedé felizmente en pelotas caminando por aquella extensión en la que el cielo y la tierra eran un calco de la inocencia original. Después, me bañé en el mar. Me sorprendió que el agua del Atlántico no estuviera fría, como yo había pensado. Recuerdo que me vino a la cabeza que, tras aquella extensión líquida, estaba América, y la verdad es que me invadió una enorme paz (esa paz idiota que a veces nos llega cuando menos lo esperamos). Tras el atardecer, vino la cena, en forma de marisco. En la misma taberna, un grupo de jubilados franceses, algo pasados de copas, cantaban una vieja canción que yo le había oído a José Vélez y que se llama “Vino Griego” (después me enteré de que la canción original es alemana y se llama Griechische Wein). A la noche, caminé por la playa mientras los franceses celebraban su fiesta nacional con fuegos artificiales y una música que poco tenía que ver con la Marsellesa. A lo largo y ancho de la playa, unas cuantas hogueras trataban inutilmente de competir con el cielo clarísimo y estrellado. La luna cabrilleaba en el mar. Y me sentí el dueño del universo, el señor del tiempo y del espacio, el propietario de mi destino. Aunque sólo fuera por una noche.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vale; don Paco requiere mi presencia por estos lares. Aquí está la menda lerenda. En referencia a este post: las playas nudistas tienen fama de dotar a sus visitantes de una libertad increíble. Someday, I will. I promise.

En referencia al segundo post:

¡Por DioR! Pacoooo, esto No se hace. NO, NO y NO.Ahora mismo mis babas están amenazando con hacer rafting por la comisura de mis labios. Paco, Paco, Paco: que mis glándulas salivares trabajan a tutti plenni [y esta vez no es por el R.M]. Al igual que tú, yo también adoro la guarrería en todas sus vertientes culinarias. Dame unas patatas bravas grasientas, un buen frankfurt chorreando mostaza, una buena ración de comida veloz lo más cochina y antisaludable posible y me harás happy que te scheißest.

En cuanto a lo de la comida patria, lo cierto es que la comida mediterranea es muy buena (dejando a un lado que sea la mía). Al visitar otros countries, lo cierto es que lo paso un poco mal en ese sentido (¿a quién no le ha pasado que ha ido a un país extranjero y ha comido todos los días de Mc Donald's?). En Italia fue una maravilla; de hecho, lo más grato que recuerdo de mi estancia allí es la maravillosa comida que degusté. Ñam ñam. Una Mädchen que conozco estuvo viviendo unos meses en la república alpina y, en efecto y coincidiendo con tu comentario, dice que iba de un fino que daba gusto, cuando ella es propensa a tener Verstopfung. Jaté.

La foto que tienes puesta me ha gustado (yo como mucho por la vista, oiga). De hecho, parece un rebozado de los que me hago yo en mi Haus. Eso sí: lo del pan me tiene preocupá, mire usted. Yo necesito mi pan de toda la vida. Y mi ensalada verde. Y mis vinagreras. Y mis bravas (¿a que en Wien no las conocen?). Suerte que, dentro de mi Haus, puede cocinar lo que quiera (tanto si estoy aquí, como si algún día decido irme para allí). :P

STchusssssssss

Paco Bernal dijo...

Hola! Cuando llegue el verano, ya le dedicaré un post a la facilidad que la gente tiene aquí para desnudarse a la primera ocasión. Los españolitos, para eso, somos superpudorosos (yo por lo menos); aquí, la mayoría de las piscinas tienen una zona nudista y en el Danubio, en verano, cuando la gente va a bañarse lo hace como su madre la trajo al mundo, sin ningún tipo de problema.
Y sí: esto de la foto es un filete empanao de toda la vida. Lo que pasa es que aquí le echan a todo mucha literatura. Si no, ¿De qué iban a venir los japoneses?
Besos :-)