La plaza del ayuntamiento de Viena, conocida entonces como Plaza de Adolf Hitler, en una postal de la época nazi.

El oscuro encanto de la cruz gamada

17 de Junio.- La semana pasada, a los 88 años de su edad, murió Kurt Waldheim, sin duda uno de los políticos austríacos más determinantes de la postguerra mundial. Waldheim acumuló en su persona dos de los cargos más importantes a los que puede aspirar un político: fue secretario general de las Naciones Unidas durante uno de los períodos más tórridos de la Guerra Fría y, después, entre 1987 y 1992, fue Presidente de la República Austríaca. Fue precisamente durante este último período cuando salieron a la luz algunos hechos que, en este país, y en muchos otros del mundo, fueron considerados muy escandalosos. Se supo que Waldheim, nacido en 1918, había hecho su servicio militar en las Organizaciones Universitarias vinculadas al nacionalsocialismo, como voluntario, además; y que, durante la guerra, había pertenecido a la Wehrmacht o ejército alemán. Ante estos dos hechos, Waldheim alegó una inoportuna amnesia que sus enemigos políticos utilizaron para refrescarle la memoria publicando fotos en las que se veía al joven Waldheim vestido con el nada honroso uniforme de un ejército que en Austria se consideraba invasor.

El escándalo fue monumental, y el mandato de Waldheim quedó marcado por un aislamiento diplomático internacional que a punto estuvo de convertirle en un cadáver político.

Waldheim pasó con éxito la prueba de una comisión de historiadores que, con la documentación disponible, conluyó que el presidente de la República Austríaca no había sido nunca un nazi sanguinario. Todo lo que salió a la luz fue una hoja de servicios militar con un oscuro cargo burocrático en la Grecia ocupada por el eje y algunas fotografías que sólo acreditaban que Waldheim había sido un soldado más, una pieza más de la maquinaria militar de uno de los contendientes de la Segunda Guerra Mundial y que, por lo que podía saberse, no había tenido relación con ninguno de los horripilantes crímenes que caracterizaron al nazismo y su reinado del terror.

Pero el daño estaba hecho y la duda sembrada. Cuando Waldheim terminó su mandato, se retiró a disfrutar de sus dos jugosas jubilaciones. Su última aparición pública fue en el mes de mayo último, un hombre mayor, de gigantesca nariz y ojos desiguales, que contempló desde un palco, junto al presidente actual, un acto en memoria de los caidos en los campos de concentración.

Todas las sociedades tienen sus tabúes y, en Austria, si se quiere desacreditar a alguien, basta con llamarle nazi. El nazismo y la oscura participación de algunos austríacos en aquel régimen sigue siendo un tema de escándalo y repulsa nacionales. Y, por lo tanto, instrumento potencial de descrédito del adversario político, como ya dijimos con ocasión del post dedicado al pasado nazi de nuestro amigo Hans Cristian Strache.

(Se abre paréntesis: en el Österreich de hoy sale una foto de mi amigo Strache, el de la sonrisa profident, capitaneando una marcha en Colonia en contra de las mezquitas y los musulmanes, marcha durante la cual arengó a la multitud y les instó a luchar contra la musulmanización de Colonia. Se cierra paréntesis).

En general, como digo, la actitud austríaca hacia el período que va desde 1938 (fecha de la anexión) hasta el final de la guerra mundial, es de profunda repulsa. Porque si bien la antschluss fue recibida por amplias capas de la población (sobre todo rural) con cierto alivio, también es cierto que, en cuanto el régimen nazi empezó a mostrar su cara auténtica, se organizó rapidamente (aún antes de la guerra mundial) un movimiento de resistencia que, cosas de la vida, empezó con Méjico. El único país que protestó por algo que, a todas luces, era un claro intento de torcer la legalidad internacional. Pronto, miles de austríacos, de todas las tendencias políticas no tardaron en empezar a luchar por una Austria libre.

Desde el principio, las relaciones entre Hitler y la pequeña Austria fueron tensas. El tito Adolfo intentó, desde el principio, machacar todas las señas de identidad del que era su heimat (palabra alemana que significa el lugar en donde uno ha nacido). Primeramente, le cambió el nombre. Dejó de llamarse Österreich para llamarla Ostmark, e incluso después, se apropió del himno nacional austríaco, al que cambió la letra -algo así como la versión Habsburgo del God save the King- y que hoy es el himno nacional alemán.

(Por cierto que, después de la guerra, se eligió el himno austríaco actual, que es, si no me equivoco, un fragmento de cuarteto de cuerda de Mozart).

Aún así, como digo, amplias capas de la población austríaca de preguerra saludaron la anexión como un hecho positivo. La primera república austríaca se encontraba en un callejón sin salida, con una situación económica angustiosa. Hitler fue percibido por la población como un garante de un cierto concepto de orden pero, sobre todo, como el artífice del milagro económico que había reflotado a la minada República de Weimar.

Tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar un exhaustivo proceso de adoctrinamiento de la población, en el que se hacía especial énfasis, por si hubiera quedado alguna duda, en los espantosos crímenes de los de la cruz gamada. La palabra nazi se convirtió en sinónimo de lo más execrable del ser humano, y pasó a ser un tabú. Los españoles, en realidad, la utilizamos con bastante ligereza.

