Ilustración: Primeros brotes de la primavera en el jardincillo de mi bloque
1 de Marzo.- Los meteorólogos de la ORF, gente seria y sin ningún tipo de propensión a la frivolidad, han acuñado un nuevo término. Se trata de la “Primavera meteorológica” y viene a ser una manera fina de decir que, con el apocalíptico cambio climático que se nos viene encima –qué cruz gensanta- las temperaturas son inusualmente cálidas para esta época del año. Tienen pues permiso las flores para alegrarnos la vista con sus alegres colores y los matorrales de Schönbrunn para reverdecer tras este invierno que, comparado con el anterior, ha venido flojillo, las cosas como son.
Abro un paréntesis para decir que M. se escandaliza cada vez que ve a las meteorólogas de las teles españolas –particularmente las del Canal Sur- y utiliza lo menos galante de su vocabulario para describir los atuendos que me llevan esas santas mujeres que, comparadas con sus hermanas de la tele austríaca, parece que se van a poner a servir copas en el Bar Coyote. Yo, intento explicarle que la información del tiempo está peligrosamente emparentada con ese territorio sin ley que se da en llamar Información Deportiva (lugar incivil en el que los presentadores no llevan corbata y sueltan "ejques" como los de los fruteros de Mercamadrid), pero aún así no se convence. Por cierto, en los telediarios de aquí, la información deportiva está separada, separadísima, del telediario normal, y tiene una duración lógica (no llega a los cinco minutos). Una duración que no tiene nada que ver con la elefantiasis que azota a la información deportiva española. Otra historia: cuando yo trabajaba en Mundo Perdido, había unos profesionales (sufridísimos) cuya tarea principal consistía en visionar, y clasificar adecuadamente, toda la programación emitida para su posterior reutilización. Dichos héroes anónimos de la comunicación se llaman documentalistas. Entre ellos, había un jocundo caballero que se dedicaba a los deportes, y al que yo solía mortificar con la siguiente pregunta:
-A ver, C. pero tú piensas en serio que si un día, decidiéramos no emitir más partidos de fútbol nuevos y echar durante un año las ruedas de prensa de hace cinco años, ¿Alguien se iba a dar cuenta?
Lo siento, pero para mí todos los futbolistas se reducen a “El fútbol es así”, “Hemos venido a ganar”, “¿Crisis, qué crisis?” y “El vestuario está con el Míster”. Odio particularmente la palabra “Míster” aplicada a este contexto porque me produce un regusto amargo a mafia y a macarra noctámbulo (eso y no otra cosa son la mayoría de los futbolistas) que me hace no poder con la vida.
Otra historia relacionada con esto: durante mi primer año en Mundo Perdido (el más feliz) y al objeto de amortizar aquellos vídeos caseros que no eran emitibles en horario normal, un ejecutivo tuvo la feliz idea de inventar un programa que se llamó, en su versión inglesa, Watching for Believing (así lo llamábamos nosotros, y este nombre bien le está). Dicho programa contaba, por cierto, con las mejores entradillas que se hayan escrito en mucho tiempo para dos presentadores. Estaban elaboradas por tres escritores (cifra inusual para un programa de Tiví), dos de los cuales, por lo menos, tenían experiencia previa teatral. Consiguieron crear entre la pareja presentadora (un exlocutor de deportes de nombre poco común y una pacífica dama rubia, y ya estoy dando muchas pistas) una química simpática y, si yo no recuerdo mal, hasta con cierta clase. Pues bien: en dicho programa Watching for Believing, había una sección especial que consistía en que se emitía un vídeo, grabado por un videoaficionado, de una pareja pillada en actitud coital en un lugar público. No importaba si los interesados eran conscientes o no de que se les estaba grabando para la posteridad: las caras se pixelizaban.
Watching for Believing se emitía los martes por la noche (segundo Prime Time) y los jefes de aquella sección en la que yo sudaba para ganarme el pan, se iban a comer, con puntualidad británica, a las dos de la tarde. Ipsofactamente, nos reuníamos todos los trabajadores del departamento enfrente de la mesa del Documentalista del Watching (by the way, un beatífico doctor en Historia que, a veces, tenía que visionarse horas y horas de videos de la Unidad de Quemados del Hospital de Alcorcón), para visionar (y comentar) el video que había sido agraciado cada semana. Era un pasatiempo de voyeurs inocentes. Una cita ineludible que era una cierta demostración de rebeldía contra aquellos tres jefes mediocres que formaban una especie de torvo monstruo de tres cabezas. Qué tiempos aquellos.
