Foto flickr: usuario an lima
Thank you for the Music


21 de Marzo.- Hay un momento del Evangelio en el que San Juan Bautista dice que detrás de él vendrá alguien al que él mismo con su mecanismo no es digno ni de atarle las sandalias. Esa misma sensación tengo yo cada vez que leo uno de los correos de mi amigo M. que es un gran escritor, aunque él no lo sepa –o haga como que no lo sabe-.
M. hace cada día la gran novela: la novela de su vida. Escribe auténticas obras de arte de folio y medio con un lenguaje personal, creado a golpe de cultura pop, de humor, de melancolía a veces. Y titula como nadie. Para muestra algunos de los títulos de sus e-mails cogidos al azar: “Non stop Drinking”, “Motivos de fritura”, “Incorrects al pil pil”, “Versace en un Mitsubishi”, “Las hijas del calvario”. Títulos que te hacen querer enterarte inmediatamente del contenido de esos correos en los que M. desgrana sus experiencias con un gracejo, un desparpajo y una ternura que son sus mejores activos como narrador. Durante años, cada mañana (y durante largas temporadas, varias veces a lo largo del día) han estado ahí los correos de M. como una fuente de risas que no se agota nunca, como una lección constante de cómo retorcer la realidad para hacerla interesante. Porque un correo que empieza: “Hola, buenos días: pues sí, hijo: ya tienes que cantar bien para llamarte Mari Trini y vender discos” es toda una promesa.
Ayer, enganchado a la droga corrosiva del aburrimiento, me puse a leer correos de Manuel del año 2003 en adelante (los tengo guardados todos y no desespero de publicarlos algún día) y terminé llorando de risa. No importa el tema: de Perlita de Huelva a las estaciones de metro de París, de nuestras desventuras sentimentales a los bares de copas que frecuentábamos juntos. Las reflexiones de M. son siempre interesantes, frescas, y contagiadas de su estilo personal.
Como nos escribíamos a la dirección del trabajo (entonces no había blogs) decidimos inventar una clave para evitar las miradas indiscretas y de ahí salió un lenguaje barroco y delirante que, andando el tiempo, terminó en un valenciano de pega (porque a los dos, misteriosamente, Valencia y sus fallas nos hacían mucha gracia). Como ejemplo de alguna de esas claves que usábamos, nuestros compañeros de trabajo eran los Ninots, nuestro jefe era, en cada caso, Fallera Mayor y, con ocasión del despido de un jefe se le bautizó como Fallera Fallecida y aún hoy, sigo llorando de risa cada vez que escucho a ABBA cantar en español.
El indicio más profundo y duradero de la inteligencia es el sentido del humor. Hay que conservar como oro en paño a aquellas personas que, haciéndonos reir, nos ensanchan, nos humanizan, y nos enseñan zonas de la vida que no conocíamos o que ni siquiera habíamos sospechado. Mi amigo M. es enormemente inteligente –yo sólo tengo amigos especiales- y existe entre nosotros una relación de hermandad y solidaridad que trasciende los kilómetros, los empleos, los amores y que, espero, para mi bien, dure muchos años.

A las personas que nos hacen el viaje por esta vida más agradable, hay que hacerles saber lo importantes que son para nosotros. Y os animo a vosotros, que me leéis,a que hagáis lo mismo con aquellos amigos y amores que llenan vuestra existencia de buen rollo. Porque nunca se nos tiene que olvidar que, lo mismo que nos hacen el favor de estar ahí, podrían no estar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad es que envidiable la capacidad que tienen algunas personas de convertir en poesía todo lo que escriben y dotar a la palabra escrita de una musicalidad insonora que hace que lo que cuenten sea todavía más interesante. Ya te comenté una vez que me encanta esa manera de escribir que tienen algunos (tú entre ellos) mediante la cual pueden decir que se comieron un plato de bravas haciendo que te tronches de risa o te quedes enganchado a sus parrafadas teniendo sus escritos un argumento tan simplón como ese como base de la que partir.

En cuanto a lo de los amigos, la verdad es que es una suerte poder contar con un ramillete de amistades verdaderas. Hay quien no tiene esa suerte y tiene que pasar sus penas en soledad. Sea como sea, si se tienen y son de los buenos, hay que conservarlos porqué valen millones. También es importante saber diferenciar y tener la capacidad de aplicar aquello de "mejor solo, que mal acompañado". Un besiño.