Basta con que alguien se declare partidario de algún locutor vocinglero y bocazas para que, instantaneamente, sea calificado de "nazi de cojones" (el locutor y la persona). En cambio aquí, un calificativo semejante te puede costar, en el mejor de los casos, la amistad de una persona. Mi amigo I. tuvo ocasión de comprobarlo. Trabajando con un jefe alemán especialmente pejigueras, hizo una broma con la frase "Arbeit macht frei". Por supuesto, el alemán, no la pilló.

3 comentarios:

tonicito dijo...

¡Hola!

Hace un tiempo que leo viena directo en silencio, pero hoy comento porque me ha parecido muy interesante este post. Aunque no estoy seguro si fue Hitler quien se apropió del himno austríaco. Creo que el "Lied der Deutschen" era ya el himno nacional alemán cuando la República de Weimar.

Yo creo que lo que supuso el toque de gracia para Kurt Waldheim fue una de las razones que alegó en su defensa: Que tan sólo cumplió con su deber. Craso error. Frase prohibida. Al menos, como tu dices, en Austria.

Al tiempo de instalarme en Austria leí la obra de teatro "Heldenplatz", de Thomas Bernhard. Más o menos cuenta, a través de sus familiares, la historia de un catedrático de universidad que vuelve a Viena 50 años después de haber huido del nazismo. El tipo se instala otra vez en su apartamento, que da a la Heldenplatz, pero acaba enloqueciendo porque no puede dejar de oír en su cabeza los vítores con que la multitud saludaba a Hitler en 1938. La tesis de Bernhard es que apenas nada ha cambiado en los 50 años que han transcurrido.

Bernhard es un personaje bastante incómodo para muchos austríacos. Dejó en su testamento que no permitía que se publicara ni representara ninguna de sus obras en Austria, y es generalmente visto como un "Nestbeschmutzer", algo así como un traidor a la patria (el que se caga en su propio nido). De hecho, gente de aquí me dijo con cara de asco que no leyera nada de este tío, que mejor leyera otra cosa. Pero ya se sabe, basta que te prohíban algo... Aunque es cierto que cuando leía el libro en el bus, lo hacía con cierto reparo. Siempre intentaba que no se viera la cubierta. Nunca se sabe como reaccionará la gente...

¡Un saludo!

Paco Bernal dijo...

Hola!
Muchas gracias por tu comentario y muchas gracias también por pasarte de vez en cuando.
Había oido hablar antes de Thomas Bernhard, pero la verdad es que, sobre todo por falta de dominio del idioma, no había leido nada de él. Creo que será una de las primeras cosas que intente.
En lo del himno nacional es muy probable que tengas razón. Es una historia que he escrito porque me la han contado y no me he tomado el trabajo de comprobarla. De todas formas, si te interesa el tema (el del himno y el del nazismo en Austria en general) y tienes un Libro cerca (no sé si hay Libros en Salzburg, no me fijé cuando estuve) el otro día me compré de ofertilla (12,95) un libro que se llama "Wien,1938" que es un repaso bastante exhaustivo de lo que supuso la anexión.
Para mí, que vivo aquí, resultó especialmente impresionante ver edificios en los que he estado (por ejemplo, el Bezirkamt de mi barrio, en el que me empadroné) en fotos de la época, y saber que allí se hacían los pases para los judíos. O ver una foto del Rabenhoff, en donde vive mi amigo C. en la que un grupo de judíos es obligada a fregar la calle ante la mirada indefinible de un corro de curiosos en el que destaca un oficial de las SS.
Te diré también que hoy he leido una cosa muy interesante que dice Fernando Schwartz (el de lo más plus) en una novela suya sobre Vichy en 1940; y es que la culpa del genocidio no la tuvieron los alemanes, la tuvo toda Europa. La verdad es que me ha hecho pensar.
En fin que, de nuevo gracias. Seguimos en contacto.
Un abrazo.

tonicito dijo...

Es cierto lo de reconocer lugares conocidos en fotos de la época. Aunque sea una gilipollez, hay una escena de "Sonrisas y Lágrimas" en que se ve un cuerpo de las SS desfilando por la Residenzplatz en Salzburgo, con esvásticas colgando del edificio de la Residencia... en fin, no puedo reprimir un escalofrío al verlo. Salzburgo lleva además la triste vergüenza de ser la única ciudad de Austria en la que se llevó a cabo una quema de libros "desafectos" al régimen, también en la Residenzplatz.
He mirado en Libro, y también en Morawa, pero no he encontrado el libro que me decías. ¿Quién es el autor? ¿Es un libro muy antiguo que pueda estar descatalogado?
Respecto a leer a Thomas Bernhard en alemán, la verdad es que es un poco entrenamiento Son-Goku: sobretodo en su autobiografía el tío escribe frases quilométricas sin apenas puntos y aparte. Con la graciosa característica del alemán de colocar el verbo al final de la frase, a menudo sujeto y verbo quedan en páginas distintas! Aunque una vez superado el trauma inicial, se lee con sorprendente facilidad. Yo leí "Die Ursache" porque lo "cazamos" una vez de bookcrossing en un café.
"Heldenplatz" no es tan chungo, ni mucho menos.
¡Un abrazo!