Abro un paréntesis para decir que M. se escandaliza cada vez que ve a las meteorólogas de las teles españolas –particularmente las del Canal Sur- y utiliza lo menos galante de su vocabulario para describir los atuendos que me llevan esas santas mujeres que, comparadas con sus hermanas de la tele austríaca, parece que se van a poner a servir copas en el Bar Coyote. Yo, intento explicarle que la información del tiempo está peligrosamente emparentada con ese territorio sin ley que se da en llamar Información Deportiva (lugar incivil en el que los presentadores no llevan corbata y sueltan "ejques" como los de los fruteros de Mercamadrid), pero aún así no se convence. Por cierto, en los telediarios de aquí, la información deportiva está separada, separadísima, del telediario normal, y tiene una duración lógica (no llega a los cinco minutos). Una duración que no tiene nada que ver con la elefantiasis que azota a la información deportiva española. Otra historia: cuando yo trabajaba en Mundo Perdido, había unos profesionales (sufridísimos) cuya tarea principal consistía en visionar, y clasificar adecuadamente, toda la programación emitida para su posterior reutilización. Dichos héroes anónimos de la comunicación se llaman documentalistas. Entre ellos, había un jocundo caballero que se dedicaba a los deportes, y al que yo solía mortificar con la siguiente pregunta:
-A ver, C. pero tú piensas en serio que si un día, decidiéramos no emitir más partidos de fútbol nuevos y echar durante un año las ruedas de prensa de hace cinco años, ¿Alguien se iba a dar cuenta?
Lo siento, pero para mí todos los futbolistas se reducen a “El fútbol es así”, “Hemos venido a ganar”, “¿Crisis, qué crisis?” y “El vestuario está con el Míster”. Odio particularmente la palabra “Míster” aplicada a este contexto porque me produce un regusto amargo a mafia y a macarra noctámbulo (eso y no otra cosa son la mayoría de los futbolistas) que me hace no poder con la vida.
Otra historia relacionada con esto: durante mi primer año en Mundo Perdido (el más feliz) y al objeto de amortizar aquellos vídeos caseros que no eran emitibles en horario normal, un ejecutivo tuvo la feliz idea de inventar un programa que se llamó, en su versión inglesa, Watching for Believing (así lo llamábamos nosotros, y este nombre bien le está). Dicho programa contaba, por cierto, con las mejores entradillas que se hayan escrito en mucho tiempo para dos presentadores. Estaban elaboradas por tres escritores (cifra inusual para un programa de Tiví), dos de los cuales, por lo menos, tenían experiencia previa teatral. Consiguieron crear entre la pareja presentadora (un exlocutor de deportes de nombre poco común y una pacífica dama rubia, y ya estoy dando muchas pistas) una química simpática y, si yo no recuerdo mal, hasta con cierta clase. Pues bien: en dicho programa Watching for Believing, había una sección especial que consistía en que se emitía un vídeo, grabado por un videoaficionado, de una pareja pillada en actitud coital en un lugar público. No importaba si los interesados eran conscientes o no de que se les estaba grabando para la posteridad: las caras se pixelizaban.
Watching for Believing se emitía los martes por la noche (segundo Prime Time) y los jefes de aquella sección en la que yo sudaba para ganarme el pan, se iban a comer, con puntualidad británica, a las dos de la tarde. Ipsofactamente, nos reuníamos todos los trabajadores del departamento enfrente de la mesa del Documentalista del Watching (by the way, un beatífico doctor en Historia que, a veces, tenía que visionarse horas y horas de videos de la Unidad de Quemados del Hospital de Alcorcón), para visionar (y comentar) el video que había sido agraciado cada semana. Era un pasatiempo de voyeurs inocentes. Una cita ineludible que era una cierta demostración de rebeldía contra aquellos tres jefes mediocres que formaban una especie de torvo monstruo de tres cabezas. Qué tiempos aquellos.

1 comentario:
Eso, eso, tú no des más pistas que creo que ya caigo :D
Publicar un comentario