El ex-campeón de Fórmula 1 Niki Lauda

!Schwächling! (Ay, lo que le ha llamaoooo...)

Rumor de voces siento,/y al aire miro deslumbrar espadas

20 de Septiembre.- Niki Lauda es un personaje querido en Austria. Una especie de versión mejorada de esos campeones de esquí que, una vez terminada su carrera deportiva, hacen carrera en el mundo del espectáculo (Hansi Mittelseer, o Armin Asinger).
Después de retirarse de los circuitos, el bueno de Lauda se ha dedicado a sus negocios y, a base de invertir el capitalito que tenía ahorrado en eso de los coches, ha montado una exitosa línea aérea de bajo coste que publicita insistentemente, cual madre de folklórica, a base de llevar unas gorras rojas con el logo de la compañía así esté en la Oktoberfest –que, curiosamente, se organiza en septiembre- o en una recepción de embajada.
Lo traigo aquí porque el bueno de Niki, el de flyniki –la compañía de la mosca voladora que lleva germanos a Mallorca y los trae de vuelta convenientemente cocidos-, se ha metido con Fernando Alonso, que es, simplemente, un ser.
Así, sin paliativos.
Y le ha llamado Schwächling (podríamos traducirlo por blandorro) y Sauhund (combinación de sau –cerdo, gorrino, cochino americano- y hund-perro-, que los periódicos hispanos han traducido muy libremente como “bastardo”).
Tengo que aclarar que lo ignoro todo de la vida de Fernando Alonso (a muchísima honra y de manera completamente intencionada), que sus carreras me traen al mismísimo fresco, y su vida personal y la de sus millones me la refanfinfla mucho.
Pero, a pesar de esta ignorancia mía y quizá, lo reconozco, de modo algo contradictorio, no le puedo soportar. Como no podía soportar a Arantxa Sánchez Vicario, me ponía enfermo Emilio Butragueño nada más abría la boca (cuando la abría), y sentía arcadas cada vez que la lenguaza pastosa de un locutor deportivo decía “Nuestra Conchita”. O se dedicaba a ponderar cómo sentía los colores nacionales cualquier nadadorucho de madre estadounidense que apenas chapurreaba el idioma del país por el que decía –en spanglish- dejarse la epidermis.
El Universo Periodismo Deportivo, quizá por alguna insuficiencia genética que padezco y que no está aún explorada por la ciencia, me enferma. Y ya entro en catatonia cuando escucho a los periodistas del ramo hablar de “Luis” cuando se refieren al seleccionador nacional de fútbol o anteponer al nombre de cualquier jornalero de la bicicleta un adjetivo posesivo o, peor aún, un aumentativo (caso de Miguel Indurain: ese señor que, sin quitarle valor a su enorme fuerza de voluntad, tenía una expresión estólida y el único mérito conocido de tener el corazón como una vaca ). Escucho aquello de “El futbol es así” y me salen ronchas, que pueden ascender a auténticas llagas purulentas cuando esta frase socorrida va acompañada de las combinaciones alfabéticas “Míster” o de la expresión “Hemos salido a ganar”.
Durante una corta temporada de mi vida, y para favorecer la convivencia con un compañero de trabajo especialmente aficionado a las glorias deportivas que campean por España, me vi obligado a escuchar todos los días un programa deportivo de radio que duraba la friolera de tres horas (en días de diario).
Mientras mi compañero se cortaba las uñas (de los pies) al arruyo de locutores con “ejqueismo” crónico, yo le planteaba la siguiente reflexión:
-Pero vamos a ver. Si alguien cambiara la cinta del programa de hoy, por la de hace una semana o el de hace un año, ¿Tú crees que alguien se daría cuenta?
Y él, suspendiendo en el aire la acción de su cortauñas, me miraba con expresión reconcentrada desde detrás de las gafas de cristales de ojo de pez como si de pronto mi piel se hubiera teñido de verde y me hubieran salido antenas.
El deporte visto (contra el practicado no tengo nada, lógicamente, porque soy un corredor habitual) me sugiere un páramo lleno de atentados contra la gramática y el sentido cómun. Qué le voy a hacer.
A pesar de eso, he trabajado con mucho agrado en una empresa cuya actividad principal eran las apuestas deportivas. Disfruté muchísimo creando eslóganes y textos publicitarios relativos a los más variados acontecimientos deportivos en compañía de mi amigo Perequé. Con lo que no pude, eso sí, fue con el esquí. Y es que, a cada país, su deporte. Los austríacos son auténticos locos del esquí en sus diferentes modalidades. Ya sea saltos (ese deporte sólo apto para días de año nuevo) o el esquí alpino con sus vueltas y sus revueltas y sus banderitas. Para un español resulta un espectáculo de lo más abracadabrante verles, las caras apiñaditas delante del televisor, animando a sus esquiadores favoritos con la misma pasión que, por el sur, se dedica a Ronaldinho (ese hombre que es el vivo retrato de María Jiménez).
Misterios del alma humana que nunca penetraré.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ya decía yo que Ronaldinho se parecía a alguien! Por DioR. El día que suelte un "Que me dehe" y/o un "Con mi vida hago lo que me sale del mihmísimo coño" por esa boca suya, sabré que la Mary se ha dedicado a tragar hormonas masculinas y se ha pigmentado la piel. =P Lo de los deportes... es algo que me tiene bastante frita. Es decir: entiendo y respeto a la gente que disfruta viéndolos porque es una afición como cualquier otra, pero vamos: yo no puedo aguantar un partido entero televisado. I can't. Lo de la Fórmula Uno (y no quiero ofender a nadie) es algo que entiendo todavía menos. Tenía un profesor en la academia que era un forofo de la F1 y del fútbol en general que llegaba al extremo de buscarse substitutos para sus clases el día que el partido del Barça (o whatever) caía en horario de clase. Al igual que muchos otros aficionados a la F1 el tío era capaz de levantarse un sábado a las 5 de la mañana para disfrutar de los ¿entrenamientos? o lo que sea que hagan. (Ya he dicho que soy una inculta en el tema). Un día se me ocurrió decirle que la F1 televisada (y live también) me parecía aburrida. El muchacho me espetó un "What??? How dare you????" seguido de un discurso de la emoción de los preparativos, la competición, la emoción, los piques, las paradas en boxes, absolutamente EVERYTHING era marvelous. Lo siento: pero es que yo (al no entender un pijo) no me entero de nada y simplemente veo cochecitos dando vueltas por un circuito. Es igual que el tenis: jugar me gusta (no tengo ni idea, pero es divertido). Eso sí: verlo me produce un aletargamiento incrédibol. Nada, chico. Que en tema deportes, soy un pescado hervido.