Un buen libro malo
Foto: mercadillo dominical de Florencia
27 de Marzo.- Mientras bajaba en autobús de Fiesole a Florencia por una serpenteante carretera, me fijé en las caras de mis compañeros de viaje y, siguiendo la cadena de mis pensamientos, llegué hasta Corazón, un libro de Edmundo de Amicis que me emocionó particularmente cuando era niño y que aún está en ese estanque profundo e intocable donde reposan los mejores recuerdos infantiles.
La Italia del siglo XIX, la de Vittorio Emmanuelle, la de Verdi, la del mismo De Amicis (o D´Amicis) fue un páis lleno de sentimientos nobles y un tanto ingénuos, que cristalizaron en el libro del que hablo. Es un libro malo, literariamente hablando, que quizá haya envejecido mal, pero singularmente conmovedor si uno se acerca a él como el autor quería que los niños se acercasen: con un corazón límpio que hoy es tan difícil de encontrar como las oncemil vírgenes de Enrique Jardiel Poncela.
Cada libro encierra parte de nuestra historia. La mía es esta: cuando tenía diez años, debido a la enfermedad grave de un familiar, pasé unas semanas (eternas) en casa de unos parientes que no tienen más que diez libros en su casa. Cinco son una enciclopedia general, otros cuatro son un recetario de cocina por tomos, y el último, la joya de la corona, era una edición de Corazón con las empalagosas ilustraciones tan habituales en las Ediciones Susaeta (editorial que no sé si existe aún o ha sido comida por otra mayor). Durante dos o tres días, alivié mi soledad y mi congoja invernal leyendo aquel libro que me llevó a un país luminoso, extrañamente afín a mis propios sentimientos.
Corazón es un compendio moral al estilo de otros de su tiempo y abarca un año de escuela de un niño burgués –Enrique- ideal de la Italia de mediados del siglo XIX. Un niño que es perfecto sin ser repelente, un niño sensible (probable trasunto del propio D´Amicis). Teniendo todas las probabilidades de convertirse en un libro cursi, D´Amicis las vadea dándole a las emociones de sus personajes una sinceridad que, cuando yo leí el libro, casi cien años después de que se escribiera, continuó conmoviendo mi corazón infantil, lo mismo que nos conmueve una foto antigua encontrada entre las páginas de un libro, o el sabor de una fruta que hacía mucho tiempo que no probábamos.
D´Amicis fue soldado y viajero incansable, miembro destacado del partido socialista italiano y le cabe el honor de que con “Corazón” y con otros libros suyos, intentó siempre fundar una ética laica. Siempre trató de orientar a sus lectores (sobre todo a los más jóvenes) hacia el bien. Entendido este, sobre todo, como respeto por los otros, amor al trabajo bien hecho y empatía hacia quienes sufren.
Probablemente hoy, en un tiempo de consolas y entretenimientos luminosos, la suave incandescencia de “Corazón” haya quedado un poco trasnochada. Pero a mí me sigue provocando la fascinación que le provocaba, por ejemplo, a Manuel Vázquez-Montalbán, que lo cita en varias de sus novelas como ejemplo de los materiales humildes que dan buena literatura.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Haber, Paco... lo de la lectura ya sabes que es algo que me apasiona. Dame un buen libro y seré feliz. Es cierto que los niños leen poco aunque, la verdad sea dicha, me quedé de pasta de moniato cuando vi leer ladrillazos Harrypotterianos a niños de 8 años. Como la biografía de Beckham, que se ve que fue todo un éxito entre los jovencitos. Una compañera de clase dijo "pero leen cosas sin contenido y de poca calidad lingüística". Bueno: por lo menos leen. Que ya es algo.

Anónimo dijo...

PD: Antes de que los puristas del lenguaje me pongan las orejas de burro virtuales, aclaro que el "haber" responde a una broma entre el amo del blog y la persona que esto escribe. Ala, hasta mañana Paco.

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muchas gracias por la alusión a mi abuelo. Un saludo.

Paco Bernal dijo...

Muchas gracias a usted, por haber dejado un comentario en mi blog. Gracias a su abuelo he llorado muchas veces de risa.Particularmente con el primer acto de "Usted tiene ojos de mujer fatal" que releo siempre sin cansarme.
Un cordial saludo